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La '(pre)campaña electoral' empieza ya, quizá este mismo lunes

La '(pre)campaña electoral' empieza ya, quizá este mismo lunes

Todo huele ya a eleciones, aunque faltan seis meses exactos para las urnas

domingo 23 de noviembre de 2014, 12:35h
Todo, todo, huele ya a elecciones, y eso que aún faltan seis meses, exactamente medio año, para las primeras, las autonómicas y municipales del 24 de mayo. Los 'estados mayores' de los partidos han entrado en ebullición, se ultiman las listas de candidatos, se hace acopio de dinero para las campañas, se aventan bulos, rumores e hipótesis y, de paso, se imposibilitan acuerdos entre las distintas formaciones para la mejor marcha del país.
La aceleración política vivida en 2014 va a dar paso al frenesí de 2015, un año que estará marcado por unas posibles elecciones anticipadas en Cataluña (veremos), por el auge y posible declive de Podemos y por las reacciones ante su futuro político de los dos hombres sobre los que sigue pivotando la marcha de la política del país: Mariano Rajoy y Pedro Sánchez.

La precampaña, larguísima, empieza ya, quizá este mismo lunes. Algunas instituciones han comenzado ya a encargar discretamente sondeos: a las empresas, a la 'marca España', al país en definitiva, a todos, nos va mucho en lo que pueda suceder en los próximos doce o catorce meses. España vive al borde del infarto político, y lo que dicen los sondeos no contribuye precisamente a tranquilizar al 'stablishment': que una formación como Podemos, cuyo programa de actuación se desconoce, que levanta la polémica allá por donde va (y por donde deja de ir), se presente como la opción ganadora incluso allí donde no tiene ni un candidato reconocible, no deja de causar estupefacción. Hay politólogos que consideran que el fenómeno, que tiene al muy polémico Pablo Iglesias como buque insignia, va a 'dimensionarse', es decir, a volver a sus dimensiones razonables; pero, de momento, lo cierto es que, desde el PSOE, ha empezado la batalla contra ese Podemos al que se le avizoran algunas grietas, sea por el 'sobresueldo' de uno de sus dirigentes, Iñigo Errejón, que es claramente un caso menor, sea por sus tesis cerradas sobre comunicación, que es cuestión, a juicio de muchos, mayor.

La mala comunicación de Rajoy

La comunicación. He ahí el caballo de batalla cuando se plantea una confrontación electoral, sea a seis meses, como las autonómicas y las municipales, sea, como las generales, a poco más de un año. Podemos, que tanto parecía saber, desde sus aulas universitarias, del tema, ha pinchado estrepitosamente en cuanto algún/a periodista notorio/a ha comenzado con preguntas intransigentes a Pablo Iglesias, que no tiene 'programa, programa, programa' aún para responderlas, aunque sí tablas sobradas para evadirlas. Mariano Rajoy está hundido en la miseria comunicacional: Artur Mas, sin ir más lejos, le ha barrido del campo. A Mas le entrevistan los del Guardian, se ve con los del New York Times, y Rajoy ni siquiera es capaz de 'vender' que le sientan a la mesa presidencial en el G-20, junto a Obama, Mekel, Hollande, Juncker o Renzi; ese mismo día, la fotografía de portada era, en muchos medios, para Pablo Iglesias, no para el sonriente Rajoy que miraba a las cámaras sentado al lado del presidente francés y teniendo al presidente norteamericano, al primer ministro italiano, a 'míster Europa' y a la canciller alemana a su alrededor, como 'iguales'.

