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Ucrania, Podemos y lo que hay que hacer

viernes 04 de marzo de 2022, 08:06h

Estos aprendices de brujildas dicen, literalmente que “el envío de armas no cambiará la correlación de fuerzas”. Una vez más, engañan maniobrando con las palabras. La correlación de fuerzas, que solamente muestra los efectivos que cada ejército tiene, no va a cambiar hasta que la OTAN entre -que entrará- en guerra: los invasores tienen un ejército de 900.000 efectivos, reservistas aparte.

Estos aficionados jugando a políticos son un peligro, desde la revolucionaria trasnochada de Ione Belarra hasta la ignorante Irene Montero y su compañero de insensateces Garzón.

Ahora, siguiendo las instrucciones precisas de Laclau, quién sabe si financiados por Putin, muestran lo que hay tras su falta de sindéresis: un lobo extraviado y, como dijo Bruce Lee -quién iba a decirlo, una cita de un actor asiático- “creer que por ser buena persona no va a pasarte nada es como creer que en un encuentro con un tigre no te va a comer porque eres vegano.”

Cada vez que repiten alguno de sus mantras -nosotres, veganes, resilientes…, por cierto, de resilientes nada: son una pandi de blanditos armados con esmarfón para ¿disparar selfies a los rusos?- muere gente en alguna parte. Ahora se han metido a estrategas militares y su bienamado líder ha dicho que a él se lo han dicho “algunos militares”. Por supuesto, no dice quienes concretamente, y que enviar armamento no cambiará nada. Esta trola solo esconde su fascinación -o vasallaje- por la madre Rusia y el padre Putin porque lo cierto es que la resistencia ucraniana ha salvado varias ciudades, entre ellas Kiev, de caer en manos del enemigo.

Sin soldados de apoyo, sin artillería y armas de verdad -no chorradas como Eurovisión, expulsarlos del videojuego Fifa 2022 o prohibir a Rusia participar en competiciones deportivas pero permitiendo que sus deportistas compitan sin bandera- las ciudades irán cayendo una tras otra pues los partisanos ucranianos poco podrán hacer frente a un ejército profesional, mucho menos con “amigos” cicateros como España que manda leche (no llegará) y es renuente a mandar equipamiento militar (veremos qué mandamos finalmente).

El miedo, que dicen es libre, se ha instalado en casi todos porque a ver si va a empezar la tercera guerra mundial con armas atómicas. No va a pasar porque Putin no es idiota ni loco y sabe -lo ha dicho- que usar armas nucleares acaba en un juego de suma cero en el que nadie gana.

Las medidas económicas harán daño a Rusia, es verdad, pero son exactamente un bumerán: habrá que vernos dentro de unos meses cuando el litro de gasolina esté a dos euros, la bombona de gas a 30 y la inflación disparada dejando nuestros sueldos en mera limosna. Y con cinco millones de refugiados.

Caerán nuestras exportaciones, Turquía cerrará el tráfico por el Bósforo y los Dardanelos aplicando la Convención de Montreaux -conviene recordar que Recep Tayip Erdogan nos la tiene jurada porque le negamos la entrada a la UE una y otra vez desde hace años- y la crisis del 2008 será una risa en comparación. Y entonces rogaremos que la OTAN o quien sea mande tropas, armas y pertrechos a Ucrania… si es que para entonces todavía existe.

No es momento para mirar hacia el horizonte con profunda emoción porque somos pacifistas. Ya pasó en el 38 en los Sudetes y en el 39 con la invasión de Polonia y Europa no hizo nada. El resultado ya lo conocemos. Por doloroso, triste y horrible que suene a los oídos de esta sociedad blanda y ablandada a base de evitar una y otra vez cualquier altercado o disputa, hay que entrar en guerra. No puede ser que el matón del curso machaque a uno más débil, encima “uno de los nuestros”, y todo lo que seamos capaces de hacer es echarles un palito para que se defiendan mientras asistimos al espectáculo, a ver qué pasa. Pues que ha de pasar, que Putin se comerá a Ucrania y luego seguirá con Lituania, Letonia, Estonia, Georgia y Azerbayán, incrementando su capacidad atómica (todos esos países tuvieron industria nuclear hasta los 90 y ahí siguen las infraestructuras y algunos cuentan con uranio entre sus recursos naturales, como Ucrania por ejemplo), afianzando aún más su Federación Rusa.

Podemos seguir esperando a que nazca otra bestia en Europa. O podemos hacer lo que hay que hacer.

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