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Más de 16

jueves 17 de julio de 2025, 12:55h

No sé si la entrañable, bonachona y progresista poeta Gloria Fuertes llegó a pensar alguna vez que esos versos dedicados a los más pequeños que tanto calaron en la década de los 70 por el título de un espacio de la única televisión que podía verse entonces, y en un programa del mismo nombre , iban a llegar tan lejos. Me refiero a aquello de "Un globo, dos globos, tres globos / la luna es un globo que se me escapó / un globo, dos globos, tres globos / la tierra es el globo donde vivo yo". Medio siglo después a la ministra Sira Rego -por cierto, nutricionista de formación–, la titular de Juventud e Infancia del actual gobierno Sánchez, lo mismo le da por adaptar aquellos versos diciendo "un voto, dos votos, tres votos, / la urna es un globo que manejo yo. / Un voto, dos votos, tres votos, / a los chicos en el congreso los quiero yo".

Bromas aparte, la paráfrasis la he traído a cuento de una nueva iniciativa que se iba a ver más pronto que tarde en el Parlamento, si es que arrecia el maremoto de la corrupción en el seno del gobierno y del partido (o, más bien, para que el pueblo mire hacia otro lado ), y que ha surgido de ese ministerio a cuyo frente figura una mujer del sector Sumar del Gobierno y a la que hoy muy poca gente podría poner nombre. Se trata de una propuesta que sale a la luz cíclicamente, y sobre todo cuando la turbulenta actualidad política y judicial arrecia por momentos (la señora Gómez y David Sánchez -esposa y hermano del presidente, respectivamente–, el Fiscal General del Estado al borde del banquillo, revés de la Comisión Europea a la “autoamnistía” de Sánchez y los golpistas catalanes, Ábalos, Koldo, Cerdán y compañía enfangados en la corrupción….), y cuando consecuentemente las encuestas no marchan muy bien para el partido del gobierno de turno. Hablo de la posibilidad de rebajar la edad de los ciudadanos con derecho a voto a los 16 años. No sé si tiene mucho sentido hacerlo como tampoco lo tendría hacerla descender hasta los 14, por ejemplo.

En todo caso esta no es una cuestión nimia cuya resolución haya que tomar alegremente y contra reloj. Ni a una edad ni a la otra la legislación española permite que nuestros chavales y chavalas puedan abrir una cuenta bancaria, ni comprar bebidas alcohólicas en un supermercado, menos aún consumirlas, ni conducir, ni pedir un crédito, ni que los padres puedan echarlos de casa, ni ir a prisión, ni casarse si no están emancipados, ni siquiera comprar un décimo de lotería o un cupón de la ONCE.<

Por el contrario y sorprendentemente, con 16 años pueden cambiar de sexo, trabajar, mantener relaciones sexuales, incluso abortar sin el permiso de los padres, así es que... ¿por qué no dejarles también votar? La ministra Rego, como no tenemos otra cosa mejor que hacer, nos quiere meter ahora en este berenjenal de pensar en permitir, o no, que los chavales de 16 años puedan acudir a votar. Y me parece muy bien, pero al tiempo quizás habría que considerar levantar muchos de esos vetos que ya hemos enumerado, y alguno más como reducir también la edad penal en ciertos delitos. Si somos mayores y maduros, digo yo que lo seremos para todo, ¿no?

Antes de seguir adelante, echemos la vista atrás para recordar cómo Victoria Kent, baluarte del feminismo y el republicanismo en la década de los 30 del siglo pasado, no quiso que las mujeres votaran porque las veía abducidas por las sotanas desde los púlpitos y entonces, claro, ya las imaginaba empujando a las urnas en el sentido de las derechas. A Sira Rego me parece que ahora le pasa lo mismo, pero en sentido contrario, y con los menores de 18, que los ve a todos escorándose a estribor y con ello colaborando a engrosar las cifras de Sumar o de Podemos . Pero lo mismo no es así, y los partidos que zozobran con una medida como esta son los de izquierda, que eso nunca se sabe, y menos aún por los seudoestudios de Tezanos. Al menos por los que divulga públicamente, porque me temo muy mucho que los que llegan a Moncloa deben de ir con otras magnitudes, aún mucho más favorables al supremo líder porque, de otra forma, el responsable del CIS ya habría desaparecido del mapa político sanchista.

Permítame la señora ministra que ponga en solfa sus intenciones, probablemente movidas más por tratar de desviar el foco del aluvión de noticias negativas que tiene que afrontar cada día el gobierno (la última la mal llamada financiación singular para Cataluña, contestada incluso desde las mismas filas del PSOE)) o por su teórico beneficio inmediato , como le pasaba a Victoria Kent con las mujeres, más que por ampliar los derechos de ciertos colectivos sociales. Que los jóvenes decidan, o no, votar a quienes promuevan esta iniciativa, es un cantar al menos incierto. No me dedico a examinar las encuestas de opinión en profundidad, menos aún las de Tezanos, pero a ojo de un buen cubero, mucho me temo que la radicalización pura y en todos los ámbitos, dónde más y mejor se da es precisamente en las edades más tempranas. Con tanta pasión defienden postulados de extrema izquierda como de extrema derecha, cuando no de uno y otro a la vez.

Dicen los que se oponen a la iniciativa de bajar a los 16 años la edad del votante, que en ese momento vital la madurez aún queda muy lejos. De acuerdo, pero yo también conozco , y cada vez más, a hombres y mujeres que pasan de los 50 y tampoco puede decirse de ellos que la hayan alcanzado. Incluso algunos -estos últimos afortunadamente son menos, pero haberlos haylos-, que tampoco la tienen con más de 70. Son signos de los tiempos. Mejor no transitar por esos derroteros porque uno corre el riesgo de perderse.

Esto de la madurez es una cuestión muy subjetiva y no tan fácil de concretar como es la edad que figura en el documento de identidad, así es que mejor será regirse por esta última que por el grado de madurez, de simpatía, de valentía o de análisis crítico, pongamos por caso. Pero, por favor, no adoptemos medidas tan serias por meras razones de oportunismo político porque detrás vienen las consecuencias. Meditemos entre todos, serena y razonablemente, la oportunidad de revisar este y otros asuntos que afectan a los más jóvenes y sólo después de ello, adoptemos las medidas más convenientes, incluída también la de rebajar la edad de votación a los 16.

Mientras, otra ministra, la de Igualdad, Ana María Redondo, anuncia para septiembre una ley para abolir la prostitución con el objetivo de reducir la indignación de las feministas del PSOE ante los soeces comentarios y las aventuras sexuales de Koldo y Ábalos. Todo para que estos mismos “compañeros” de filas alaben públicamente la iniciativa para, después, seguir utilizando los servicios de las ahora llamadas scorts -prostitutas de toda la vida-, como vienen haciendo con asiduidad en los últimos años. Es mucho más fácil predicar que dar trigo en uno y otro campo de la cosa pública.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023) LInkedIn: https://www.linkedin.com/in/josé-miguel-vila-8642271a/

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