Solo Palha cumplió con las expectativas de la semana torista presentando una gran corrida de toros.
martes 02 de junio de 2009, 11:00h
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Solo Palha cumplió con las expectativas de la semana torista presentando una gran corrida de toros.
No soy del gusto de hablar de semana torista en la feria, creo que lo que se espera (ver toros) en la última semana de San Isidro, es lo que se debe esperar en cualquier tarde de toros. Pero después de haber soportado una de las ferias mas aciagas y yermas de toro, sólo quedaba la esperanza de que estos grises amigos del sol aliviaran la desidia que tantas tardes nos ha acompañado y al menos cerráramos la feria con unos momentos de toreo labrados con un toro digno de llamarse así.
Pero tampoco pudo ser. Ya no es la primera temporada en la que Adolfo Martín merece la reprobación de los aficionados que aprecian de corazón el esfuerzo de quien no se resigna a criar el toro bobo que piden las figuras, pero Adolfo Martín lleva un tiempo en que le cuesta encontrar el camino de la casta, esa casta que mostró hace muy poco Comadrón en la pasada concurso y que le faltó a la corrida del viernes, corrida que acusó falta de casta y exceso de flojedad.
Fue también protestada la presentación de alguno de los adolfos, sin embargo en mi opinión los toros estaban en tipo, no tan vareados como los hemos visto otras veces.
No puedo decir lo mismo de Victorino Martín y aclaro que no me refiero a la presentación pero sí al tipo. Es ya habitual ver animales de Victorino que se distancian del típico Albaserrada en hechuras y romana y nada nos inquietaría si el astuto ganadero siguiera presentándonos como resultado de su alquimia un compendio de bravura, casta y la nobleza justa para que se pueda hacer el toreo sin perder la emoción pero estos nuevos victorinos, están siendo ya mentados por su falta de casta, mansedumbre y nulo poder. Y en plata podemos decir que ha vuelto a pegar un petardo, esta vez en la capital del reino.
La expectación que provocaba la vuelta de Cebada Gago a Madrid no ha sido inferior a la decepción de ver que de salida solo pasaron tres toros. Habría sido mejor que hubiera cogido la corrida y la hubiera llevado de vuelta para Medina Sidonia, por su honor de ganadero y por ahorrarnos una de las tardes más soporífera del serial. Ninguno de los tres cebaditas valió, el primero –el mejor presentado-, se rajó muy pronto y los otros dos no habían venido a Madrid para que su publico recordase glorias otrora vividas. De los remiendos de Guardiola Fantoni no recuerdo nada bueno, no sé si al menos el producto post mórtem habrá valido para aliviar apetitos en Casa Toribio.
De la corrida de la prensa en el capítulo ganadero decir que los astados de Parladé fueron nobles y flojos hasta decir basta y que los dos toros de La Laguna que remendaron la corrida –segundo y cuarto- tenían todavía menos casta dentro que los del hierro titular.
Como ven, me he dejado lo bueno que es poco para el final. Poco se puede reprochar a los novilleros por no haber sacado nada más que sustos en su encuentro con la novillada de Guadaira. Con estos seis novillos encastados, duros de patas y alguno con planta de toro ya quisiera yo ver a muchos curtidos matadores. La novillada tuvo de todo, desde el noble primero que se dejó hacer en la faena de muleta, hasta los tercero, cuarto y sexto que hicieron pasar las de Caín a los jóvenes coletudos, por que si no se les podía, tarea harto difícil para toreros inexpertos, te echaban mano a la primera de cambio. Novillada no apta para lucir el toreo, pero sí para recordar el significado del toro de lidia y para que estos chicos, que tampoco se arrugaron ante tan cabreados enemigos, demuestren que quieren ser toreros.
Y otra vez Palha. Otra vez el señor Folque, este criador de toros como él prefiere que se le llame, nos ha traído una gran corrida de toros. En general los Palha fueron bravos en el caballo, encastados y con movilidad. El cuarto además embestía con mucha nobleza. Todos mostraban impecable presentación.
Y en el otro lado, los toreros. Las palmas que pedían la salida del mayoral no podían ocultar la congoja que nos dejó Israel Lancho en su marcha a la enfermería; pocos recuerdan una cogida tan brutal. Pero de este amargo trance no tiene la culpa una buena corrida de toros, como algunos desaprensivos quieren ahora vender. Sí tiene mucho más que ver que estos tres toreros humildes que llevan en su esportón un puñado de corridas que rondan la docena en la pasada temporada, no están ni mucho menos preparados para resolver los problemas que tiene que afrontar un torero ante un toro encastado. Daba miedo ver al pobre Lancho trapeando al sexto porque se veía venir.
Pocos toreros han dejado en esta semana su firma en la arena venteña. Daniel Luque, gustó y mucho a un público que de no haber fallado con su primero a espadas, le hubiera puesto una oreja en cada mano. Practicó un toreo que le funciona, de zapatillas muy clavadas y de temple acaramelado. Le falta verdad. La verdad que da citar al toro desde el pitón contrario, rematar los pases atrás y quedarse otra vez bien colocado para el siguiente. Eso no lo hace Luque, él se los va trayendo cerca pero empieza siempre citando desde fuera. La oreja resultó festiva así como el público que llenaba la plaza en la corrida de La Prensa.
Y poco más, El Cid parece tocado, Frascuelo solo anima los respetos que se le deben a un viejo torero querido en Madrid pero que debe pensar que no se puede vivir de recuerdos.
Especialmente bien han estado, Acalareño, Boni, Luis Carlos Aranda, Yesteras y los que seguro me dejo.
De los demás matadores de esta semana solo recordamos la mediocridad en la que está sumida en estos momentos la fiesta, mediocridad que hace que unidos al mayor fiasco ganadero de los últimos años hayan hecho de esta feria la peor que en mucho tiempo recordamos.
Manuel Martínez Fraga.
Aficionado y miembro de la Asociación
El Toro de Madrid.