La ultraderechista Sanae Takaichi, líder del Partido Liberal Democrático de Japón (PLD), se ha convertido este martes en la primera mujer de la historia en asumir la jefatura del Ejecutivo nipón.
Takaichi sucede al primer ministro saliente, Shigeru Ishiba, después de imponerse en las primarias del partido conservador el 4 de octubre.
La Dieta, el Parlamento nacional, fue el encargado de seleccionar a la nueva primera ministra. La victoria de Takaichi estaba prácticamente garantizada tras el acuerdo que su partido firmó en la víspera con el Ishin, un nuevo socio de coalición. La suma de escaños de ambas formaciones les dio la mayoría necesaria, y la oposición no presentó un candidato unificado que pudiera hacerles frente.
Composición y desafíos del nuevo Ejecutivo
La victoria de Takaichi, uno de los perfiles más radicales de la formación, provocó que los centristas de Komeito rompieran su coalición y llevó al partido gobernante a buscar en Ishin un nuevo aliado. Con esta unión, los conservadores aseguran su continuidad en el poder, que apenas se ha interrumpido desde 1955. Sin embargo, en el nuevo panorama multipartidista, el PLD e Ishin no tienen mayoría en la Cámara Alta, lo que anticipa un Ejecutivo frágil. Takaichi tendrá que buscar la cooperación de otros partidos para aprobar leyes y sacar adelante los presupuestos.
El nuevo Gobierno se enfrentará a importantes desafíos, como el envejecimiento de la población, una deuda colosal, la creciente preocupación por la migración, la inflación y una economía inestable.
Una líder controvertida
Takaichi ha ocupado diversos puestos en anteriores gobiernos, fue ministra de Seguridad Económica y miembro de la Cámara de Representantes desde 2005. Sin embargo, su elección no augura un futuro más igualitario para las mujeres japonesas.
Ha prometido un giro reaccionario en la política, inspirada por su ídolo, la ex primera ministra británica Margaret Thatcher. La nueva "dama de hierro" japonesa defiende una visión conservadora de la familia, rechaza que una mujer pueda ocupar el trono imperial y votó en contra de que se conserve el apellido femenino en el matrimonio.
La ultraderechista también ha adoptado un punto de vista revisionista de la Segunda Guerra Mundial, negando los crímenes del ejército imperial japonés y rechazando cualquier idea de arrepentimiento. De hecho, visita habitualmente el controvertido santuario Yasukuni, que no solo rinde homenaje a los soldados japoneses caídos, sino que también venera a 14 criminales de guerra.
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