La Historia cambia según quien la cuenta, ya lo sabemos. Las mujeres hemos estado demasiado calladas, así que la mitad de la Historia está casi sin contar. Como si no la hubiéramos hecho, la Historia, digo. O padecido. Me hago esta reflexión al hilo de los dos libros con los que abro este nuevo curso de mis "Lágrimas" amargas: No quise bailar lo que tocaban, de Pilar Aguilar Carrasco, y El libro de mi destino, de la iraní Parinoush Saniee.