Durante la sesión, ambos colectivos escuchaban por radio las intervenciones; y cuando supieron que había vencido la abolición de la Fiesta, los colectivos animalistas, prorrumpieron en cánticos y abrazos.
Los profesionales taurinos, en tanto transcurría el tiempo, se iban tornando más radicales y agresivos (en el plano verbal). Allí estaban los matadores: Enrique Guillén; novilleros como Jesús de Benito y Jesús Fernández; el subalterno Omar Guerra (hijo de torero), y una pléyade de promesas catalanas: Antonio Guillén, Carlos Martínez, Carlos Pérez, y un ex matador, que recientemente ha publicado un libro: Raúl Felices.
Todos ellos portaban pancartas en las que podía leerse, entre otras : “Som una cultura. Nosaltres deixidim”. Visca Catalunya Lliure”. En otra se leía: “Soy catalán de adopción. Si me castráis mi libertad, diré ADÉU a Catalunya”. La firmaba Eugeni Ventoldrá (nacido en 1.927).
El más experimentado, que actuará como sobresaliente en el mano a mano del próximo 15 de Agosto, era Enrique Guillén. En su semblante se reflejaba el desánimo, la perplejidad y el desencanto. “Ya no es sólo que unos políticos me impidan ejercer mi profesión, sino me impedirán ¡hasta poder ir a los toros! ¿Qué le explicaré a mi hijo- cuando lo tenga- de que en su tierra, Catalunya, no pueda asistir a un espectáculo único? No tiene pelos en la lengua a la hora de adjetivar a los políticos: “Son peores que en la época de Franco: han instaurado una dictadura de pensamiento único; los que no comparten sus directrices, son ciudadanos de segunda”. Viven empozoñados en la corrupción, e intentan distraer al personal con debate identitarios”.
Salida con escándalo de los políticos abandonando el Parlament
Los ánimos se recrudecieron cuando fueron saliendo algunos de los líderes más conocidos, en su animadversión a la Fiesta: Artur Mas, escuchó impertérrito los improperios, y con una media sonrisa se refugió en su coche, con cristales ahumados y chofer particular. La salida de Montilla, no fue menos significativa: miró de soslayo a los que proferían gritos del colectivo taurino, y en un santiamén, subió al coche oficial.
La conocida abogada contraria a la Fiesta,
Magda Oranich, que había presenciado la sesión desde la grada, se fundió en abrazos con los que portaban pancartas anti taurinas, con una sonrisa de oreja a oreja. Más cauto fue el argentino
Leonardo Anselmi en su salida, con una media sonrisa, y andares de estadista; como un avezado político se dirigió a sus simpatizantes, firmando autógrafos, y haciéndose fotos. Desde el otro lado, llegaban los ecos de la pitada, y los improperios de los excitados profesionales taurinos.
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