El dislate se extiende ahora a una nueva institución: al Consejo del Poder Judicial, mortalmente enfrentado en torno al trato a dar a la figura de Baltasar Garzón, como si de una guerra de capuletos y montescos se tratase. Y se extiende al pacto sobre la economía, con nada menos que Esperanza Aguirre proponiendo -ya sé que es un sarcasmo, desde luego, pero no deja de tener sus tintes surrealistas- que los socialistas entreguen al PP los ministerios de Economía y Trabajo. Dislate es también, por ejemplo, convocar una manifestación sindical contra una medida del Gobierno, pero advirtiendo de que no se trata de una marcha contra el Gobierno. Claro que no menor dislate es la manera como ese Gobierno nos presenta las futuras medidas contra las que protestan los sindicatos -aplazamiento de la edad de jubilación y prolongación del período de cotización para tener derechos en la Seguridad Social-, de manera que ya ni sabemos si desde el Ejecutivo se apoya o no esas medidas... propuestas por el Ejecutivo. De locos.
Esos son dislates, claro está, de fondo. Aunque la opinión pública se distraiga más con cuestiones de mayor gracejo y menor calado, como las controversias en torno a las motivaciones de la ‘peineta’ de Aznar a los estudiantes. O con las impresentables groserías de un tal Cobra, que aspiraba a ser el representante del Reino de España es ese eurodislate que es el Festival de Eurovisión, y de cuyas obscenidades ante las cámaras todo el mundo habla hoy en el país del esperpento.
Ya he dicho muchas veces que, cuando no se empeña en parecer un país feliz, a base de tomatinas de Buñol, ferias y saraos variados, España se empecina en mostrarse como un Estado trágico, ensimismado -ya lo decían los del 98- e instalado en la contradicción y en eso: el dislate. Los que anteceden son apenas los últimos casos en los titulares. Mañana habrá más. Si Valle-Inclán levantase la cabeza...
Si (
No(
