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José Pedro Carrión, actor: "Los gobernantes desprecian la Cultura porque son títeres al servicio de los hilos enmarañados del mercado"

viernes 01 de julio de 2016, 08:52h
José Pedro Carrión, actor: 'Los gobernantes desprecian la Cultura porque son títeres al servicio de los hilos enmarañados del mercado'
Es uno de los grandes/grandes de la escena española en el último medio siglo, durante el cual ha protagonizado un sinfín de obras de todo tipo siempre a la perfección con su capacidad gestual, mímica y con esa voz inigualable que te cala hasta las entrañas. Además, José Pedro Carrión, que adorna su hoja de servicios a la Cultura -con mayúsculas- con innumerables galardones, entre ellos el Premio Nacional de Teatro, lleva dentro un filósofo, un profundo pensador de la vida al que le duelen muchas cosas de este país, como relata en esta entrevista. Eso sí, ha decidido bajarse de los escenarios para enfocar, desde su próximo retiro en Lanzarote, su aportación al arte de Talía en otras dimensiones, fundamentalmente con los niños. De modo que quien quiera disfrutarlo debe aprovechar la última oportunidad: su nueva gira con 'Páncreas', que va a significar algo así como su despedida.

- Has tomado la drástica decisión de una especie de retirada a Lanzarote cuando concluyan las representaciones de 'Páncreas', ¿cuáles fueron las razones?

- Me desclasifico de este modelo caducado, carísimo y vergonzoso, propio de una burguesía, que está desapareciendo. Los ricos no van al teatro, ni los políticos, que nos financian. Y los pobres no tienen ni el tiempo ni el dinero, para ser diletantes. La media de edad del público actual está entre los 50 y los 60. Nos queda un suspiro... Somos un “grumio” muy lamentable... Irresponsable, pedigüeño, quejica y pusilánime, que no quiere percibir la realidad, ni cumple con su función social. Todo lo contrario, colabora neciamente en adormecer las conciencias. Mira la cartelera. Elige un título, ve a la sala y perderás tu tiempo y tu dinero. El nivel real es de una subsistencia a la desesperada. Mucha producción precaria, paupérrimo reparto, mucho formato y muy poco que decir. Hemos perdido la oportunidad, en nuestra Transición, consintiendo conscientemente un juego estúpido entre lo público y lo privado y estamos contaminados por la peste del mercado universal. Si el 21% es injusto, lo es para cualquier oficio. Para nosotros es criminal, porque el número de espectadores de la obra de más éxito es ínfimo. Es nuestra responsabilidad y culpar a nuestros representantes políticos una verdadera idiotez. Menos autopremios con pancartas y discursillos y más oficio operativo. Sufrimos y soportamos la misma corrupción en la Sociedad que en el Teatro. No lo lamento, lo delato y me pongo a la faena. ¡Es miderecho a demandar más teatro en la educación de nuestros hijos! A largo plazo es nuestra necesaria reválida. Reconozco que hay muy escasas e invisibles excepciones... Busco en Lanzarote un aislamiento preventivo y una nueva manera de operar más involucrado con las persona y los ciudadanos.

- ¿No vas a sentir nostalgia de los grandes escenarios?

- La experiencia privilegiada en ellos me obliga a ser agradecido y seguir activo en otro formato. La melancolía es muy destructiva. Y sí, quisiera que no se hubiera perdido el poder de la palabra y su reflexión. Aquella con la que me encontré, viendo hacer a nuestros actores. Los que ya se fueron. Hay una lista enorme... No hemos recogido su testigo. Mi generación egoista ha naufragado y carece de proyecto. Hemos dejado un escenario irrespirable a los que vienen. Y las generaciones, que ahora ocupan el Teatro, van a la deriva, desorientadas y deprimidas. “Un poco peor y genial”, decía Tamayo... Aunque de ese estiercol nacerán nuevos claveles rojos. Se ve en la retina de los niños más inteligentes y sensibles, que vienen...

- ¿Qué ha sido lo mejor que te han dado en cuanto al contacto con la gente?

- Darme cuenta que el Público (con mayúsculas) es el auténtico Protagonista (con mayúsculas) y el genuino Maestro (con mayúsculas). Un buen actor es un puente de transmisión entre un poeta sabio, el Autor, (con mayúsculas) y las personas y ciudadanos, que despiertan un sueño en la representación. A condición de que sepa ser creativo y no estar al servicio de un director hegemónico, estar presente y no escondido en nombre de su personaje, y que sepa decir, “largar”, las palabras escritas en su guión. El que tiene la Palabra (con mayúsculas) tiene el poder. Y el poder del teatro es la reunión y la transformación del individuo a través de la pasión y la reflexión, que aviva su conciencia. Es la purga necesaria de una sociedad sana.

- ¿Cuál opinas tú que ha sido tu mejor actuación? ¿Qué se te ha quedado sin hacer?

- La última función de 'Páncreas' en el Principal de Vitoria, con mis dos excelentes compañeros, payasos gamberros exquisitos. Cayo y Lara. Con ellos y cuatro técnicos experimentados, comparto y ejercito una buena costumbre: hago lo mejor o nada. El más difícil todavía propio de mi oficio es nuestro mejor estímulo. El público tiene una expectativa, lo sepa o no, asistir a un acontecimiento humano. Me gusta pensar que somos una obra de arte en vivo y en directo, con un arma favorita: La risa. Afortunadamente, nos quedan muchas funciones por hacer...

