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Vea los planes del Gobierno y los planes de los etarras

Interior: 2010 será el año del fin de ETA

Interior: 2010 será el año del fin de ETA

>> "ETA acabará diluyéndose como un azucarillo, o, a lo sumo, convirtiéndose en una banda parecida al GRAPO"

martes 05 de enero de 2010, 15:46h
Para algunos expertos antiterroristas, ya no hay duda: 2010 es el año del gran debate en ETA, del fin del final de la banda armada. Y a ese final anunciado se llegará tanto por la presión del abertzalismo desencantado como por la presión de sus presos en cárceles españolas y francesas. "ETA acabará diluyéndose como un azucarillo, o, a lo sumo, convirtiéndose en una banda parecida al GRAPO, auténticamente residual", nos dice un alto cargo de Interior. Por ahora, la labor de zapa de la política de Rubalcaba-Gallizo con los presos de ETA en las cárceles españolas está dando su resultado.
         La política penitenciaria siempre ha constituido un arma contra la banda terrorista. Lo sabía muy bien Antoni Asunción (Manises, 1951) mientras ejerció como director general de Instituciones Penitenciarias (1988-1993) y comenzó a acometer la dispersión de presos de ETA. A Asunción se debe la introducción de ciertas prácticas psicológicas que luego han venido funcionando con bastante buen resultado para cuartear la unidad de los presos etarras.

         Unas técnicas que tuvieron continuidad en el tiempo y que han sido utilizadas en estos años por Pérez Rubalcaba y su brazo ejecutor en Instituciones Penitenciarias, Mercedes Gallizo (Zaragoza, 1952). Una política, en fin, que está perfectamente analizada en un libro de próxima aparición sobre las negociaciones con ETA que ultiman estos días Fernando Jáuregui y el autor de este artículo, Manuel Ángel Menéndez.

         Lo que está ocurriendo ahora en el interior de la banda por la situación interna de los presos no es nuevo, sino el producto de la estrategia que Pérez Rubalcaba introdujo en el otoño de 2008 en la política penitenciaria con respecto a ETA. En ese momento, Rubalcaba abrió un nuevo frente en la lucha antiterrorista con una labor de zapa en las cárceles: impulsar la disidencia entre los reclusos etarras hacia la dirección de la banda.

         Para ese fin, Rubalcaba y su brazo ejecutor, Mercedes Gallizo, contaron con un grupo de expertos de Interior formado por un comisario de la Policía Nacional especializado en la lucha contra ETA, un comandante de la Guardia Civil y un veterano y destacado funcionario de Prisiones que establecieron las primeras experiencias piloto en las cárceles de Zuera (Zaragoza) y Villabona (Asturias) como laboratorios de un nuevo intento de ruptura del colectivo de presos, con el objetivo de aislar a los considerados “irreductibles” y convertirlos en minoría.

         Una de las medidas adoptadas fue la de reagrupar a veteranos disidentes de ETA en la cárcel de máxima seguridad de Zuera (Zaragoza), a la que trasladaron a 16 veteranos etarras, la mayoría ex dirigentes importantes de la banda, como Francisco Mujika Garmendia ‘Pakito’, o activistas con delitos muy graves, como José Luis Urrusolo Sistiaga o Ignacio Arakama Mendia ‘Makario’. Convertidos en 'ala disidente', todos los citados forman ya parte de los 40 expulsados por la banda mafiosa de un colectivo total de unos 750 presos.




Reagrupamiento controlado para sembrar la disidencia

         La idea de Rubalcaba era aprovechar la disidencia en presos históricos de ETA, con delitos de sangre, para mostrar al resto del colectivo de presos la inutilidad de seguir con la vía terrorista. Para esta no tan nueva estrategia -ya la había ensayado Antoni Asunción, junto a otros episodios de ‘guerra psicológica’ más de tipo personalista- el Gobierno trataba de hacer de la cárcel de Zuera un punto de concentración para contribuir, desde el colectivo de presos, a que la dirección de ETA desistiera del terrorismo en un momento en el que tenía muchos frentes abiertos.

