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Manual de cómo mandar al carajo una campaña electoral en cinco días

Manual de cómo mandar al carajo una campaña electoral en cinco días

sábado 17 de mayo de 2014, 11:21h
No existen, creo, manuales de cómo mandar al carajo una campaña electoral. Pero, si los hubiera, me parece que contemplarían muchas de las cosas que han ocurrido en esta semana. Los sondeos de inminente publicación, los últimos posibles, no reflejarán ni los efectos sobre el cuerpo electoral de la muerte de Isabel Carrasco -que sin duda existen--, ni los del 'cara a cara' entre los dos principales candidatos -que vaya si existen--, ni los de las posteriores, desafortunadísimas, declaraciones de uno de ellos, Miguel Arias, acerca de su contrincante, Elena Valenciano; y esto sí que va a repercutir, seguro, en los tristes resultados que se cosechen en las urnas el próximo día 25. El caso es que entramos en la recta final de una campaña que, en cinco días, ya se ha ido al diablo, por decirlo de manera menos contundente.
 
Primero: las reacciones al asesinato. Para quien suscribe, permítame el amable lector una pequeña incursión personal, la semana ha sido más bien triste: estuve, lunes, con la presidenta de la Diputación de León hasta diez minutos antes de que sus asesinas le descerrajasen, a pocos metros de donde nos despedimos, cuatro tiros mortales, abriendo un culebrón de sucesos, de infamias y de mala baba en las redes sociales que, sin duda, influyen en el desarrollo de algo políticamente tan delicado como es una campaña electoral, incluso obligando a suspenderla durante un día. Quién sabe si, de haber accedido ella a mi pretensión de acompañarla hasta su casa, o hasta su coche, hubiésemos evitado el crimen, porque las autoras buscaban tenerla sola. Ella, amablemente, declinó mi invitación, porque mi automóvil estaba aparcado allí mismo, y partió hacia su destino. Inútil ahora preguntarse qué hubiese ocurrido de haber transcurrido las cosas de otra manera. La clase política actuó bastante bien, aunque algunos sectores trataron de hacer victimismo político de lo que era un aborrecible suceso, ni más ni menos.
 
Segundo: luego está, martes, lo de la moción de censura en Extremadura, metedura de pata donde las haya del dirigente socialista extremeño Fernández Vara. Todavía quiero escuchar de labios de Pérez Rubalcaba, y no de los de algunos de sus adjuntos, que dio su visto bueno a tamaño dislate, que, también, influía sobre la campaña algo descolorida del PSOE. Pero ¿no estábamos deseando transmitir mensajes de cara a Europa? Hombre, para perder una moción de censura tan calamitosamente podrían haber esperado un par de semanas, ¿no? La sensación de descontrol en los cuarteles de Ferraz se incrementaba.
 
Tercero: el debate anodino. El jueves, con un día de retraso sobre lo previsto, como muestra de luto por el asesinato de Carrasco, el debate en televisión. Se ha hablado mucho de ello. Lo ganó Valenciano por cuatro cuerpos. Miguel Arias Cañete, mi compañero de colegio, y durante un curso hasta de pupitre, Miguel Arias, no fue él: lo inmovilizaron consejos equivocados de quienes pretendieron mantener atada su lengua y encerrado su pensamiento. Culpan al superasesor Pedro Arriola, pero hay otros responsables, el propio Arias el primero.
 
Cuarto: el patinazo. Arias, viernes, se dio cuenta de su error, y corrió presto hasta las cámaras de Antena 3 a corregirlo. No se le ocurrió nada mejor que, siendo acaso más él que él mismo, decir todas aquellas burradas sobre la superioridad intelectual del hombre que debate con las mujeres indefensas. ¿Machismo? Nunca le tuve por tal. Sí por imprudente y algo lenguaraz.
 
Quinto: alegría en el PSOE. En los cuarteles socialistas de la 'indefensa' (¿?) Valenciano, de cuya amistad, aunque más lejana, también me enorgullezco, han sabido sacarle no poco lustre al patinazo  del candidato del PP, que ha sumido a los suyos en negros presagios: "ojala perdamos solamente un punto", se lamentaba, sábado, otro miembro de la candidatura, anticipando las encuestas dominicales que, ya digo, no han tenido tiempo de reflejar lo ocurrido en esta semana, verdaderamente inusual. Y es que resulta difícil acumular tanta desgracia, tanta infamia, tanto dislate y tanta equivocación en solamente cinco días. Cinco días que cambiaron una campaña que, de tono menor, ha pasado a ser catastrófica. ¿Cabrá, en los próximos cinco días, rectificar tanto error?


El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>     
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