- ¿Quiénes han sido tus maestros?

- El público, algunos compañeros y los Yayos. Llamo así a nuestros viejos cómicos. Aprendían haciendo y viendo hacer. Escuchaban al público. Sabían estarse quietos y callados. Así adquiría su valor el “Dicho y Hecho”. Heredaban los trucos del oficio y los desarrollaban. Esos trucos no se enseñan en las escuelas. Los yayos sabían perfectamente quén era de “esto” y quién no. No perdían ni el tiempo ni la oportunidad. Este Oficio es muy personal y se puede aprender, pero es inútil intentar enseñarlo. Y cada día el aprendizaje es más un rompecabezas de teorías de Teorías de la Actuación, para un negocio infame. Ahora el que no es de “esto” es el más rentable. Se puede intentar aclarar una técnica operativa, pero la buena técnica favorece la intuición, aunque no garantiza la inspiración. Paradójicamente la inspiración nace del no saber. Pero es que la buena técnica no se ve, es buena, si la olvidas, al dominarla. Cuando la técnica no es buena, personal, se come la creatividad, entorpece más que ayuda y uniforma a todos en un techo muy bajo. Es recomendable empezar a practicar el oficio desde muy joven, en el jardín de Infancia, para no llegar demasiado tarde y tan despistado. Lo más dificil es desaprender los prejuicios y las malas costumbres. Los buenos maestros, que he tenido, escuchaban y querían aprender.

- ¿Se sabe decir hoy el verso?

- Fernan Gómez afirmaba que el Verso se dice “Bien”. Y si no, “¡A la mierda!”. Es muy personal y prefiero hablar de afinidades y diferencias con la prosa. Ambas formas tienen vocales y consonantes, ritmo y son una combinación de afirmaciones, negaciones y preguntas.

- Se piensa que los grandes actores, como tú, lo demuestran en el teatro, por aquello de que en cine y televisión se pueden repetir las escenas. ¿Qué hay de cierto?

- El único sitio que reconozco como mi territorio es el escenario. Lo prefiero con diferencia. Es en vivo y en directo. Es realmente imprevisible en cada representación. El resto es un Arte, al servicio de una máquina. Aunque, si lo aguantas, tiene su propio reto y se trata también de una colaboración, de un equipo.

- ¿Alguna vez se ocuparán los gobernantes de la Cultura -con mayúsculas, como te gusta- en general y del teatro en particular?

- Jamás lo harán, mientras sean títeres al servicio de los hilos enmarañados del mercado. La razón es fácil de comprender. Es preferible desarrollar la ignorancia supina y la opinión generalizada frente al criterio personal, que es un ejercicio de libertad y amenaza la seguridad establecida.

- ¿Y de algo tan básico como la educación?

- Son mentirosos por naturaleza y por oficio nuestros representantes politicos. Los mal educados favorecen la mala educación. Nosotros les elegimos y es mejor no olvidarlo. Hemos empezado el milenio con una mala inversión: seguridad por encima de libertad. El conocimiento nos hace más libres. Por el momento queda un tiempo largo, para soportarlo malamente, colaborando en lo queda de democracia, adormeciendo la conciencia individual y colectiva y alimentando nuestra propia idiotez. Creo en un Teatro, cada día más necesario, como valor y herencia de la humanidad, que haga responsable al ciudadano del crimen del que se queja. Vamos perdiendo la revolución de los derechos y creo que es urgentísma una revolución de nuestros deberes, como personas y ciudadanos, frente a la estupidez de la especie. Mi oficio enseña que nunca se acaba de aprender. Ni en el teatro ni en la vida. Quiero educarme día a día, practicando un magnífico antídoto: la ternura.

- O sea que los políticos son malos actores, ¿no?

- Son tan malos que utilizan el teatro fuera de sitio. Veo 'tablas', manipulando el Teatro y vuelvo a sentir indignación. Y esa indignación me lleva a votar contra un gran engañador y sus indignos lameculos.

- ¿Qué te parece que se hayan tenido que repetir las elecciones por falta de acuerdo? ¿Votaste el 20-D y ahora el 26-J?

- ¡Voté, ¡claro que sí! Lamentablemente, insisto, en contra. Y lamentablemente cada cuatro años, cuando podría hacerlo, día a día. Sería un mejor uso del móvil. Una aplicación para implicar al ciudadano en el Parlamento. Y espero que esta vez no haya dejación de funciones, vergonzosa y consentida. El teatro te enseña a discutir, es básico. Y es esencial llegar al acuerdo. Incluso estar de acuerdo en no estar de acuerdo. La palabra viene del latín: corazón. Sin corazón, no hay vida para los seres humanos. De nuevo, la ternura... contra la imbecilidad. Sin pelea no hay cambio.

- ¿Cómo un enamorado y profesional de la palabras valora que la sociedad actual cada vez apueste más por la imagen y lo inmediato en detrimento de la lectura y la reflexión?

- Lo valoro negativamente, claro. Es cierto que es así nuestra sociedad actual, sí, pero los que vienen, genéticamente llegan mucho más desarrollados y algunos de ellos, como siempre en nuestra Historia, encontraran un camino más humano y más justo. Más amable...


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