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El Papa Francisco con Volodýmyr Zelensky, presidente de Ucrania
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El Papa Francisco con Volodýmyr Zelensky, presidente de Ucrania

De la bandera blanca al monstruo comegalletas

martes 12 de marzo de 2024, 14:36h

El mismo día, sábado 9 de marzo, en el que la emisora suiza RSI difundía una entrevista en la que el Papa Francisco I decía que: "Ucrania debería tener el coraje de la bandera blanca y negociar el fin de la guerra", el eminente sociólogo, profesor, y ex ministro de Universidades Manuel Castells, escribía en 'La Vanguardia': "Ucrania no puede ganar la guerra y hay que intervenir y negociar, pero ¿quién, cuando, qué?".

Tras el fiasco y fracaso inicial del proyecto de "operación especial" y "desnazificación" rápida, urdido por Vladimir Putin y su círculo de poder, la situación ha ido evolucionando, pasando de un prolongado estancamiento en los frentes, a una nueva y todo indica que exitosa ofensiva rusa, cuyo ejército ha ido ganando las batallas de Bajmut y Avdiivka, mientras avanza, lento pero seguro, en el Donetsk, en Robótine y en el norte.

A pesar de la inmensa ayuda militar y financiera que Occidente brinda a Ucrania, en lo que más confiaban sus mandatarios y voceros era en el estrangulamiento de la economía rusa mediante durísimas sanciones económicas y vetos comerciales.

Hace 2 años, cuando comenzó la invasión, nos vendieron la moto de que esas acciones no tardarían en hacer doblar la rodilla al gigante ruso. Los datos parecen indicar justo todo lo contrario, porque mientras que durante el periodo de guerra la economía estadounidense ha crecido un 2,5% y la de la Unión Europea un 1%, la de Rusia lo ha hecho en un 3,6%. Dicho en castizo, que hemos hecho un pan como unas sagradas formas, debido a que, sigue diciendo Castells: "Los dos países más grandes del mundo, India y China, han compensado de sobra la pérdida de mercados europeos. Los que hemos sufrido hemos sido los europeos como consecuencia de la inflación".

La otra baza que parecían tener Europa y el Occidente adscrito a la OTAN, se basaba en el descrédito y desafecto hacia Putin que la guerra y sus consecuencias provocarían en la población rusa, pero se nos antoja que en esto también han pinchado en hueso. Recientes encuestas de opinión realizadas por el Centro Levada, organización no gubernamental, independiente y de reconocida solvencia, revelan que el apoyo de la ciudadanía rusa a su líder se sitúa hoy en torno al 80%; un porcentaje sustancialmente más alto que al inicio de las hostilidades.

Camino de la hecatombe

Y así las cosas, Europa, en lugar de reflexionar y buscar alguna salida negociadora, se pintarrajea la cara y empieza a batir con fuerza los tambores de guerra. La presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen reclama: "… un despertar urgente en defensa"; Alemania y su Canciller Olaf Scholz empiezan a considerar seriamente el restablecimiento del servicio miliar obligatorio; y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, habla sin rebozo de enviar soldados a Ucrania, aunque queremos suponer que tras un acuerdo con el enemigo, a lo Miguel Gila, para que ataquen a horas prudentes, en domingo y después del fútbol, y que Agustín, el espía bajito y vestido de lagarterana, devuelva los planos del polvorín.

Todos coinciden, y esto ya fuera de todo atisbo de broma, en que hay que irse preparando para la guerra, porque Putin, después de invadir Ucrania, se lanzará a la conquista de toda Europa. Y el aludido, lejos de reír el chiste, ha reaccionado diciendo y avisando a navegantes de que una escalada en el conflicto podría llevar a una guerra total y a un intercambio nuclear. Ante semejante panorama, Castells descarta por completo la idea de tan siniestro escenario, pero a la vez está seguro de que Rusia: "… no se va a retirar de Ucrania hasta definir sus fronteras y restaurar su autoridad global", para concluir diciendo: "¿Vale la pena militarizar Europa cuando el único horizonte, si se llega a la confrontación, convencional o nuclear, sería la devastación de Europa, mientras Trump, Putin y Xi Jinping negocian un nuevo orden internacional?".

Claro que, para llegar a ese hipotético proscenio, Donald Trump, le tiene que ganar unas elecciones generales a Joe Biden, colaborador necesario en el genocidio de Gaza, y en estos días volcado en el apoyo al Monstruo Comegalletas, personaje de Barrio Sésamo, en su queja por el volumen menguante de los snacks, pidiendo a las empresas que detengan la reducción en el tamaño de sus productos manteniendo el precio: "El público estadounidense está cansado de que le tomen por tonto", ha dicho el presidente.

Convengamos en que el asunto es de calado, porque según un informe presentado por el senador demócrata por Pensilvania Bob Casey, desde enero de 2019 Oreos y Doritos han subido sus precios un 26,4% y que las porciones cada vez más reducidas representan el 9,8% de ese incremento. La posibilidad de que el mundo se embarque en una tercera Guerra Mundial no parece que sea, de momento, una prioridad en el debate.

Por estos lares, lo de la inminencia de una conflagración de consecuencias dramáticamente impredecibles no se antoja relevante y seguimos con la pertinencia o no de la amnistía a los implicados en el procés; con las peripecias delictivas de Koldo García, sus mascarillas y unas declaraciones surrealistas de espaldas a 'OkDiario'; con la polémica sobre la hora de cierre de los restaurantes; y con los ronquidos de Carmen Borrego en Supervivientes.

Como dice la novelista y ensayista Laura Freixas: "Mira que si en estas nos pilla la tercera guerra mundial… Encima de la destrucción, el ridículo".

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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