El de Alvaro Ussía, muchacho de dieciocho años asesinado por tres gorilas de discoteca en la madrugada del pasado sábado, puede no ser un caso único. Los tres porteros mataron al joven simplemente porque, en el interior del local, ‘El Balcón de Rosales’, un centro de chicos y chicas bien educados, quizá ‘pijos’, tuvo la mala suerte de tropezar con la novia de uno de los energúmenos. Le propinaron una brutal paliza, le rompieron las costillas y el corazón y lo dejaron allí tirado, en el Parque del Oeste, agonizando. Los periódicos publican apenas los iniciales de los tres asesinos –que, entendemos, no homicidas—que no pueden irse de rositas alegando que no querían matar a Ussía. Lo abandonaron allí, tendido, con el corazón roto porque le hundieron, a golpes, el esternón. Los tres ‘gorilas’ asesinos no pueden irse de rositas, ni el ‘Balcón’ puede dejar de pagar su responsabilidad por haber contratado a tres matones, en lugar de a un servicio de seguridad responsable. ¿Pueden los ‘gorilas’ llevar a sus novias al lugar donde trabajan? ¿Pueden linchar a un muchacho por haber tropezado, simplemente tropezado en medio de una broma, con la tal novia? ¿Cómo reparar el dolor insufrible de la familia de un chico prometedor, normal, que solamente quería divertirse sin molestar a nadie en la fiebre del viernes noche? Hay que pedir un castigo ejemplar para esos asesinos, cierre del local hasta que se paguen las indemnizaciones que corresponden y cuidado y rigor en la selección de los matones que, con toda impunidad, hacen y deshacen a la puerta de los locales que albergan los ocios de unos muchachos que nada malo han hecho, excepto atreverse a entrar en un antro controlado por indeseables que todo lo fían a la fuerza bruta.