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El vodevil de (Tele)Madrid

El vodevil de (Tele)Madrid

jueves 10 de mayo de 2007, 22:40h

 Obras son amores y no buenas razones, reza el refranero, y de las inevitables obras se ha hablado en el primer debate televisivo entre los candidatos a la Alcaldía madrileña: el de la derecha, Alberto Ruiz-Gallardón, contra los dos de la izquierda, a tipo de pinza, Miguel Sebastián, socialista, y Ángel Pérez, de Izquierda Unida. Y se ha hablado de obras, sí, pero también de colegios, de parquímetros y hasta de inseguridad ciudadana.

 Pero si hubiera que resumir este primer debate electoral en Madrid -más allá de las ‘perlas’ más o menos afortunadas de cada uno de los candidatos- podría hacerse acaso con esta frase de Sebastián a Gallardón: “Yo no he venido aquí a hablar de OPAS. Parece mentira que usted se haya hecho eco de esas injurias, habiendo presentado una querella contra un medio de comunicación por unas injurias parecidas a las que me han hecho a mí”.

 Ojo al dato, porque esa frase de Sebastián ha frenado la estrategia de la ‘locomotora’ Ruiz-Gallardón de echarle en la cara al otrora responsable de la Oficina Económica del presidente del Gobierno todo el lío, toda la basura, toda la porquería de la OPA sobre Endesa o de los turbios manejos que –según denuncia Manuel Conthe- habrían ocurrido entre el Gobierno y la Comisión Nacional del Mercado de Valores.

 ¿Y qué tenía de especial esa frase para frenar al imparable Ruiz-Gallardón, redicho como nadie y más ‘sobrao’ que nunca ante tan endebles contrincantes? Pues… nos hemos quedado con las ganas de saber si Sebastián iba a citar a determinada letrada supuestamente gran amiga de Ruiz-Gallardón y que está implicada en la ‘operación Malaya’, ya saben la gran metida de mano en las arcas de las instituciones marbellíes y de otras partes. Y nos quedamos con la ganas porque el ‘sobradísimo’ Ruiz-Gallardón no volvió a tocarle esa OPA a Sebastián. ¿Es posible que el alcalde entendiera el ‘mensaje’ de Sebastián? A los hechos hay que remitirse.

 Pero, en fin, que así ha sido y así ha concluido el primer debate electoral en Telemadrid –ya saben, la autonómica de Esperanza Aguirre- en el que nadie apostaba por Sebastián y en el que Gallardón, efectivamente, se ha llevado los laureles. Vamos, que -justo es reconocerlo- se ha pasado de calle en su carrera frente a dos contrincantes mucho más débiles. De ahí que no sea sencillo comprender por qué recurrió Gallardón al juego sucio de la OPA sin necesidad y exponiéndose a que le respondieran con lindezas. Y, ojo, que Sebastián sólo hizo su amago de tapar la boca a la segunda andanada de Gallardón al respecto. Es decir, que aguantó hasta que puso la segunda mejilla.

 El debate -vivo, animado, es cierto- transcurrió ante un riguroso fondo azul en el escenario, proyectado al milímetro por los responsables de Telemadrid, quizá porque alguien debió pensar que los colores fríos ofrecen una imagen de seriedad y rigor y alejan de esa otra visión que podrían ofrecer los colores cálidos de comedia frívola, ligera, picante, de argumento basado en la intriga y el equívoco a la que llamamos vodevil. Pero nadie pudo evitar que en un vodevil se convirtiera el primer debate electoral entre los candidatos a la Alcaldía en este pistoletazo de campaña electoral.

 Que Ruiz-Gallardón es un político de raza, no puede dudarlo nadie, pero tampoco puede nadie dudar de que se trata de un gran comediante. Tiene muchas tablas en todo tipo de escenarios y se ha merendado, literalmente, en Telemadrid a sus oponentes que le hacían pinza, Sebastián, y Pérez. Pero Gallardón, todo palabra y mente lúcida y rápida, ha ganado el primer round vendiendo humo a los espectadores; aunque lo ha vendido muy bien, casi con magia, más allá de las escapadas imposibles del gran Houdini.

 Sin embargo, un dato a tener en cuenta: Sebastián no se ha arrugado, se le ha visto más firme, más seguro y con más empaque ante las cámaras que lo que algunos esperaban. No es que las cámaras ‘le quieran’ –en argot televisivo-, pero ha ido mejor preparado de lo que todos esperaban. Probablemente no sea suficiente para subir al podio, pero es cierto que ha aprendido mucho en poco tiempo.

  Ha caído, sin embargo, en graves errores, como ilustrar las cifras y datos que quería arrojar a la cara de Gallardón con nombre propios, ‘Julio Novillo’, o la señora Julia o similares que recordaban demasiado a aquellas cuñas de radio de Landelino Lavilla de las elecciones general de octubre de 1982 y que le condujeron al mayor de los fracasos. Ha querido poner nombres a los datos y eso a lo mejor no vale en un debate de categoría. Quizá debería hacer caso del consejo que Gallardón le dio al final del debate: que baje a la calle, que se quite el manto de intelectual que todo lo sabe, que piense que a lo mejor no lleva razón y que, en definitva, "es el rey desnudo: no tiene el manto de armiño que cree tener".

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