Caja Madrid: la decisión, ya

El fenómeno de hiper-politización en torno a nada menos que la cuarta entidad financiera por activos de España, CAJA MADRID, excede no ya de lo sensato, sino incluso de lo admisible en términos de rigor económico y mucho más cuando el país se encuentra inmerso en los parámetros del fondo de la crisis. ¿Es acaso seria la polémica, abierta por los políticos sin recato, incluso con todo lujo de detalles, en los medios de comunicación, sobre el control de CAJA MADRID? ¿Lo es el espectáculo de resistencia numantina y aferramiento al sillón por parte de quien, llegado por el arbitrario dedo político a la presidencia de la Entidad, debe asumir que es natural que el cese le llegue por el mismo conducto? ¿Lo es acaso la tremenda batalla, con todo lujo de efectos políticos especiales, por ocupar el sillón que dejará vacante Miguel Blesa una vez sea firme su salida del cargo?

Ya no es sólo razonable preguntarse qué pensarán de este espectáculo los clientes, sino también qué pensarán de esas frivolidades, en las alturas de CAJA MADRID, los esforzados trabajadores de la Entidad, que han conseguido, a pesar de sus jefes y a base de trabajo serio y esforzado, reducir nada menos que en un tercio la morosidad, mientras, enzarzados los dirigentes en sus batallas políticas y personales, los mediocres resultados del semestre reducen el beneficio en nada, una fruslería, el 47 por ciento.

Se ha llegado al punto en que la cuestión noticiable no es ya si tal o cual candidato es idóneo y tiene el nivel para presidir CAJA MADRID, sino quién le pondrá en el cargo y por tanto a quién servirá. Es natural que un hombre brillante y capaz, un auténtico primera fila, como Rodrigo Rato, o un hombre capaz y serio, como Luis de Guindos, se planteen si realmente les merecería la pena llegar en estas circunstancias a la presidencia de la Entidad, que puede así verse condenada a que un tercera fila sea sustituido por otro tercera fila, y esto es un país de excelentes banqueros y extraordinarios economistas con sobrada competencia profesional.

¿Pero es serio que en una economía europea y potente como, a pesar de quienes hoy dirigen el país, es la española, la presidencia de nuestra cuarta Entidad financiera dependa de si se ponen o no de acuerdo el presidente del PP con la presidenta, también del PP, de la Comunidad de Madrid y con el alcalde, también del PP, de la capital, y todos ellos con los dirigentes políticos socialistas o de cualesquiera otros partidos, de Madrid? ¿Ese es el respeto que se tiene, desde el enrevesado mundo de la política y los políticos, hacia los clientes y los empleados de CAJA MADRID?

Está bien, incluso es deseable, que Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre acuerden el nombre a llevar a la presidencia de CAJA MADRID, incluso aún mejor si lo hacen sobre un entendimiento con el PSOE de la Comunidad, pero siempre que el nombre pactado corresponda a alguien con la entidad personal, conocimientos profesionales y nivel acordes con las exigencias de regir la cuarta entidad financiera de España.

No es que falten precisamente nombres que cumplan tales exigencias. Ahí están por ejemplo, entre los que vienen circulando, nada menos que Rodrigo Rato, Luis de Guindos y Manuel Pizarro. Cualquiera de ellos traería su nivel personal al cargo en lugar de vestirse con el nivel del cargo. Pero no sería serio un solo escalón por debajo del nivel de los citados.

Los madrileños en general, y desde luego los clientes y los empleados de CAJA MADRID, no se merecen menos, ni desde luego el espectáculo de una subasta política de un puesto de alto nivel financiero. La historia, es decir, los electores, juzgarán lo que finalmente se haga por quienes tienen la obligación de hacerlo, por cierto, sin más demora, mejor mañana que pasado, por el bien de la Entidad y de sus clientes y por la respetabilidad de la economía de la Comunidad de Madrid, ámbito de la que ya se reconoce internacionalmente como la gran capital moderna del sur de Europa. Nada menos, y eso a pesar de las costosas excentricidades de su alcalde.