Ese ejemplo, utilizado por no pocos especialistas estos días, sirve para predicar que hay que dimensionar las cosas. Lo importante es el lugar que ocupa Rajoy, el hombre que sigue, pese a todo, teniendo más poder en España: más que los del Ibex, más que el propio Rey, que está haciendo, con toda dignidad, lo que puede. Luego, lo interesante puede ser la peripecia política del, al fin y al cabo recién llegado Iglesias. O las desavenencias en el centro, que es pequeño al fin y al cabo, entre la UPyD de una Rosa Díez que parece ir a la deriva y un Albert Rivera que, quizá un poco artificialmente, está en ligero alza. Ligero. O lo que resulte del reajuste en Izquierda Unida con Alberto Garzón y sin Cayo Lara, que acabará, creen todos incluso en IU, en los brazos de Podemos, Ganemos o como se llame el resultante final del proceso de convergencia.

Los más mediáticos

Pero ya se sabe que lo importante y lo interesante a veces se dan de bofetadas. Los telespectadores se beben una entrevista con el 'pequeño Nicolás' y desdeñan lo que pueda ocurrir con esa 'lista única' que, de cara a unas eventuales elecciones autonómicas anticipadas, anda ya pergeñando Artur Mas, convencido de que su Convergencia Democrática de Catalunya, tras lo de Pujol, no da más de sí. La gente de la calle es capaz de aguantar una hora para rendir el último tributo a la duquesa de Alba, pero ya ni es capaz de indignarse ante las últimas muestras de corrupción institucional: es lo habitual, y la muerte de la peculiar aristócrata, lo excepcional.

Y todo eso, ante un panorama preelectoral, puede llegar a ser grave. Porque, analizando las encuestas, vemos que corremos el riesgo de ir a parar a las manos de los más mediáticos, de los más demagogos, de los más atractivos, de quienes mejor hablan y peor actúan. La telegenia, la necesidad de ser joven, el populismo, se imponen a veces a las excesivas prudencias de esos hombres grises que nos gobiernan. Y sí, miramos estos días con mucha atención al todavía nuevo dirigente del PSOE, Pedro Sánchez. Tiene un poco de todo: de telegenia, de juventud, de levedad, de sonrisa forzada, de programa y de falta de programa., de izquierda moderada y de conservador en lo esencial. Su comunicación es mejorable, pero mucho mejor que la de Rajoy, faltaría más. El socialista sigue siendo, salvo que las sacrosantas encuestas futuras digan otra cosa, el segundo partido en el arco político, él es una figura sin duda atractiva y está generando cierta ilusión en el centroderecha desorientado y disconforme y en la izquierda templada que busca algo, alguien, en lo que creer.

Con un Rajoy varado, con muchos representantes municipales y autonómicos imputados (o, en terminología de la peculiar juez Alaya, pre-imputados), con las nuevas formaciones en ebullición, pero sin saber qué brebaje nos van a ofrecer, con el empresariado también en período preelectoral, con los sindicatos como ausentes, con la sociedad civil desorganizada, con la intelectualidad dormida, con los medios en crisis, ¿qué queda? Pues eso: nos queda la campaña electoral, la muy larga (pre)campaña electoral que ahora se abre ante nosotros en busca de confrontación de nuevas ideas, de conservar lo que vale antes de tirar por la borda todo cuanto suene a arruga, a cana o a consolidado, y de arriesgar fórmulas nuevas allá donde convenga. Para todo eso sirven las campañas electorales, que barren, para mal, con cualquier posibilidad de pacto, acuerdo o consenso.

A Mariano Rajoy le empujan los suyos, le empujamos todos en realidad, para que ofrezca un programa ilusionante, para que contacte con la sociedad y abandone el encierro monclovita, para que nos diga algo: puede hacerlo. A Sánchez le piden los suyos, le pedimos todos en realidad, que concrete programas, que siga tendiendo manos, que se convierta en alternativa consolidada: no está lejos de conseguirlo, pese a todo, y conste que aún suscita muchas dudas. Los demás, Podemos incluido, tendrán que ir consolidándose para acabar con una realidad que aún existe y que se llama bipartidismo. Veremos si, tras este 2015 que se avizora lleno de retos, amenazas y esperanzas, eso sigue siendo así.

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