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Poesía en prosa de un filósofo opiófilo

martes 09 de enero de 2024, 17:00h

En el único medio de papel que leo a diario y desde hace un par años, 'La Vanguardia', se ha publicado, como es casi preceptivo en estos días del comienzo de la siguiente vuelta de la Tierra alrededor de la estrella que ordena nuestro sistema solar, un listado de los 20 libros en castellano, a más a más y otra decena en catalán, "que marcarán la lectura este 2024". Me asombró y maravillo de que entre estos no figure 'Confesiones de un opiófilo', de Antonio Escohotado, publicado por Espasa en noviembre de 2023, que estoy seguro marcará no sólo este nuevo año sino muy probablemente lo que dé de sí el milenio.

'Confesiones de un opiófilo' de Antonio EscohotadoSe trata de un diario que el autor empezó a escribir en 1992 y cerró en 2020, un año antes de su adiós a la vida. Memorias póstumas de un sabio pensador y filósofo que, como aclara el historiador y sociólogo Juan Carlos Usó en la presentación, exigió que todas aquellas notas recogidas durante ese periodo no vieran la luz hasta después de su muerte, porque de haberlo hecho en vida estaba convencido de que una "turba gris" y encolerizada acudiría presta a pegarle fuego a su domicilio.

Usó, que sabe de lo que habla, como gran autoridad en la fenoménica de las drogas, la masonería y el mundo LGTB, considera que tal prevención se funda en la "descripción pormenorizada de su dieta farmacológica" (fundamentalmente con aquellos productos que forman la familia de los opiáceos) durante décadas, y en la justipreciación de la definición del ebrio en los escritos de Filón de Alejandría, contemporáneo del inicio de la era cristiana, como aquel que "se entrega a la liberación del alma".

Ya desde este prólogo intuyo que el dietario va a fluir por esos derroteros que durante 12 largos años llevaron a Escohotado a "pulir la poesía en prosa que es la metafísica", para poder pensar por sí mismo. Y a quien esto escribe, ágrafo insolente y productor de quiméricos crisoles, la memoria le lleva de inmediato a chateos inagotables por las tabernas de la Prospe Antonio Escohotadoen compaña de Claudio Rodríguez, "Cayín", mientras leía poemas de su Don de la ebriedad: "…. mi boca/ espera, y mi alma espera, y tú me esperas,/ ebria persecución, claridad sola/ mortal como el abrazo de las hoces,/ pero abrazo hasta el fin que nunca afloja"; a la escucha atenta de Saúl Roll, narrando, con su musical acento paisa-filadelfino, alguna de las peripecias vividas con Ángel González, quien, tras una espléndida cena en un restaurante de Alburquerque, exigía un doggy whine mientras el alumno recitaba: "… un piadoso pincel lavó con leves/ algodones de luz tu carne herida,/ y otra vez la apariencia de la vida/ a florecer sobre tu piel se atreve"; y al trasiego de garrafas de vino con José Hierro, en compaña de su yerno Manolo Romero, poeta y camarada en el PTE, declamando algo del suegro: "Canta, me dices. Y yo canto./ ¿Cómo callar? Mi boca es tuya./ Rompo contento mis amarras,/ dejo que el mundo se me funda./ Sueña, me dices. Y yo sueño", mientras Pepe, con su voz ronca, terrosa y telúrica, se iba insistentemente a Constantino Cavafis y su poema ¡El dios abandona a Antonio': "Cuando, de pronto, se deje oír a medianoche/ el paso de una invisible comitiva,/ con músicas sublimes y con voces,/ tu suerte que cede, tus obras/ malogradas, los planes de tu vida/ que acabaron todos en quimeras, será inútil llorarlos".

Sobre 'Confesiones de un opiófilo', dice el ilustre prologuista que quien espere en sus líneas una descripción detallada de su régimen farmacológico, yerra de plano, porque su memorias son por encima de todo: "… un ejercicio de introspección, de autoconocimiento", donde el autor: "… se desnuda intelectual y emocionalmente como quizá antes nunca lo había hecho".

Referencias continuas a los grandes pensadores

Dicho en breve, leo ávida y encandiladamente este libro de Escohotado, profundo y tierno, de exquisita prosa poética con delicadas nostalgias de ebriedad, que no fue poeta, como los antedichos, sino ensayista, pensador, filósofo, jurista, profesor universitario, autor de veintitantos enjundiosos libros, algunos de los cuales como 'Historia general de las drogas', 'Caos y orden', 'Los enemigos del comercio' o 'Realidad y sustancia', son referentes esenciales y obras cumbres, que tradujo primorosamente trabajos científicos del físico y alquimista inglés Isaac Newton, que sentó las bases de la mecánica clásica y descubrió la Ley de gravitación universal; de Thomas Jefferson, filósofo político y principal autor de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América; de Thomas Hobbes uno de los fundadores de la filosofía política moderna y autor del 'Leviatán', donde sentó las bases de la teoría contractualista; de Patricia Lee, "Patti Smith", cantante, artista visual, feminista y "madrina del punk"; o de Mijaíl Aleksándrovich Bakunin, uno de los más conocidos pensadores de la primera generación de filósofos anarquistas; del ensayista que descubrió que la geometría fractal de Benoît Mandelbrot era una alternativa a la idealización de Euclides y a las estructuras disipativas de Ilya Prigogine; de alguien que pasó los últimos años de su tan intelectualmente prolífica vida estudiando la fonética noruega y la geología de Islandia.

Todo ello debida y eruditamente colocado con opio; MDMA/éxtasis; té de adormidera; heroína, caballo o "cheval en polvo", siempre escrupulosamente tasado, que le permitía "sentarse inmóvil bajo un roble milenario, con los ojos cerrados y todo temblor abolido"; 2C-B, feniletilamina psicodélica; cocaína/perico; alcohol y cigarrillos. Todo ello, en fórmulas medidas y altamente imaginativas de exquisito gourmet, nunca gourmad en su vieja acepción, porque, como él mismo dice: "Nunca comemos con más gusto que hambrientos, pero el tragón no entiende de gastronomía".

Jamás promovió ni defendió el consumo de drogas, sino el derecho a tomarlas o no tomarlas, lo que le valió la inquina de pudibundos, hipócritas y arrepentidos, como Diego Armando Maradona, con quien se enfrentó públicamente, lo que llevó al afamado gafe Carlos Menen a pedir su extradición de Argentina.

Antonio Escohotado y su hijo JorgeAntonio Escohotado fue famoso en vida, pero tras su muerte y la puesta en marcha de la editorial 'La Emboscadura', dedicada a la edición de sus libros y artículos, a la organización de conferencias y entrevistas, a la creación y gestión de contenidos en redes sociales, y animada por su hijo Jorge Escohotado, y el polifacético Jorge Melero, en poco tiempo se ha convertido en un auténtico fenómeno de masas.

A manera de epílogo de urgencia, cabría decir que Antonio Escohotado murió a los 80 años, en paz y armonía con el universo, con el sólo remordimiento y mala conciencia, así lo cuenta el periodista y escritor Ricardo F. Colmenero, de haber ejecutado a escobazos a una rata en los años 1960: "Un espléndido animal. No quería matarlo, pero insistieron mi mujer y mis hijos. Me culpo de eso, sí".

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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