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Pompas de jabón

Pompas de jabón

miércoles 29 de agosto de 2007, 17:26h
La carta esférica
Director: Imanol Uribe. Guión: Imanol Uribe; basado en la novela de Arturo Pérez-Reverte.
Intérpretes: Carmelo Gómez, Aitana Sánchez-Gijón, Enrico Lo Verso, Javier García Gallego, Gonzalo Cunill, Lucina Gil, Carlos Kaniowsky.

Qué tendrán las novelas de Pérez-Reverte que, a pesar de venderse como rosquillas, no emulsionan ni queriendo con la gran pantalla. O por lo menos no cumplen expectativas mínimas salvo excepciones muy contadas. La Carta Esférica, de Imanol Uribe, adolece del ‘quiero y no puedo’ hasta límites insospechados; es más, crea una falsa sensación de acción y /o argumento que dejan un mal sabor de boca al espectador, desfallecido de inanición tras alimentarse durante hora y media larga de grandes pompas de jabón.

Cierto es que las densas atmósferas literarias son complicadas de reflejar en metrajes tan cortos, pero de ahí a prometer y no cumplir –en ambos terrenos- hay trecho. El desfase fundamental lo aporta una banda sonora insistente que hace soñar con tesoros y piratas a los que Coy (Carmelo Gómez) y Tánger (Aitana Sánchez-Gijón) persiguen ciegos por el brillo de la codicia, la lujuria, el éxito. Quizá fuera más honesto no presentar el producto como ‘una de aventuras’, pero la tentación era grande. Y los barcos, también.

Los dos protagonistas, junto a un tercero y hasta a un cuarto en discordia (Enrico Lo Verso, Gonzalo Cunill), corren prestos en una gymkhana para hacerse con una carta naútica del siglo XVIII, el ‘Atlas Marítimo de Urrutia’, entre cuyas indicaciones yacen las coordenadas de un bergantín jesuita hundido en Cartagena: Dei Gloria. Las zancadillas y secretos entre ellos son un continuo desde el primer momento, haciendo de la intriga uno de los ejes de esta adaptación. Intriga que no sabe convivir con la Historia.

Estamos demasiado acostumbrados a ver patas de palo y loros parlantes desde tiempos inmemoriales, o incluso asistir desde la butaca a hundimientos espectaculares de época, y por ello es muy posible que escuchar de boca de una sobreactuada Sanchez-Gijón las historias emocionantes de los marinos de antaño, nos resulte tan poco creíble como su pretendida sabiduría cartográfica. Así es la vida. Menos mal que ahí está Carmelo, muy de andar por casa el hombre, para poner desde tierra el sentido común a esta ‘fábula’.

Pero, a pesar de los esfuerzos individuales, muy escasos, por cierto, La Carta Esférica pierde sin remedio su baza congénita, su capacidad para activar la imaginación del respetable, que no consigue empaparse de la magia que envuelve al relato, lleno de florituras sin encanto y con un solo destino común: el velero ansiado con el que poner rumbo a la leyenda, con cien cañones por banda, viento en popa… Todo muy previsible, incluidos los ‘mini-giros’ concluyentes, muy de best-seller, con perdón.

Los diálogos, relativamente forzados, contribuyen también al desatino común para disgusto del veterano director vasco, así como, quién lo diría, ciertos orgasmos fingidos, qué le vamos a hacer. Lo mejor de la película son, sin duda, esos planos y secuencias rodados en el mar, que al menos ofrecen una salida visual decente a la frustración conceptual. Aire fresco para un film que paradójicamente está ambientado casi en su totalidad en localizaciones exteriores. Hay que respirar de vez en cuando.

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