Ni conejo, ni chistera

   El presidente del Gobierno acudió ayer al debate sobre el estado de la nación sin nada que ofrecer. Tan es así que se atrevió a vendernos de nuevo la Ley de Economía Sostenible y unas cuantas iniciativas más como la Ley de Ciencia o el Plan Industrial 2020 sin más contenido que el mero enunciado. Como estaba escrito en el guión previsible de su discurso nos quiso comulgar con algunos brotes verdes para convencernos de que ya la economía española está creciendo y que va a mejorar el empleo.

   Como ha dicho Rosa Díez fue todo el discurso un cóctel de ficción y desacato en referencia a su deseo de que no se hubiese presentado recurso contra el estatuto de Cataluña y de que el Constitucional no hubiera tardado tanto en producir una sentencia. Para el PP, Zapatero no tiene sólo el síndrome de la Moncloa sino también el de Estocolmo. El presidente nos ha dicho que ahora está haciendo lo que debe y que es bueno. Ha cambiado radicalmente su política y sin despeinarse la buena es ahora. ¿Le importa el proyecto con que ganó las elecciones y sus votantes? Parece que no. Pero, eso qué más le da a Zapatero. Si hay que cambiar se cambia con tal de seguir en el poder.

   El presidente se ha quedado sin discurso, sin ideas y sin apoyos. Está más solo que la una y pretende que lo que le queda por hacer en el terreno laboral, pensiones o educación se haga con complicidades que frenen los ataques de la izquierda e incluso de muchos de los que le votaron hace apenas dos años. Ha sido sin ninguna duda el discurso más vacío y más plano de Zapatero. No había que molestar. Es lo que pretendía, equivocadamente. Un discurso más humilde y más creíble podría haber convencido a alguien. La verdad es que pocos, porque cada día que pasa se confirma que el presidente ya no convence y que efectivamente se ha convertido en el problema. Nada que ofrecer y muchos deseos de que se aparte y deje a otros enderezar la situación.