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De lo que no se hablará

miércoles 28 de enero de 2009, 11:26h
El 30 de enero se hablará en la Asamblea de Madrid de la red de espionaje que supuestamente funciona dentro del organigrama de la Consejería de Presidencia, Justicia e Interior, cuyo responsable, Francisco Granados, ha rechazado que tenga espías a sus órdenes para hacer trabajos de vigilancia, contravigilancia y seguimiento de personas.

Todo empezó cuando El País inició una serie de  informaciones dando cuenta de que el vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González; el ex consejero Alfredo Prada, y el vicealcalde de la capital, Manuel Cobo, habían llevado pegados al bigote informantes por cuenta ajena, o propia, durante algunas jornadas. A raíz de conocerse estos datos, todos pidieron explicaciones y la oposición exigió a Granados que acudiera a la sede parlamentaria de Vallecas para contar qué sabe sobre estos seguimientos, ilegales sin duda, porque este tipo de actuaciones corresponden exclusivamente a la Guardia Civil y  la Policía Nacional a instancias de la Justicia. Eso es lo que dicen las leyes que hay que hacer para seguir los pasos de algún ciudadano, cuando hay algo que parece ilícito en sus movimientos o acciones.

Ese día también se hablará en el Parlamento autonómico de la improvisación de los gobernantes autonómicos ante las nevadas de la primera semana de 2009 que tantos problemas de desplazamiento y de otro tipo trajo a los madrileños, que aquella mañana llegaron tarde o no acudieron al trabajo porque los que tenían la obligación de hacerlo habían olvidado echar sal en las calles u otras acciones preventivas antes las inclemencias del tiempo.

Ya veremos si los gobernantes regionales son capaces de reconocer alguna culpa en los atascos y demás incidencia que se produjeron aquel 9 de enero, y no dejar todas las llamadas de atención para el Gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero que, sin duda, también dejó de hacer los deberes.

De lo que no se hablará ese día será de la mayor preocupación de los madrileños y españoles: el paro galopante. La portavoz de IU, Inés Sabanés, a las pocas horas de conocerse que el número de desempleados en España superaba la barrera de los tres millones de personas y que en Madrid ya estamos por encima de los 300.000, registró en la Asamblea de Madrid una petición de comparecencia para que la consejera de Empleo y Mujer, Paloma Adrados, informase de aquello que agobia e inquieta casi al 80% de los españoles, según el CIS.

Ese día no se hablará de que casi el 4% de los hogares madrileños tienen todos sus miembros en paro, lo que supone que para salir adelante tendrán que hacer trucos de magia y pedir limosnas en las instituciones, si las percepciones de desempleo se le han acabado o no tienen derecho a ellas. Ese día tampoco se hablará de los casi 350.000 madrileños con cara, nombre, apellidos y familia que están parados. Ese  día tampoco se hablará de las medidas necesarias para reducir las cifras de desempleo ni de de la necesidad de que todos, empresarios, sindicatos y gobernantes, dediquen todos sus esfuerzos y talento a intentar acabar con esta lacra social.

Sin necesidad de relegar los debates sobre la nieve y los supuestos espías, se podría haber tenido un detalle con los parados convirtiendo ese, cada vez más numeroso, ejercito sin empleo en protagonistas por un día haciéndoles ver que la lucha contra el paro además de una bella consigna es el principal motivo de sus acciones y debates políticos.
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