www.diariocritico.com

CONCURSO CRÓNICA INTERNACIONAL - GANA 150 €

“Paris, je t’aime”

“Paris, je t’aime”

lunes 05 de mayo de 2008, 11:04h
Cuando pensé en ponerme a describir mi experiencia en París, no tenía muy claro por dónde empezar. No quería contar lo que ya todo el mundo sabe, lo que ya todo mundo conoce sin haber estado nunca allí. Pero, con esta ciudad, es muy difícil no caer en los tópicos... ¿Cómo no hablar de las historias de bohemia,  de los rincones de Montmartre, de la Torre Eiffel, de todos esos tan, tan geniales clichés? ¿Cómo no repetir una y otra vez la inmensidad de su belleza?
Sin embargo, esta cara tiene su cruz en la moneda parisina. Los peligros están ahí, acechando y vigilando, esperando, ansiando atraparte y abrazarte.

El primero de ellos es, sin duda, la insensibilización ante la propia belleza. Y es que nadie puede negar que París es objetivamente bello. Pero tal belleza implica un gran peligro y ese es la caída en una indiferencia ante la misma. Te acostumbras de tal manera a ver tanta perfección a tu alrededor que llega un momento en el que ni sientes ni padeces. Si no tienes cuidado, acabas por ejemplo cruzando el “Pont des Arts” sin caer rendido ante la espectacularidad de los alrededores. Y eso, señores, no es de recibo.

Para continuar, deberás también prestar atención a la “francesalización” de tu persona. Antes de darte cuenta te verás dando cuarenta besos a todo el mundo en los desayunos, vistiendo “Slims” (pantalones de moda lo suficientemente ceñidos como para impedir la circulación sanguínea), aislándote del mundo en el metro con tu Ipod, soltando un “et voilá” cada dos comas, haciendo de la Nutella un pilar base en tu pirámide alimenticia y dando otros cuarenta besos de nuevo en la cena.

Y es que lo de la Nutella es un sí o sí. Pocas personas se han conocido hasta ahora que se asentaran por estas tierras sin llegar a convertirse en víctimas del terrorífico mundo de las “crêpes”. Primas hermanas de las filloas gallegas y  con algún tipo de añadido adictivo que te lleva directamente a la esclavitud, estas resultan todo un placer. Pero, como todo placer, rozando el pecado, implica una penitencia. Y el castigo a este gozo culinario lo padece un bolsillo que adelgaza mientras esa oscura curva de felicidad aumenta.

Usa el metro con responsabilidad

Cuidado hay que tener también con el metro. Úsalo con responsabilidad, lo justo, si no quieres volverte a casa conociendo el mapa de la “RAPT” en vez de París. Y cuando lo uses, úsalo bien. Disfruta de cuando éste salga a la luz, presta atención a los 40 idiomas diferentes que llegas a escuchar así como a las vestimentas de sus usuarios y atiende a ese grupo  gitano-francés que te canta con más devoción que nadie un “Bésame mucho” a las 8 de la mañana a cambio de unas monedas.

Así mismo, si además de conocer algo París, también quieres aprender algo el idioma, lucha. Y digo lucha porque no dudes que los parisinos aprovecharán todas y cada una de las oportunidades para hacer alarde de su fluidez anglófona. Suelta tus “bonllur” y tus “mersí” y disfrútalos, aprovecha.

El malgasto del tiempo no tiene perdón en esta urbe. En París encuentras demasiado esplendor delante de tus ojos. No te quedes ciego y camina. Ve, conoce, observa, escucha, toca…  No digo que haya que vivir una continua estresante vida de turista pero no pienses que “ya tendrás tiempo” porque no es así. Y es que después de aburrirte de recorrerte las orillas del Sena del derecho y del envés y conocerte todas las tiendas de “Le Marais”, aún te quedará el mundo rozándolo con la punta de los dedos.

Un paseo en barca por el “Bois de la Boulogne”, el último musical del “Roi Lion” (demos gracias a las ofertas para estudiantes), un concierto de jazz en el Barrio Latino, un festival de danza árabe, el museo de la magia, de las muñecas, del tabaco, de lo que quieras… Sin duda esa es una de las cosas que más amo de esta ciudad. El aburrimiento se ha marchado para no volver a las calles de París.

Y yo, después de 6 meses y 20 días en esta ciudad de las luces, del amor, de las artes y demás, me declaro amante fiel de cada uno de sus tópicos y de sus no tópicos. No estoy diciendo que aquí todo sea perfecto y que la tristeza no tenga cabida ni mucho menos. Pero la verdad es que todo gusta algo más cuando de camino a casa te encuentras con el payaso que cambia su calderilla recolectada, un sesentero que canta en el metro “La vie en rose” a pulmón abierto o incluso los dos adolescentes de la esquina que bailan como poseídos la “tectonik” te acaba por hacer gracia.

Y repito, no, no quiero que parezca que idealizo esta ciudad pues también hay cosas que me estresan y aborrezco. Pero cada día me cuesta menos acostumbrarme a ver esa Nutella reinando en los desayunos, a ese acento pomposo (aún más exagerado cuando sueltan sus “oh, là, là”) o a esos interminables viajes de metro siempre que tengan como fin uno de esos 50.000 rincones tan inéditos de esta ciudad.

Seis cortos meses han pasado ya de aventura, pero aún queda tiempo. Aún queda tiempo para vivir en el sueño hecho ciudad. Aún queda tiempo antes de despedirse, antes de decirle un adiós, un cuídese a esta ciudad con un “Paris, je t’aime” en la punta de los labios.


Crónica publicada el 5 de mayo 2008
Clara Fátima Morgade Aguado
21 años
Origen: Facultade de Xornalismo da USC (Universidade de Santiago de Compostela)
Destino: Université Paris 8
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios