Israel tiene acordado consigo mismo que no tiene fronteras para la impunidad de sus métodos de defensa. Desde la constitución del Estado de Israel ha habido suficientes evidencias de esta norma de conducta habitual al margen del derecho internacional y de los derechos humanos.
Ahora, agentes del Mossad han asesinado en Dubai al líder de la organización Hamas Mahmud al Mabhuh, utilizando pasaportes británicos y tarjetas de crédito europeas. Se ha filtrado, incluso, que Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, se reunió con los miembros del comando para decirles explícitamente que el pueblo de Israel estaba con ellos en su misión asesina.
La reacción de la Unión Europea no se ha hecho esperar. Ha emitido una nota condenando el uso de "pasaportes y tarjetas de crédito" en la operación sin aludir siquiera a Israel. A continuación, la jefa de la diplomacia europea, la británica Catherine Ashton, aseguró que los pasaportes comunitarios son "de los más seguros del mundo". Evidentemente a las autoridades comunitarias no les importan las prácticas de guerra sucia de Israel; simplemente les molesta que se usen pasaportes europeos y les preocupa que pierdan crédito por su inseguridad.
No hay diferencias entre los atentados de cualquier organización palestina y los oficios del Mossad, salvo que es mucho más grave que un estado que pretenda ser democrático utilice métodos terroristas para eliminar a sus enemigos.
En Israel se practica sistemáticamente la tortura, amparada por sus tribunales, no se respetan las leyes de la guerra en las acciones de su ejército y utiliza métodos de exterminio en las zonas ocupadas, negando la dignidad y los métodos de supervivencia al pueblo palestino.
Israel tiene dos problemas. El primero, un creciente desprecio de la opinión pública internacional a sus formas de ejercicio de la violencia. Ya no sirven las acusaciones genéricas de antisemitismo porque la mala conciencia de la humanidad con el Holocausto no puede justificar el derecho de los actuales dirigentes de Israel a tomarse la justicia por su mano. Si alguien está siendo poco respetuoso con la memoria del Holocausto son los dirigentes de Israel que desprecian el recuerdo de las víctimas convirtiéndose ellos mismos en verdugos. El segundo es demográfico: sus enemigos crecen, y ellos se mantienen estables.