A favor de los sindicatos, pese a todo

Alguien tiene que romper una lanza por los sindicatos en este país desvertebrado, desnortado, desmemoriado y, a veces, descerebrado. Alguien tiene que decir que UGT y CC.OO, que son los llamados sindicatos de clase, algo que ya casi nadie sabe ni qué quiere decir, han tenido un comportamiento modélico a la hora de gestionar la crisis: ya sé que desde la derecha más recalcitrante, la que más habla de las ‘poltronas de los sindicatos’ y de su deber de desaparecer de la faz de la tierra, se anima a Méndez y Toxo a la movilización, a la protesta, a la huelga general.

¿De qué serviría eso en la actual coyuntura económica? ¿Ayudaría una huelga general a la creación de empleo? Claro está que no. Ahora, UGT y CC.OO han convocado para este martes una ‘salida controlada’ de protesta contra los planes de prolongar la edad de jubilación, y hay quienes se lamentan de que esta manifestación no se dirija más directamente contra el Gobierno. Que es, en el fondo de lo que se trata: de utilizar a las organizaciones laborales, y patronales, para desgastar más –como si hiciese falta—al Ejecutivo de Zapatero.

Pienso que los sindicatos no están para apoyar ni para derrocar gobiernos, sino para proteger a los trabajadores. Estamos en un mundo, en una Europa, en una España, en los que las conquistas tradicionales de los trabajadores y del estado de bienestar se encuentran en almoneda. No lo digo precisamente por la prolongación de la edad de jubilación hasta esos rumoreados 67 años, que es medida mal explicada y peor puesta en el debate nacional por un Gobierno que suspende en comunicación y en planificación, aunque no en buenas intenciones: creo que ese tope de edad debería ser flexible, caso por caso, y no rígido, como se ha querido presentar. Así que no quiero entrar a fondo, aún, en la polémica concreta. Pero sí me refiero a esa voluntad, tantas veces amparada por gobiernos que se llaman socialdemócratas, de considerar ‘franquistas’ muchos derechos laborales que tanto costó lograr en España.

Hay toda una mentalidad, que no se refiere a dualidades izquierda-derecha, que quisiera volver al ‘laissez faire, laissez passer’, a un cierto calvinismo laboral, en aras de la recuperación de la competitividad. Y me parece que, en este terreno, los sindicatos son esenciales para mantener los mínimos de los que, simplemente, no se puede pasar. Difícil papel el suyo, en el que deben combinar prudencia y firmeza, flexibilidad y estrategia inteligente. Creo que algún día descubriremos que tenemos mucho que agradecer a personajes como Cándido Méndez o Ignacio Fernández Toxo. Que probablemente se hayan equivocado muchas veces, pero que tengo la impresión de que aciertan en su pasar de cada día. A pesar de todo.
 
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