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El sistema electoral de EEUU

martes 06 de mayo de 2008, 19:59h

Cuando los precursores de la moderna democracia estadounidense decidieron cuáles debían ser las reglas del juego para elegir al presidente del país, pensaron que era mejor no darle el poder directo a los ciudadanos, aunque estos acudieran a las urnas a votar. Impulsados por un sentimiento de profunda desconfianza sobre la capacidad de la población de elegir al presidente correcto, los padres del país establecieron que cada estado aportaría un puntaje determinado al proceso electoral, determinado por el número de su población.

Empieza la carrera hacia la Casa Blanca

Aspirar al cargo de presidente de Estados Unidos es un trabajo que requiere organización, esfuerzo y mucha resistencia por parte de los candidatos y sus equipos de trabajo. También es imprescindible tener capacidad para recoger suficiente dinero para sostener una campaña que, en el caso de los más afortunados, suele durar más de un año. Son millones y millones de dólares los que los precandidatos gastan desplazándose por los 50 estados que conforman el país y pagando anuncios publicitarios en la televisión local de cada uno de ellos.

Los partidos y sus candidatos

En Estados Unidos existen dos partidos políticos principales: el Demócrata y el Republicano. Existen otros partidos registrados y ha habido años electorales en los que candidatos independientes han participado en la carrera electoral. Sin embargo, la historia reciente de Estados Unidos todavía no conoce un presidente que no fuera demócrata o republicano. 

Primarias y ‘caucus’: Elegir al candidato de cada partido 

Aunque los votos de los ciudadanos no cuentan uno por uno, los votantes se involucran en el proceso electoral desde el momento en que cada partido debe escoger al candidato que lo representará en las elecciones generales de noviembre. Este proceso, que dura unos seis meses, se lleva a cabo mediante elecciones primarias o asambleas partidistas (‘caucus’), según lo establezca cada estado.

Las primarias son elecciones directas: los votantes acuden a las urnas y emiten su voto en papeletas o máquinas electrónicas de votación. Hay tres tipos de primarias: abiertas, cerradas y generales. La mayoría de los estados tienen primarias cerradas, lo que significa que sólo los votantes inscritos en cada partido tienen derecho a votar por un precandidato.
Otros estados tienen primarias abiertas, en las que los votantes pueden escoger a cualquier precandidato, sin importar a qué partido pertenezca el votante. Y en las primarias generales, los electores pueden votar en las primarias de todos los partidos.

Los ‘caucus’ o asambleas partidistas, es un proceso de elección de precandidatos que requiere un mayor nivel de compromiso, entusiasmo y disposición por parte de los votantes, porque se convierte en una reunión de la comunidad para, casi literalmente, pujar a favor de su candidato.

El ‘caucus’ empieza cuando los votantes, reunidos en un local determinado (una biblioteca, salones escolares), se dividen en grupos menores, según su candidato de preferencia. Cada candidato o grupo debe tener un porcentaje (usualmente 15%) del total de personas que hay en la habitación. El grupo que no logra ese porcentaje a favor de su candidato, debe romperse y cada votante debe ir a formar parte de otro grupo. Para atraer a los votantes que pertenecían a grupos que no lograron el porcentaje requerido, los miembros de los grupos mayoritarios deben usar todo su poder de convicción. Al final, el candidato que más personas tenga en su grupo, gana el ‘caucus’.

Ganar delegados y superdelegados

Según la población de cada estado, cada partido asigna un número determinado de delegados, que son las personas que después votan a favor de su candidato en la convención del partido. Durante el proceso de primarias, los candidatos van ganando delegados, que es el número que cuenta para lograr la nominación del partido.

El partido demócrata tiene este año un total de 2025 delegados que los candidatos deben ir ganando según su desempeño en las primarias. La distribución de delegados comprometidos en el caso de los demócratas es complicada, porque estos se reparten en proporción al número de votos obtenidos. En el caso de los republicanos, quienes tienen este año un total de 1191 delegados, es un juego de “el ganador se lo lleva todo”: el precandidato que recibe la mayor cantidad de votos en un estado, se lleva el total de delegados asignado a ese estado.

Los números de 2025 delegados, en el caso de los demócratas, y 1191, en el de los republicanos, incluyen a los superdelegados, personas que pertenecen a la élite de cada partido (senadores, congresistas, ex presidentes, ciudadanos destacados) y que tienen total libertad de elegir a qué candidato de su partido apoyar. En el caso de que el voto popular no haya sido lo suficientemente decisivo y llegue la hora de presentar al candidato del partido con varios precandidatos empatados, los superdelegados tienen el poder de influir en la decisión final. De allí que, además de ganar votantes entre el ciudadano común, los candidatos deban apelar también a la simpatía de la “clase alta” del partido.

