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Jorge Herralde, editor de Anagrama: "El asedio al mundo editorial es recurrente y taimado"

miércoles 27 de julio de 2016, 08:05h
Jorge Herralde, editor de Anagrama: 'El asedio al mundo editorial es recurrente y taimado'
(Foto: Maria Teresa Slanzi)

Desde su editorial, Anagrama, ha construido un catálogo de ensueño con la misma inteligencia que mimo durante 47 años. Jorge Herralde (Barcelona, 1935), es el editor independiente que ha tenido más éxitos editoriales en España. Su relevo al frente de la editorial se producirá el 2 de enero de 2017, momento en el que la editorial española pasará a manos de la italiana Feltrinelli, cuando solo unos meses después su director y fundador cumpla 82 años. A partir de entonces, su nueva directora será Silvia Sesé pero Jorge no ha bajado ni un ápice la tensión y la actividad frenética al frente de Anagrama.

La primera obra que publicó bajo el sello Anagrama era de Hans Magnus Enzensberger, publicada en 1969, en la colección de ensayo Argumentos. Entre ella y los títulos más recientes de la emblemática Panorama de Narrativas hay más de 3500. Un esfuerzo editorial titánico que, hace solo unos años, le valieron a Herralde la Medalla de Oro a las Bellas Artes.

J.M.V.- Anagrama comenzó editando, en 1969, ensayo político en abierta confrontación con la ideología franquista. ¿Qué queda de aquella Anagrama en la de 2016?

J.H.- Me gustaría creer que persiste una identidad, no pétrea, sino teniendo en cuenta las modulaciones del tiempo (como ya las tuvo, claramente, en sus inicios). Digamos que con la voluntad de editar “libros” y no editar “no libros”. Lo que el gran Giulio Einaudi llamaba “la edición sí” versus “la edición no”. La edición “sí” es la que investiga, se arriesga, busca la parte oculta, lo prohibido, desvela los interesas profundos. Enfrente, la edición “no”, a favor de lo obvio, del mercado, del caballo ganador, sin más preocupaciones que la cuenta de resultados.

P.- La aspiración de todo editor es configurar un catálogo propio y válido por sí mismo. Usted lo ha conseguido y con creces: 3500 títulos largos y con un abanico de autores que ya quisiera para sí cualquier editorial. ¿Puede decirse que Anagrama es un ambicioso y utópico sueño de Jorge Herralde hecho realidad?

R.- Mi sueño era ser un editor y configurar un catálogo con una identidad propia, capaz de convocar a determinados lectores, “mes frères, mes semblabes”. Y así, vivir de forma más intensa y gratificante, pese a los previsibles sinsabores.

P.- ¿Qué siente si le recuerdo aquellos iniciales secuestros de libros y los consecuentes procesos judiciales?

R.- Frustración, cabreo y voluntad de perseverar.

P.- Ahora los enemigos son otros: el mercado, la crisis económica y el cambio de paradigma tecnológico… ¿Cómo se combate a esos enemigos desde el mundo editorial?

R.- A fuerza de voluntad, trabajo, al apoyo de varios equipos (el editorial y el de las varias distribuidoras españolas y latinoamericanas). Desde la época de la censura franquistalo sabía: por utilizar el título del libro de un autor inglés, era consciente de que tenía que “pelear por encima de mi peso”. Contra dicha censura cualquier “victoria” (colar algún libro imposible, por ejemplo) era exaltante, cualquier percance se vivía como provisional (confiando en el triunfo ineludible de la lutte finale). Ahora el asedio es más recurrente y taimado. Así son las cosas, nadie nos obligó a ser editores.

P.- El primer éxito de Anagrama en literatura fue su colección Contraseñas (1977). Después vino Panorama de Narrativas, en los 80, y uno de sus primeros “booms”, ‘La conjura de los necios’, de John Kennedy Toole, que anda ya -si no me equivoco- cerca de la 90ª edición… ¿Entraba todo eso en sus planes editoriales o fue cuestión de apostar muy fuerte y de un poco de suerte?

R.- La apuesta literaria, no sé si fuerte pero muy persistente fue publicar aquellos autores que consideraba pertinentes de la forma más esmerada posible, y configurar un catálogo con credibilidad. Y así publicamos algún libro de un autor que fue un éxito desde el inicio (como La conjura de los necios de John Kennedy Toole, Seda de Alessandro Baricco, El dios de las pequeñas cosas de Arundhati Roy, Danubio de Claudio Magris, Los girasoles ciegos de Alberto Méndez, Elogio y refutación del ingenio de José Antonio Marina o El lector de Bernhard Schlink). Y con muchísima más frecuencia estadística, fruto de la política de autor, se produjeron fenómenos extraordinarios de ventas de escritores que habían tenido una trayectoria comercialmente más modesta. Y aquí los ejemplos son innumerables: Ébano de Ryszard Kapuscinski, Sostiene Pereira de Antonio Tabucchi, Limónov de Emmanuel Carrère, Correr de Jean Echenoz, El planeta americano de Vicente Verdú, Corazón tan blanco de Javier Marías, Bartleby y compañía de Enrique Vila-Matas, Crematorio y En la orilla de Rafael Chirbes o ahora Farándula de Marta Sanz. Y naturalmente son importantes la intuición, la perseverancia y el imprescindible (e impredecible) concurso de la suerte.

