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El empresariado de la sociedad libre

El empresariado de la sociedad libre

domingo 23 de agosto de 2009, 12:18h

Hay un número importante de empresarios españoles que son bien conocidos no sólo dentro de España, sino también en Bruselas y en muchos puntos financiera o comercialmente estratégicos de Europa y de casi los cinco Continentes. Son del tipo y la calidad de esos empresarios sobre cuyo importante papel, en la sociedad e incluso en la política, reflexionaba tan acertadamente, en su magistral monografía sobre “Economía social de mercado: su valor permanente”, el padre del milagro económico alemán, Ludwig Erhard, el gran economista y sociólogo que, como ministro de economía del gobierno de Konrad Adenauer desde 1949 a 1963, y luego como canciller hasta 1966, consiguió la espectacular recuperación de la economía alemana tras el desastre de la II Guerra Mundial.
 
Cuando, desde la ignorancia o el sectarismo, o quizá para esconder la escandalosa ausencia de una política efectiva frente a la crisis, se vierten por altos cargos políticos tantas insidias contra los empresarios, grandes, medianos y pequeños, y se deforman con tanto sectarismo sus motivaciones y objetivos, no puede ser más oportuno un repaso a las, en mi opinión, muy acertadas reflexiones de Erhard: “Dispongo de una rica experiencia de relación con los empresarios y reconozco que (…) casi nunca son exclusivamente los intereses materiales puros los que definen la postura política del empresario, y en muchos casos ni siquiera son lo principal, sino que sus reacciones vienen determinadas en mayor medida por las convicciones y el temperamento personales (…) Es razonable que el empresario espere estar informado a su debido tiempo de las decisiones en materia de política económica, y que se tengan en cuenta sus consejos y sus intereses en la legislación (…) Se puede comprobar mediante el ejemplo de las economías comunistas, cuáles son los resultados materiales y cuáles son sobre todo las consecuencias sociales que sufre una economía política sin iniciativa empresarial (…) sólo puede haber un empresariado libre sobre la base de un orden político liberal y por tanto en el marco de un sistema de economía de mercado”.

Bienestar y seguridad social

Concluía Erhard que, “dado que la economía social de mercado tiene el presupuesto de la iniciativa empresarial libre, no se puede negar entre gente honrada la conexión inmediata entre actividad empresarial, bienestar y seguridad social (…) No existe ningún ordenamiento económico orientado a la convivencia pacífica entre los pueblos fuera de la economía de mercado”. Al fin y al cabo, en todo lo anterior subyace la esencial convicción moral de Ludwig Erhard de que es necesario unir el orden con la libertad para que reine más justicia, lo que inevitablemente conduce a no entender el orden exclusiva ni predominantemente como un orden político jurídico, sino como orden vital de una comunidad en su más honda significación. Lo expresó con claridad y transparencia magistrales en su obra citada: “Vuelve a hacerse necesario comprender el orden no como una situación dirigida por mandatos, sino como una armonía basada en el equilibrio interno, un acontecer dinámico en el marco de un orden de vida libremente elegido”.

Y es que, contra los envejecidos dogmas, la realidad nos muestra cómo los países más prósperos del mundo son los construidos sobre las reglas del Mercado Libre, esto es, sobre la libertad política y el liberalismo económico. Con la economía de mercado, Adenauer y Erhard reconstruyeron una Alemania arrasada por el nazismo y la guerra y la levantaron hacia la posición de liderazgo europeo que ahora conserva de la mano firme de la que ya es considerada como la mujer más poderosa del mundo, Angela Merkel. Con la economía de mercado se hizo y se mantiene la primera potencia mundial, Estados Unidos de América. Con la “revolución conservadora” de Margaret Thatcher volvió espectacularmente a flote el entonces casi naufragado portaviones británico. La conclusión es que el mapa del mundo desarrollado, y también el mapa del mundo libre, es la geografía del Mercado. Contra el dogma, la realidad. Los países más corruptos del mundo son aquellos que han padecido o padecen las ideas dogmáticas del intervencionismo. Para decirlo con entera claridad: el mapa de la corrupción y la decadencia es la geografía de la exaltación del Estado.

Afirmé tan lejos ya como en 1994, en el madrileño Club Siglo XXI, que era necesario romper el dogma con el que los interesados obsesos de las intervenciones y las regulaciones tenían amordazada la inteligencia de España, y proclamé como “un sueño realizable” el que España se recuperaría y se elevaría, por encima de las miserias y opacidades entonces imperantes, a muy altas cotas de libertad, decencia y riqueza. Expresé entonces, ante cientos de líderes empresariales, mi sueño de un país en el que el Estado se reduzca a menos de un tercio de la economía, y gane agilidad, eficacia y autoridad para cumplir un papel garante de la libertad de mercado y de la competencia. Un país en el que se hayan privatizado todas las empresas estatales rentabilizables en gestión privada, por venta o colocación en bolsa de la totalidad de sus acciones, sin reserva alguna de control gubernamental, un país con las telecomunicaciones plenamente liberalizadas y donde el Gobierno –ésta sí que es una gran asignatura pendiente–  prescinda de cualquier propiedad o participación en la propiedad de medios informativos, especialmente audiovisuales.

Unificar y descentralizar

Esto es hablar de un país que unifique y descentralice al máximo la gestión de las Administraciones, establezca severos controles de austeridad y pulcritud del gasto público, y mantenga el principio de generalidad para la educación y la asistencia sanitaria, pero conciliado con la capacidad de elección y con la privatización de su gestión. Un país con menos leyes y buenas leyes que protejan los mercados libres, liberalicen la actividad, y por ejemplo, alejen la garra gubernamental de la ejecución de las obras públicas, y el urbanismo, de la voracidad de las Administraciones.

En definitiva, es posible soñar con un país fiscalmente moderno, en el que el tipo impositivo marginal de renta y capitales no exceda del 40 y el 30 por ciento respectivamente, con generosos incentivos para la radicación de empresas y la actividad productiva. Un país de empresarios, donde sólo se precise idea, riesgo y financiación para levantar el cierre. Un país con muchas menos regulaciones y con un muro estanco a cualquier intervención. Un país competitivo, sano, gratificador de la iniciativa y el riesgo, liberado de ancestrales recelos contra el comercio, el beneficio y la riqueza. Un país, en suma, de profesionales libres y honrados, de empresarios libres y honrados, de ciudadanos libres y honrados que habrán recuperado la capacidad de elegir. Ahora mismo en España, entre políticos y empresarios, cualquier persona sensata se queda, de lejos, con los empresarios.

Dicen los intervencionistas que esto no es posible, que el ser humano individual es indolente, torpe y avaricioso, y por tanto necesitado de la tutela pretendidamente científica por la mano visible del Estado. Pero si miramos a nuestro alrededor, al mundo desarrollado, veremos el éxito de la mano invisible del Mercado, de la que depende que cualquier país y cada uno de sus ciudadanos tengan las oportunidades de elegir y prosperar. Es un sueño de libertad, para este país todavía un sueño pendiente, que se resume en muy pocas palabras: más Mercado y menos y mejor Estado. De nosotros depende. Cierto que no es fácil con el ya generalizadamente reconocido como el peor Gobierno de nuestra democracia, sólo mantenido por la rara circunstancia de disfrutar de una oposición extraviada o ausente.

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