La nominación oficial

En la época del verano, una vez finalizado el proceso de primarias, los partidos celebran sus convenciones generales, en las que se hace el anuncio oficial del nominado por el partido para las elecciones generales de noviembre. En la mayoría de las ocasiones las convenciones son una formalidad porque el voto popular suele determinar quién será el candidato presidencial del partido durante los meses de invierno y primavera. Sin embargo, es posible que los ciudadanos, divididos entre dos candidatos, no hayan podido tomar esta decisión y sean los delegados y superdelegados quienes tengan la palabra final.

Las elecciones generales

Una vez que cada partido tiene a su nominado oficial para las elecciones generales, el candidato tiene un par de meses para hacer campaña antes de noviembre.


Así como en las elecciones primarias el voto de los electores contaba para asignar delegados a los precandidatos, en las elecciones generales el voto sirve para asignar electores, es decir, los miembros del Colegio Electoral que cada nominado presidencial gana por estado en las elecciones generales de noviembre.

La razón de prolongar el complicado sistema de elección no se basa únicamente en la falta de confianza en el electorado, sino que también es una manera de darle valor al voto de los ciudadanos de los estados pequeños, que de otra forma serían pasados por alto en las campañas de los candidatos. Pero como estos necesitan una cantidad determinada de delegados para llegar como los nominados a la convención del partido, y otro número determinado de electores en las elecciones generales para convertirse en presidente, todos los estados cuentan.

Cuando los estadounidenses llegan finalmente a las urnas para elegir un nuevo presidente después de un largo proceso de preselección, más que por los candidatos, en realidad están votando por las 538 personas que conforman el Colegio Electoral.

Ganar electores

Existen 538 votos electorales divididos entre los 50 estados y el Distrito de Columbia. Cada estado tiene un elector por cada uno de sus miembros en el Congreso: uno por cada legislador de la Cámara de Representantes (determinado por la población estatal) y uno por cada senador (cada estado tiene dos). Un candidato necesita la mayoría de los votos electorales, es decir 270, para llegar a la presidencia. La mayoría de los estados conceden todos sus votos electorales al candidato que gana la votación popular en el estado. Los electores luego emiten dos votos cada uno: uno para presidente y el otro para vicepresidente. Esos sufragios son enviados al Congreso, donde son certificados.

El día de las elecciones, los estados realizan comicios directos en todo su territorio para elegir a los electores, bajo el sistema que contempla que el postulante que gana se lleva todos los votos electorales. Las únicas excepciones son los estados de Maine y Nebraska, que distribuyen sus votos de manera proporcional.

A su vez, los residentes del estado de Colorado votarán simultáneamente en un referéndum para dividir los nueve votos electorales del estado proporcionalmente entre los candidatos presidenciales. Si esto es aprobado, será aplicado de manera inmediata y podría complicar las elecciones en caso de que no exista una ventaja clara por parte de ninguno de los candidatos.

La lealtad de los electores

La constitución no obliga a los electores a que voten de una manera específica, pero 29 estados y el Distrito de Columbia le piden a sus electores que sufraguen por los candidatos de su partido. De los 21.000 electores de la historia del país, sólo 10 fueron “electores desleales” y cambiaron los votos de su partido y la decisión popular del estado. Sin embargo, la situación nunca modificó el resultado de una elección.
El caso más reciente se registró en 2000, cuando un elector del Distrito de Columbia se abstuvo de votar por el candidato demócrata Al Gore, para protestar por la falta de representación del distrito en el Congreso.

Un elector republicano de West Virginia manifestó que no votaría por Bush si el presidente ganaba en ese estado. Cinco estados estipulan sanciones para los “electores desleales” que van desde multas de 1.000 dólares hasta condenas por delitos. No obstante, nunca se ha penalizado a ningún “elector desleal”.

El presidente es elegido

Los electores de cada estado se reunirán en su propio estado el 13 de diciembre. El Colegio Electoral nunca se junta como cuerpo. Cada estado recoge los votos y los envía al Congreso, que los contará y certificará el 6 de enero. Dos semanas después, el 20 de enero, el presidente es investido.

Si dos candidatos presidenciales reciben la misma cantidad de votos electorales, la Cámara de Representantes decidirá quién se convierte en presidente y el Senado hará lo propio con el vicepresidente. Esto es así siempre que ninguna de las votaciones estatales sea impugnada.

¿Por qué Estados Unidos aún utiliza el sistema del Colegio Electoral?

Es demasiado difícil conseguir la aprobación de otra opción. El Colegio Electoral sólo puede ser reemplazado a través de una enmienda constitucional. Pero ello requiere de mucho tiempo y la existencia de un acuerdo. La iniciativa debería ser aprobada por ambas cámaras del Congreso y luego ser enviada a todas las legislaturas estatales. Posteriormente 38 estados deberían respaldar los cambios para que la enmienda entre en efecto. En los últimos 200 años, el Congreso trató más de 700 propuestas para cambiar el sistema, haciendo que la enmienda se convierta en una de las más buscadas.

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