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El otro Rato

El otro Rato

lunes 07 de mayo de 2012, 20:24h
Rodrigo Rato es un tipo muy inteligente, aunque se doctoró en economía siendo vicepresidente (23 julio 2003), lo que no deja de ser chocante y hasta sospechoso, y tan reciente llegada al mundo del análisis económico no le ha aportado una gran valoración sobre sus conocimientos reales de economía. 
De hecho, su tesis "El ajuste fiscal: un modelo explicativo del crecimiento de la economía española en la segunda mitad de los noventa" apenas alcanzaba las 400 páginas. Entiéndaseme, no es que una tesis se mida al peso, pero 400 páginas teniendo en cuenta las limitaciones editoriales de una tesis -doble espaciado, bibliografía extensa, explicación detallada del estado de la cuestión investigada- no son realmente muchas, es más, solamente mi tesina, como se le llamaba antes, tenía 300 páginas.

El Sr. Rato se ha especializado en salir huyendo de sus cargos cuando se aproximan problemas: iba de número dos de Mariano Rajoy cuando la debacle del 14 M 2004 y a las pocas semanas renunció "porque había sido elegido director gerente del FMI" cargo que, hasta la salida de Dominique Strauss Khan y entrada de la brillante Christrine Lagarde no podemos decir que fuera precisamente "técnico". De allí también salió zumbando el 28 de junio de 2007, dejando tras él una pésima imagen española y una gestión que las auditorías internas de la entidad calificaron de arriesgada, escasamente previsora y mal planificada. De hecho, el informe es muy duro con la gestión de Rato: "[de 2004 a 2007] se vivió en una burbuja de optimismo mientras se gestaba la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión (1929). [...] las deficiencias internas impidieron prevenir la crisis". El informe detalla las deficiencias organizativas y habla de peleas internas, graves problemas de comunicación, interpretación sesgada y política de los informes económicos y ausencia de supervisión y control por parte de la dirección del FMI, es decir, del Sr. Rato.

Llegó a las Españas con muchos contactos jugosos y, aunque no conocemos los entresijos de las conversaciones, parece ser que albergaba la esperanza de sustituir a Rajoy al frente del partido -recordemos que la primera legislatura del presidente Zapatero fue la de peor valoración de Rajoy- y que, incluso en el interior de su partido, se le empezó a "hacer la cama" con la operación Rato-Aguirre en la que el apoyo del hoy defenestrado Barquero de la Albufera fue decisiva para que Rajoy mantuviera las riendas del aparato del partido.

Proveniente del Banco de inversiones Lazard, donde estuvo apenas unos meses, saltó a una de las jugosas consejerías del Banco de Santander que le sirvió de plataforma para hacerse con Caja Madrid. Cuando la crisis arreció y las cajas de ahorro estuvieron a punto de irse a pique todas ellas, él fue la cara sonriente y carismática de la operación de la que nació Bankia, ese engendro al que el Financial Times ya catalogó como un mal banco (no un banco malo que es otra cosa) y del que ahora, mientras escribo, el banco Lazard ha puesto a la venta todas sus participaciones: ¡Sálvese quien pueda!
Bankia es una malformación financiera: no es un banco ni es una caja de ahorros; no es un banco malo pero actúa de parking de activos tóxicos; se presenta como solución y es un problema de narices para el sistema bancario español y, justo ahora, cuando ni el paraguas de la omertá de los otros banqueros españoles puede salvar la operación y Bankia está al borde de la intervención -quién sabe si cuando se publiquen estas líneas no habrá ocurrido ya- el Sr. Rato vuelve a presentar su dimisión. Malo.

Los roedores en las antiguas bodegas de los barcos eran capaces de percibir el peligro de naufragio antes que los propios navegantes y marineros y estos aprendieron rápidamente que cuando los veían desfilar y abandonar la nave es que ellos debían prepararse para lo peor. Con los modernos sistemas de navegación y fumigación, los barcos casi no tienen ratas y la expresión ha pasado al lenguaje coloquial y se aplica casi en exclusiva al mundo de la política y al mundo empresarial. 

Rato -¡curiosa casualidad homófona!- abandona una vez más su puesto justo antes de la caída del banco que preside y dirige desde su constitución y del que es mentor y hacedor. Lo peor, lo más sorprendente, es que sigue teniendo el aura de buen gestor y gran financiero que nunca, ni por lo más remoto, ha demostrado ni en conocimientos ni en logros. Veremos dónde aterriza ahora este inteligente paracaidista multimillonario, aunque con los tiempos que corren y en vista del tamaño y poder devastador de la crisis no descarto que decida retirarse a escribir sus memorias. Ya tendrá tiempo de volver cuando la crisis se haya llevado por delante a Rajoy y a Merkel y las vacas vuelvan a engordar.
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