Los banqueros a ZP: "Es un problema de solvencia"

 Sólo tres días antes, durante la presentación de resultados de La Caixa, su presidente Isidro Fainé, había dado las claves a los periodistas presentes de lo que verdaderamente está sucediendo. Los especialistas en riesgos de las entidades, -casi todos han sustituido a los rumbosos que hace escasamente dos años daban dinero a diestro y siniestro- ,  han avisado de que la morosidad se va a incrementar muy por encima de lo previsto. Incluso por encima del límite histórico de 1993 del 6%. Y las provisiones  genéricas, que suelen utilizarse para salvar este tipo de contingencias, no pueden sobrepasar  legalmente el 6% del total de lo prestado. Ya hay cajas como la Caja Madrid que está en el 6,6% y su presidente, Miguel Blesa, ha avisado de que se van a situar por encima del 7%.

   Así las cosas, y con la solvencia por los suelos, se empieza a revisar la documentación de los activos que sirvieron, en su día para otorgar esos préstamos. Nos referimos, claro está,  en los grandes créditos, los que se cubren con activos como terrenos y promociones urbanísticas, no los que se garantizan con nóminas. Y resulta que la mayoría de las entidades se han encontrado con que los activos están sobrevalorados.

   Es decir, que nos encontramos en una situación similar a la que ya han vivido otros paises. La conclusión, por lo tanto, ya es conocida. Para evitar la quiebra hay que ir a la entrada  pública en el capital privado. Es decir, la nacionalización. Aquí, existe una figura intermedia denominada intervención. Se usó en Banesto en 1993, a través del Fondo de Garantía de Depósitos. Ahora se advierte que alguna entidad puede acabar igual.

   Además del coste que tiene una situación semejante, los banqueros advierten al Gobierno de otra consecuencia: a algunos ministros se les ha llenado la boca últimamente, diciendo que el sistema español está mas preparado para este tipo de contingencias gracias ala labor preventiva del Banco de España. Y puede suceder que estas manifestaciones nos las tengamos que tragar enteras. Y ello supondría un nuevo ridículo, y, sobre todo, la pérdida de credibilidad y de solvencia.