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Vosotros, usurpadores de banderas

domingo 21 de junio de 2020, 10:22h

Es difícil marcar una frontera temporal clara y, por supuesto, es imposible que lo que viene a continuación afecte a todos los miembros de la mal llamada generación milennial: descriteriados los hay de todas las edades. No obstante, pongo la frontera en los nacidos a partir de 1985.

Los que superamos los 55 y hasta los que tienen 70, aproximadamente, forjamos y vivimos las dos décadas de mayor libertad que ha conquistado y disfrutado el ser humano en toda su historia, no en vano fue en 1981 cuando Mauritania abolió legalmente la esclavitud, siendo ése el momento primero en toda la historia de la humanidad en que no hubo ya esclavos por ley. Me refiero a las décadas de los 80 y los 90 donde el único lema aceptado y aceptable era Vive y deja vivir.

La pelea por esa libertad se remonta siglos, pero es la vindicación de los jóvenes de los 50, tras la SGM, con el nacimiento del rock, del Women´s Lib, de la revolución sexual y el sexo libre, del Orgullo gay y toda la psicodelia rebelde de los 60 y los 70 lo que cristaliza en los movimientos de los derechos civiles: Malcom X, Luther King, Sontag, Harry Hay, Kennedy, Beauvoir, el No a la guerra y la caída de las dictaduras militares comunistas y fascistas. Todo eso lo hicimos “nosotros” tomando el relevo de aquellos gigantes que lucharon desde los 50 y disfrutamos de 20 años de libertad plena. Fuimos libres, felices e ingenuos porque dimos por sentada la libertad conquistada y que no habría marcha atrás. Pero la cagamos.

Creímos tanto en la hermosa libertad que optamos en todo occidente por sistemas educativos basados en la lenidad, en la comprensión bondadosa y el psicologismo convencidos de que formando mejores seres humanos forjaríamos una mejor sociedad. Educamos en el criterio -eso creíamos- en vez de en la prohibición; en la confianza en vez de en la exigencia y nos convencimos de que sin esfuerzo ni exigencia la generación naciente sería mejor.

Tres décadas después, la Logse y sus hermanos de todo Occidente han parido un monstruo de millones de esclavistas mentales, eso sí, técnicamente muy bien preparados; una generación entreguista, intolerante, frívola y sin referentes que ha trastocado el orden generacional: ahora los hijos bastardos de la libertad nos imponen su rigidez y opresión física y mental a sus padres. No quieren la libertad si no es para prohibirnos ser libres y han revivivido en apenas 20 años y con sangre de odio aquel Vivan las caenas contra la modernidad afrancesada.

Estos tiranos con doctorado pretenden robarnos nuestras banderas, ellos, hijos de nuestra lucha contra la verdadera opresión fascista, ahora creen que la igualdad de géneros la inventaron ellos, que la igualdad racial la inventaron ellos, que el reparto de la riqueza lo inventaron ellos. Esta generación de usurpadores ha robado nuestros hermosos ideales y, faltos de la debida formación humanística, han convertido en horcas sus telas y sus astas en estacas de empalamiento. Nosotros levantamos las barricadas, pusimos la sangre y los muertos y ellos, necios malcriados, nos desplazan a pedradas usurpando nuestras banderas llenas de esperanza y dolor manchándolas con su odio sucio y su rabia mezquina contra todos los que no acepten genuflexos y sin altanería su mirada única, turbia y deslavazada sobre la sociedad.

Ya no hay sentido del humor, ya no hay sentido del amor y ya no hay sentido del honor. No conocen el contexto porque su frágil formación intelectual solo alcanza lo técnico de sus estudios y las coordenadas históricas, culturales, sociales, políticas y hasta científicas son un enorme interrogante sobre sus cabezas. Hasta la tecnología parece que la inventaron ellos, ni Einstein, ni Gödel, ni Maxwell tuvieron nada que ver y que Licklider, Bolt, Beranek y Newman desarrollaran Arpanet fue solo un mal sueño de Hal 9000.

Esta generación sin espíritu vive de rodillas una farsa en la que no cabe morir de pie. Nunca sabrán si bajo el asfalto está la playa porque arrancar adoquines requiere esfuerzo. Estos humanos llenos de rencor y consignas nunca serán razonables porque aspirar a lo imposible requiere pensar. Pero un día vendrán sus hijos y los echarán a pedradas como a los usurpadores en Roma.

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