sábado 17 de marzo de 2007, 14:11h
Demasiadas coincidencias para no preocuparnos: Mariano Rajoy se ha ofrecido para salvar la nación española -que él considera amenazada sin que sepa precisar por qué-, los navarros son convocados a la calle para defender sus fueros -que están blindados por las Constitución española- y los obispos se confrontan con el Gobierno, sin conformarse, siquiera, con los diezmos y primicias que les garantizan no sólo los gastos corrientes de su organización católica sino hasta el derecho de contratar y despedir a los profesores de religión que se pagan de los Presupuestos Generales del Estado. No hay agravios ni amenazas pero se recrean fantasmas que asustan y movilizan.
En España, cada vez que se ofrece un salvador de la nación, amenaza una guerra civil. No es el caso, por lo menos todavía, pero la presencia en las calles de una derecha dura, instalada en la necesidad de encontrar un pretexto para confrontarse contra el Gobierno invocando a Dios, a la patria y a los fueros de Navarra, es un escenario de intranquilidad.
El terrorismo ofrece, además, el factor emocional y cierto del dolor de las víctimas. Un proceso de liquidación negociada de la violencia exige una gran cohesión social porque significa que quienes han padecido directamente las secuelas del terrorismo tendrán que hacer un sacrificio de perdón, siempre y cuando los verdugos muestren, por lo menos, conmiseración. No se da ninguna de estas condiciones. No hay unidad, los verdugos se envalentonan con sus crímenes, y las familias reciben todos los días impulsos para que sus emociones choquen con la vida política.
Se impone una llamada general a la responsabilidad. En primer lugar a la derecha política para que asimile de una vez los parámetros que son inexcusables en la Europa democrática. Si el Partido Popular no entiende que su homologación con Europa pasa por estas medidas se encontrará con un partido de centro que ocupe el espacio que está dejando peligrosamente libre. Y al Gobierno hay que pedirle que ante un escenario tan peligroso se arme de razón, no deje huecos a las aventuras predemocráticas y tenga una mano de hierro con el terrorismo. Si se cumplen estas condiciones, los fantasmas seguirán estando en los armarios hasta que se disuelvan en el progreso de la historia.