La hoguera, la hoguera, la hoguera

Tras el estupor inicial, me da pudor hablar de Errejón. Ya lo dirá un juez, que es quien debe, pero el asunto tiene todo el aspecto de que estamos ante un acosador, y no quiero quitarle la presunción de inocencia porque sino, nos vamos al carajo. Sea, pues, inocente hasta que se demuestre lo contrario.

En este asunto los tiempos son muy raros. A la hora de comer del 24 de octubre, Errejón publica su infantil y desafortunado comunicado. Tarde movidita de dimes y diretes y a la hora de cenar o poco más, la actriz, vendedora de marihuana cbd, y presentadora a ratos en la Sexta, Elisa Mouliáa, se presenta en comisaría y pone una denuncia de cagarse por la pata abajo.

No dudo de ninguno de los hechos allí expuestos: si ella dice en una denuncia policial que así ocurrió es porque así lo vivió ella. La cosa es el escaso tiempo entre el comunicado de Errejón y la elaborada denuncia tres años después de los hechos. A las feminitarras no, pero a mí me resulta sospechoso.

Unos días antes, la vicepresidenta Montero anunció que pronto saldrían cosas que nos dejarían estupefactos a todos. La mayoría creímos que se trataba de algo contra Díaz Ayuso o su novio, pero tal vez se refiriera a este asunto.

Hoy, cuatro días después, Cristina Fallarás lanza un libro recogiendo los posts en su Instagram de mujeres que dicen haber sido maltratadas. Por supuesto que un libro no se escribe en diez minutos y por supuesto que creo a Fallarás cuando dice que todos los beneficios irán a una fundación contra el acoso. Lo que no me quita nadie de la cabeza es que la editorial ha aprovechado el tirón para adelantar el lanzamiento. Y es legítimo.

¿Y por qué Errejón escribe su comunicado en este momento precisamente? A saber cuántas cosas más hay por detrás y a saber qué celada le estaban preparando, la cosa es que debió enterarse el interesado de la que se le venía encima y, en una huida hacia adelante, lanza el comunicado y desaparece.

Resultan muchas casualidades, salvo que haya una concatenación de hechos y dichos. Algo como que el niño bueno de España aparezca de la nada convertido en un narcisista sociópata opaca, al menos momentáneamente, la foto que atestigua el encuentro de Sánchez y Aldama. Y una vez empieza a rodar, la bola de nieve acrece con los de Sumar que lo sabían pero mejor me voy a Colombia, con las de Más Madrid que se pasaban mensajitos avisándose dónde estaba Errejón en cada momento para evitarlo, con la jefa de gabinete del denunciado que llama a una de las posibles víctimas a decirle que patatas pero que borre los twits; con la ex diciendo que a ella le pilla todo esto de nuevas y con el aluvión de nuevos posts apareciendo por aquí y por allá de una “montona de gentas” de Podemos, Sumar y Más Madrid contando sus cuitas o las cuitas de otra que dijo un día que una vez alguien dijo qué. El problema es que, salvo la denuncia de Mouliáa, todo lo demás son anónimos que lo mismo encierran verdades que esconden vendettas o que pretenden famita al calor de la quema pública del neobrujo.

No me creo que no lo supieran ni en Sumar ni en Podemos ni en Más Madrid ni en el PSOE. Es más, partiendo de que todos lo sabían es cuando las cosas toman sentido. Y cuando Errejón se siente en el banquillo, ante un juez, con un sumario pesado como una losa, con una fiscalía pidiendo la máxima pena, con una opinión pública exacerbada contra él y habiendo sido cancelado social y políticamente en medio planeta, verá que tiene poco qué perder y veremos hasta los guasaps con foto genitales que se debió intercambiar con ésta y con aquélla: me cuesta creer que alguien llegue a esnifar coca en las nalgas de su pareja sexual en la primera noche si ella no quiere. Y todo resulta mucho menos creíble cuando encima sabemos que llevaban un año de relaciones.

En fin, me acuerdo ahora de Albert Rivera cuando le acusaban de cocainómano cada vez que hablaba de la Banda de Sánchez. Y también me acuerdo de Javier Krahe: La hoguera, la hoguera, la hoguera;// la hoguera tiene, qué sé yo// que solo lo tiene la hoguera.