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Desde Rusia con amor, mantilla y árbol de Navidad

viernes 22 de noviembre de 2019, 07:38h
Pepe Osorio, gran duque de Sesto, y Sofía Troubetskoy
Pepe Osorio, gran duque de Sesto, y Sofía Troubetskoy

Llegó a Madrid en la primavera de 1870, del brazo de su muy flamante y reciente esposo, Pepe Osorio, gran duque de Sesto, otro buen puñado de títulos nobiliarios y cuatro veces Grande de España, y en el primer gélido invierno que pasaron juntos instaló un árbol de Navidad en los jardines de su lujoso palacio de Alcañices, en la esquina del Paseo del Prado con la calle de Alcalá, en el espacio que hoy ocupa el Banco de España.

La duquesa consorte, Sofía Troubetskoy, rusa, viuda de Carlos Augusto de Morny, hermanastro del emperador Napoleón III y embajador de Francia en la corte de San Petersburgo, antes de su matrimonio con el duque en la recién inaugurada catedral de Vitoria, en marzo de 1869, era una mujer hermosísima, tan culta como intrigante y casi con toda seguridad hija natural del Zar Alejandro I y de Ekaterina Petrovna Moussine-Pouchkine, quien casó con el príncipe Serguei Vassilievitch Troubetzkoy, teniente de caballería, que reconoció a Sofía Sofía Troubetskoycomo su propia hija. En las cortes rusa y francesa, ya mocita, se hizo grande influencer en diseños de toilets, que todas las damas imitaban al punto, harto famosa por sus refinadísimos gustos y reputada coleccionista de pájaros exóticos, monos y perros japoneses.

En España, la conífera decorada primorosamente que parece empezó a implantarse en la Alemania de comienzos del siglo XVII y que posteriormente iría recorriendo distintos países europeos, era algo desconocido y del todo insólito para la alta sociedad que paseaba bajo la arboleda en hilera del Salón del Prado en las casi postrimerías del XIX, y no digamos para el pueblo llano de Los Madriles que se aprestaba a celebrar como mejor pudiera las fiestas navideñas y el fin de año de aquel 1870, justo en los días en los que en la calle del Turco sonara el estruendo de los trabucazos que acabaron con la vida del general Juan Prim.

El éxito de la iniciativa de la duquesa fue extraordinario y el árbol festivo no tardaría en aparecer en distintos lugares de postín en las sucesivas Navidades, pero la gran dama siguió embarcada en otras actividades e impulsos que le irían haciendo cobrar nuevas famas, notoriedades y nombradías, porque medio año después, en marzo de 1871, se convertiría en la lideresa opositora al reinado de Amadeo I de Saboya y partidaria de la dinastía borbónica de los tres jamases de Prim, centrando sus acciones en la figura de la esposa de este, María Luisa del Pozzo, que había llegado a la capital del reino el 19 de ese mismo mes.

Amadeo I de Saboya

Justo al día siguiente y tras la entronización en el Palacio Real de la egregia consorte, Sofía salió al Prado acompañada de otras damas de alto copete, ataviadas todas con mantilla blanca, prenda ya en desuso pero con la que pretendía demostrar la españolidad de alcurnia, sujeta con alfiler de la flor de lis borbónica para evidenciar su rechazo frontal a la nueva monarquía llegada desde Italia por decisión de Prim y cuyo futuro se vio truncado desde principio por el magnicidio del mentor. Los siguientes días, 21 y 22 de marzo, el grupo de rebeladas fue creciendo exponencialmente y los atavíos de ofensa de aquella ilustre turbamulta incluía mantillas negras de encaje y chantilly o tul, más algunas aterciopeladas con adornos de tipo caramba, al mas puro estilo goyesco y cañí.

Aquella actitud chulesca y provocadora sorprendió muy ingratamente a la reina consorte y la condujo a un estado depresivo que soliviantó a los liberales partidarios de la corona apenas entronizada, especialmente a dos de los miembros de su gabinete, Manuel Ruiz Zorrilla, ministro de Fomento, y Práxedes Mateo Sagasta, ministro de la Gobernación. Sin embargo, el encargado de vengar la ofensa y el muñidor de una jocosa farsa para ridiculizar a las damas levantiscas fue Felipe Ducazcal y Lasheras, periodista, diputado a Cortes por Madrid, propietario del teatro Felipe en los jardines del Buen Retiro y presidente de la tertulia La Farmacia que cada noche se reunía hasta la madrugada en el Café de Fornos, sito en la calle de Peligros esquina con la de Alcalá, con la asistencia casi perpetua del famoso perro Paco.

El día 23 salió al Prado junto a su hermano, ataviados ambos de cocheros con su correspondiente y lujosa librea, conduciendo dos magníficos carruajes tirados por briosos caballos, atestados de jacarandosas prostitutas de baja estofa ataviadas con mantilla y repletas de complementos castizos, a los que seguía otro vehículo con un actor tocado con elegante sombrero de copa y grandes patillas, que evidentemente parodiaba al duque de Sesto.

La cosa, es bien sabido, acabaría tres años después con la restauración borbónica en la figura de Alfonso XII, hijo de la destronada Isabel II.

La revuelta protagonizada por Sofía Troubetskoy se inscribe en la historia como mera y trivial anécdota, pero su planta del primer árbol madrileño de Navidad quedará para la intrahistoria que dice y cuenta, así que a casi medio siglo del suceso justo sería que por tal fuera recordada en estas tan cristianas como consumistas celebraciones que ya nos empiezan a inundar y fun, fun, fun.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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