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Tragedia chilena

jueves 04 de marzo de 2010, 01:38h

La tragedia iguala. Con todo y las diferencias que hay en desarrollo entre Haití y Chile, las imágenes del terremoto en el país sureño no dejan de remitirnos a lo sucedido hace unas semanas en la isla caribeña. La naturaleza implacable nada deja de la obra humana. Quedan entonces las virtudes y los defectos, la grandeza y la pequeñez, la paciencia y la desesperación.

Nada es nuevo para los mexicanos en materia de tragedias y desgracias. Sabemos vivir con ellas, reírnos de ellas, pero, sobre todo, y más allá de nuestro carácter, sabemos que es la solidaridad una de las manifestaciones vitales para salir adelante. No hay duda de que los chilenos sabrán y podrán salir de esta vuelta de espalda que les dio la naturaleza. El pueblo chileno es admirable, entre otras muchas cosas, por haberse sobrepuesto de manera ordenada y firme a ese manto negro de intolerancia, tortura y exilio. Porque supo trazarse y cumplir con un rumbo claro, incluyente y exitoso.

Las imágenes de los saqueos, al igual que lo sucedido en Haití, no deben ser catalogados como actos de vandalismo: es desesperación. “No queremos robar, es que no venden alimentos”, decía angustiada una mujer con una caja en las manos. Por supuesto que situaciones de este tipo se prestan a que algún delincuente aproveche y haga de las suyas, pero eso no debe entrar en la generalización. Los policías sacando a un par de jóvenes de un establecimiento y pateándolos en el suelo; un grupo de soldados parece preguntar qué hace con cinco muchachos detenidos. La gente brinca para cachar las cajas de víveres, los cadáveres se amontonan en el gimnasio. La desesperación del desorden y la de los que intentan poner el orden. El drama y la tragedia han convertido a ciudadanos normales en saqueadores, a comerciantes en acaparadores y a jóvenes en rufianes.

La prensa describía cómo “una turba de jóvenes enfurecidos”, que entraron a un almacén y después de atracar todo lo que pudieron, prendieron fuego al establecimiento, lo que provocó que el edificio se derrumbara. Cuando se ha perdido todo, ¿qué más da que los demás también lo pierdan?; lo que dejó en pie la naturaleza, caerá por la mano humana. El derrumbe genera la anarquía, la tierra de nadie, porque ya no hay para qué pensar en la ley: llegó otra, más fuerte, que arrasó con todo: la ley de la naturaleza.

El gobierno chileno anunció que la situación estaba bajo control. Tuvo que recurrir al Ejército. La calma es un elemento clave para poder comenzar la reconstrucción. Pero no todo quedará bien. La magnitud del terremoto en Chile fue enorme. Y le siguió el mar. Tan sólo ayer, la NASA dio a conocer que el terremoto en ese país desplazó el eje de la tierra y redujo la duración del día.

Un lazo más nos une con los chilenos y debe ser la solidaridad, regresarles en ayuda lo que nos han hecho vivir los versos de Neruda y los de Gonzalo Rojas.

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Opinión extraída del Periódico Milenio 03/03/2010

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