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La dictadura (a)democrática

miércoles 01 de marzo de 2023, 16:29h

Desde el paleolítico superior en que se descubrió la agricultura en el Creciente Fértil, la humanidad ha evolucionado a golpes de sierra —dos pasitos pa’lante, María, un pasito p’atrás— sin demasiada planificación a largo plazo pues hasta prácticamente el siglo XX era prioritario comer y tener un techo —primum vivere— que pensar más allá de la semana próxima —deinde philisophari.

Independientemente de los sistemas políticos, jurídicos y tecnológicos de cada momento, el hombre —es el genérico para humanidad, mal que les pese a los más iletrados— alcanzó siempre un grado de excelencia digno de encomio. Por ejemplo, las pirámides, construidas en la edad del bronce (es difícil imaginar cómo tallaron sin hierro aquellos sillares cuyo encaje preciso y sin amalgamar aún nos maravilla: 2’5 millones de piedras con un peso unitario promedio de tres toneladas). O el fuego, dominado hace 500.000 años. O la escritura hace 5.000 años, que consiguió fijar la palabra dada y obligar su cumplimiento.

Los regímenes políticos han evolucionado desde las autocracias neolíticas hasta las democracias representativas de hoy. En Europa hemos aceptado el sistema parlamentario proporcional que, personalmente, me parece un bodrio, especialmente el español.

"Bastaría con un sólo diputado por grupo parlamentario"

Entiendo perfectamente la idea seminal: que el pueblo soberano elija a un grupo de parlamentarios y que luego estos elijan al gobierno, a los jefes de los jueces y al presidente de Correos, Navantia y Enagás, un poner. Lo que tal vez no pensaron los sesudos de la Teoría Política es que hay muchos golfos entre los humanos, más que honestos, y que ese sistema cutre no iba a funcionar como cabía esperar.

Todos hemos pensado alguna vez que bastaría con un sólo diputado por grupo parlamentario cuyo voto valiera por el número de escaños virtuales obtenidos. Nos ahorraríamos sueldos, discursos estúpidos y corrupción y el resultado sería el mismo: la vacuidad.

En nuestro cutrisistema, además, los partidos minoritarios y cantonales tienen una sobre representación inaceptable que agranda todavía más la brecha ya insalvable de un-ciudadano-un-voto, ja, perdona que me parto. No hacen falta muchos ejemplos: un escaño en Teruel vale 26.000 votos y en Madrid 102.000, casi cinco veces más.

Además, el sistema d’Hont modificado —modificado es eufemismo por amañado— y la forma de las circunscripciones provocan efectos tan absurdos que no entiendo como no hay monólogos sobre esto. Así, un partido cantonal que solo se presenta en una región —Cataluña, por ejemplo— y que solo interesa a una parte muy exigua de la población total, es capaz de desequilibrar la soberanía nacional en su favor mediante el chantaje constante y permanente al gobierno de turno que necesita sus votos.

Solamente este hecho ha desequilibrado el reparto de recursos entre regiones y, por aceptar el chantaje que los mantuvo en el poder desde los tiempos de Isabel II con Martínez de la Rosa, Cataluña se ha apropiado indebidamente de los dineros de Castilla, Galicia, Extremadura, Canarias y Andalucía a base de chantajear permanentemente al gobierno en turno. Este cáncer llevó y lleva aparejado un desequilibrio social y demográfico que ha obligado por casi 200 años a las gentes de las regiones citadas a emigrar a Cataluña que era donde estaba el oro, el trabajo y el racismo white collar que tan bien conocemos.

Muchos se han acostumbrado a este contubernio. El sistema no sólo permite desequilibrios regionales como ha demostrado esta legislatura inacabable: un partido mayoritario y de gobierno, cual el PSOE, se ha coaligado con un partido sumamente intolerante que no representa ni al 10% de la población y que nos está imponiendo sus ridículos criterios a todos.

Por unos escaños necesarios para la investidura, Sánchez ha dado ministerios y dineros incontables a gentes sectarias que buscan, a propósito o incidentalmente, la destrucción de la forma de vida mayoritaria, casi el 95% de la ciudadanía. Y como aún y con todo no resulta suficiente acostarse con los quintacolumnistas de Podemos, la alianza se extiende a un partido nacionalista de derechas, el PNV, y a varios partidos de izquierda woke antisistema como Bildu o racistas en su supremacismo declarado como ERC.

Un sistema democrático que impone a todos las locuras de los más minoritarios de entre las minorías existentes, es un sistema de mierda, con perdón.

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