         La estrategia del Gobierno se apoyó en los resultados de una carta suscrita en junio de 2007 por dos dirigentes de ETA presos, José Luis Álvarez ‘Txelis’ y Kepa Pikabea, en la que denunciaban la marginación de los presos en el fallido proceso de paz, la “inutilidad de la lucha armada” y el haberse convertido en obstáculo para el avance de la izquierda abertzale. Como consecuencia fueron expulsados de ETA y del colectivo de presos, lo que había abierto una fisura en la banda.

         En marzo de 2009, entre los principales etarras disidentes se pudo contar con ex dirigentes como ‘Pakito’; Carmen Guisasola ‘Lourdes’, ex jefa del comando Vizcaya; José Luis Urrusolo Sistiaga; el temible Santiago Arrospide Sarasola ‘Santi Potros’, condenado a 790 años por el atentado de Hipercor, en Barcelona; Rafael Caride Simón ‘Rafa Gallego’, que también participó en el atentado de Hipercor, o Iñaki Rekarte, en la cárcel desde 1992.

         Precisamente fueron esos ‘históricos’ -que veían cómo se iban a pudrir, literalmente, en la cárcel y que no se iba a avanzar ni un ápice en el sueño utópico de la independencia de Euskadi ni en la creación de la gran Euskal Herria- se encargaron de generar un debate, provocando la discusión entre los etarras que llegaron a Zuera seleccionados por el equipo de Interior. Fuera de Zuera, esa labor la emprendieron también Álvarez Santacristina ‘Txelis’ y Kepa Pikabea Ugalde.

         A finales de 2009, las prisiones de Villabona y Zuera recogían cerca de 40 presos de ETA que en algún momento habían mostrado signos contrarios a la lucha armada. La intención del equipo de Interior era llegar al medio centenar de internos entre ambas cárceles, cifra con la que buscarían el paso público, el manifiesto contra la violencia.

         Y en ese contexto someramente reseñado es en el que hay que incluir la nueva expulsión por el colectivo de presos de ETA de cinco reclusos por saltarse la disciplina interna: Valentín Lasarte -su nombre está unido a los asesinatos del político del PP Gregorio Ordóñez y del socialista Enrique Múgica-, Ignacio Recarte Ibarra, Andoni Muñoz de Vivar, Esteban Murillo Zubiri y Jorge Uruñuela. Los cinco están repartidos precisamente entre las prisiones de Villabona, Zuera y Dueñas. No es pura coincidencia.


Reagrupar también a los 'abertzales buenos'

         Siguiendo con esa política penitenciaria de 'reagrupamiento interesado' de etarras, o de abertzales que apostaban por la vía pacífica, Interior e Instituciones Penitenciarias agrupó a determinados dirigentes batasunos en prisión, como Joseba Álvarez, Rufino Etxeberria -que participó activamente con Otegi en las negociaciones de Loyola- y Juan José Petrikorena, ex ‘jefe de prensa’ de Batasuna, quienes fueron trasladados desde las cárceles de Topas (Salamanca), Aranjuez (Madrid) y Curtis (La Coruña), respectivamente, a la prisión de Logroño. Es decir, que el Ministerio del Interior siguió con Batasuna la misma política de reagrupamiento de los presos de ETA que podían estar mejor situados en una posición crítica con el mantenimiento de la ‘solución armada’.

         “ETA está ahora más débil que nunca”. Esta frase se ha repetido en infinidad de ocasiones, y siempre era cierto. Ahora, según confirman documentos incautados por la policía, la situación de la banda es desesperada: necesita dinero, el 'santuario francés' se ha acabado definitivamente y Europa, como lo demuestra una reciente sentencia del Tribunal de Estrasburgo, ya no piensa que la banda sea simplemente “separatista” o “guerrillera”, denominaciones que, increíblemente, aún utilizan algunos medios de comunicación británicos y alemanes.

         Los dirigentes etarras están cada vez más lumpenizados, peor preparados, más carentes de una base teórica, siquiera sea la demencial dialéctica tantas veces utilizada. Algunos de los que negociaron con ETA en el pasado proceso de paz, quienes los han visto cara a cara, piensan, y así lo han transmitido privadamente, que estos jóvenes no tienen preparación ni ideales; solamente fanatismo. “Están perdidos”, nos dice una fuente que conoce bien a la nueva camada de etarras.


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