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Con el espíritu de la transición

viernes 14 de enero de 2011, 20:07h
La Asociación para la Defensa de la Transición (ADT) es una plataforma que, bajo la presidencia del general Andrés Casinello y con el incansable activismo de Aurelio Delgado, Abel Cádiz y otros antiguos muy cercanos colaboradores del inolvidable Adolfo Suárez, promueve la defensa de los valores de libertad y concordia que hicieron posible el extraordinario éxito, que motivó la admiración internacional hacia España, de la transición sin violencia nada menos que desde una Dictadura que venía de una guerra civil hasta la plenitud democrática sin exclusiones, en la que todas las ideologías fueron admitidas y todos los partidos alzados a la completa legalidad. Así pudieron darse la mano y compartir la pasión por el progreso de España y el régimen de plenitud de libertades políticos que, como el propio Suárez, venían del franquismo, con otros que habían sufrido persecución o proscripción e incluso exilio en las décadas que siguieron a la terrible guerra civil de 1936 a 1939. El mecanismo elegido fue la reconciliación nacional y la convicción compartida por todos de que nadie debía ni podía ser excluido por sus ideas políticas.

Adolfo Suárez y sus colaboradores supieron hacer posible lo que era deseable, y sentaron las bases para que sucesores de signos muy distintos, como el socialista Felipe González y el conservador José María Aznar, quisieran y pudieran mantener los valores de la reconciliación nacional y al mismo tiempo impulsar el progreso económico de España, en un admirable proceso ininterrumpido desde las primeras elecciones democráticas hasta el año trágico en el que la dramática convergencia de un terrible atentado terrorista islámico con la inexplicable de reflejos del Gobierno entonces presidido por Aznar produjo el fatal resultado del triunfo electoral y el acceso a La Moncloa de un político de sonrojante levedad intelectual y sobre todo ética, y con él, el desmoronamiento de España a posiciones muy por debajo del peso real que correspondería a nuestro país en la Unión Europea.

Para el jueves de la semana entrante, la citada Asociación para la Defensa de la Transición ha convocado una mesa redonda sobre un tema de apasionante actualidad y probablemente, cuando se vayan conociendo algunas realidades todavía opacas, de seria trascendencia. Nada menos que las consecuencias actuales de aquella decisión oscura y nunca suficientemente aclarada que fue la extraña descolonización del Sahara en las horas finales del régimen anterior, cuando abandonamos a los españoles saharauis a la voracidad del régimen alauita. En el acto convocado por la Asociación para la Defensa de la Transición intervendrán nada menos que el teniente general Andrés Cassinello, el general Mariano Fernández Aceytuno y el embajador Fernando Arias-Salgado, uno de los grandes depositarios de la confianza y las confidencias de los mejores tiempos del presidente Suárez, con lo que el acto promete ser extraordinariamente interesante y revelador, en el mejor sentido de acercarnos a conocer la verdad de los hechos de aquel momento oscuro de nuestra reciente historia.

Es un hecho que no se debe y seguramente no se puede posponer por más tiempo el gran plan de modernización de infraestructuras y desarrollo económico del norte occidental de África, del que depende el salto de todo el inmenso continente africano a la modernidad y a condiciones de vida libres y dignas para los pueblos africanos. Y es una evidencia que ese gran plan de modernización debe coordinarse desde Marruecos y con la plena colaboración de la Unión Europea, como no puede ser de otra forma, a través de España. Si Marruecos y España van de la mano para el desarrollo del norte occidental de África, sin duda que Estados Unidos se volcará en el apoyo a ese plan de modernización y así lo ha hecho saber ya Washington a Rabat y Madrid. Es tanto lo que está en juego que hace falta una hora ambiciosa de España, lo que con toda evidencia no es posible mientras siga en La Moncloa Rodríguez Zapatero.

La situación agónica del fracasado gobierno de Rodríguez Zapatero coincide con un visible repunte en la opinión pública, según todas las encuestas, de la alternativa que encabeza Mariano Rajoy, pero a la que probablemente falta todavía un recorrido de opinión pública para consolidar la ventaja electoral que ya le dan todas las encuestas y acrecentarla hasta el nivel que permitiese, después de la triste etapa de Rodríguez Zapatero, abrir paso a un nuevo gobierno de tintes moderados, sólido en la gestión de la economía y que no cediese un ápice a nadie en la defensa y promoción de todas las libertades civiles, como en los no menos difíciles años de la transición desde la dictadura a la democracia supieron hacer, con grandeza moral y también con eficacia, Adolfo Suárez y sus magníficos colaboradores.

Cualquier cosa que suponga un nuevo Gobierno, serio y responsable, esto es, lo que ahora no tenemos, nos conviene, cualquier cosa menos la pretensión de un bandazo como el que pretenden ciertos sectores cada vez más afincados en una ultraderecha anacrónica e incivil, que nada tiene que ver con la realidad española de hoy ni con los grandes y serios intereses colectivos. La oportunidad de España, esto es, de los españoles, pasa por el sincero retorno a los grandes valores de la transición, aquellos valores de libertad y concordia que asombraron al mundo y que han quedado como fuente global de inspiración. Esta hora de España necesita, una vez más, capacidad de diálogo y consenso de las derechas y las izquierdas, porque de ninguna manera hay ni volverá a haber dos Españas.
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