P.- Después han venido muchos más, y entre ellos, los nombres de Auster o Bolaño, han sido más que extraordinarios. ¿El secreto está en apostar por lo diferente, por lo muy poco conocido, incluso lo totalmente desconocido…?

R.- Así es, pero no arbitrariamente.

P.- Se ha devaluado también en el mundo editorial el concepto de fidelidad (pienso en los autores), como parece que lo ha hecho en el de las relaciones de pareja. ¿Todo tiene un precio?

R.- La burbuja editorial provocó que el concepto de “fidelidad” pareciera obsoleto. ¿Cómo resistirse si un gran grupo pasaba una oferta que no tenía que ver con las ventas previsibles? También hay que decir que, durante muchos años, la relación entre editores y autores (en muchos países) era muy desigual, con aspectos cercanos a la “esclavitud”.

P.- ¿El título y la portada son verdaderamente tan decisivos en el éxito editorial de un libro?

R.- No sé si son tan decisivos, no hay teoremas imbatibles en el ámbito editorial, pero he procurado que los títulos, las ilustraciones y los paratextos fueran los más pertinentes posibles.

P.- La proporción de los márgenes en el papel, el cuerpo y tipo de letra, ya no parecen ser el otro aspecto a dirimir en la edición de un libro. El formato digital parece que se impone. ¿Es así o es aún peor y lo que está verdaderamente en solfa es la misma lectura, que la gente lee cada vez menos…?

R.- Hace unos diez años imperaba un tam-tam apocalíptico: el libro de papel tiene los días (los minutos) contados. Ahora vemos que en Europa las ventas de ebooks se han estabilizado entre un 4 o un 5 por ciento. En Estados Unidos y en el Reino Unido, donde se cargaron el Precio Fijo del libro en favor del Precio (llamado) Libre, con los nefastos efectos culturales que supuso, según las últimas estadísticas se ha quedado en 25 por ciento. Pero atención: las ventas son casi exclusivamente de literatura de género y apenas asoma la buena literatura, la llamada literary fiction. Aunque se dice que se lee más que nunca, aunque en forma fragmentaria, desatenta. El cambio de hábitos de consumo parece ser lo más decisivo.

P.- Los jóvenes, desde luego, parece que dejan de leer después del instituto. Son muy pocos los que van constituyendo -como se hacía antes, título a título, autor a autor-, su propia biblioteca (electrónica o no, da igual). ¿Los videojuegos son los asesinos de la lectura?

R.- Mi opinión sobre los hábitos de no lectura de los jóvenes coincide exactamente con lo que dices. Antes los jóvenes, al ingresar en la universidad, empezaban a crearse su propia biblioteca, en parte gracias a la muy amplia oferta de libros de bolsillo. Ahora, en todo el mundo, de nuevo la globalización, el libro de bolsillo está sufriendo una caída importante, porque sus compradores “naturales” prefieren otras opciones. Además, muchos factores conspiran en contra de la lectura. Por ejemplo, en los ámbitos de la enseñanza, en las “rebajas” culturales universitarias, o en el desapego del gobierno del PP (véase el IVA o la ausencia de compras de las bibliotecas, con sus repercusiones en las librerías, en las editoriales o en los autores, y un amplísimo etcétera).

P.- Un día dijo usted que “el día que desconecte, ¡me moriré al siguiente!”. ¿Se ha planteado ya cual va a ser su papel a partir de enero de 2017, cuando una mujer, Silvia Sesé, le sustituya como directora de Anagrama?

R.- La noticia de mi muerte confío en que no sea inminente. A partir de enero de 2017 pienso seguir colaborando en la editorial y apoyando, sin interferir, la labor de la excelente Silvia Sesé.

P.- ¿El proceso de fusión con Feltrinelli es el de transformación de una editorial -Anagrama- que ha permanecido casi medio siglo como editorial independiente?

R.- Cuando hablamos Carlo Feltrinelli y yo, le interesaba Anagrama por lo que era, por su catálogo, por su implantación en librerías en España y en América Latina, etc. Su idea es, pues, no cambiarla. Para un futuro de posible expansión en América Latina por parte de Feltrinelli, contar con Anagrama es un factor nada desdeñable.

P.- La historia de Anagrama ha discurrido prácticamente de forma paralela a la de la democracia en España. ¿Puede entenderse la cultura de estos últimos 40 años en España sin Anagrama?

R.- Hay analistas mucho más neutrales que yo para responder a esta pregunta. Pero creo que puede entenderse perfectamente bien.Naturalmente, nunca me he planteado mi oficio de forma tan grandilocuente.

P.- ¿Qué opina usted del fenómeno de Podemos en nuestro país?, ¿es realmente una nueva forma de ver la vida política o se trata de un viejo modelo, aunque con caras nuevas?

R.- Podemos fue una ilusionante irrupción en este país, tan degradado por la corrupción y la crisis, aunque no pocas ilusiones desaparecieron, justificadamente, a partir del pasado diciembre, como se comprobó en las recientes elecciones.

P.- Contemplado desde la atalaya de 40 años después, ¿es este panorama, político y cultural, el mejor de los posibles?

R.- La pregunta va en broma, supongo…

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