Ni éxito ni fracaso. Por mucho que insistan, este país no se ha quedado paralizado como una estatua de sal; en las calles de las ciudades no se produjo la modorra de un domingo, más bien se llenaron de un tráfico incesante, y nadie ha escuchado ese clamor general que vaya a obligar al Gobierno a rectificar. Pero que no se engañen los más oficialistas porque la movilización que han logrado los sindicatos es muy, pero que muy superior, a la atonía huelguista que se presagiaba a la vuelta del verano: la industria ha cerrado como si fuera fiesta, la incidencia en algunos transportes y en los mercados ha sido notable y miles y miles de ciudadanos han ido a trabajar solo para que no les descuenten el salario de un día que les es tan necesario para llegar a fin de mes. Pero si por ellos hubiera sido los jefes se habrían quedado plantados.
El 29S mas uno todos tendrán argumentos para sentirse reforzados porque en este pulso nadie ha dado su brazo a torcer. Toxo y Méndez han tomado posesión ya como nuevos líderes virtuales de la oposición, o al menos de la oposición que más daño hace a este Gobierno: la de los millones de ciudadanos desengañados después de haber apoyado hasta 6 años de Zapatero en la Moncloa. El presidente del Gobierno sabe que ha ganado dos nuevos enemigos encarnizados que claman contra él con notable respaldo, pero puede sacar pecho tras su primera huelga general en contra. Ha sufrido menos huelguistas en contra que los que plantaron cara a Felipe González y a José María Aznar cuando fueron presidentes.
Con sus méritos de este 29S tanto los sindicatos como el Gobierno pueden afrontar sin graves quebrantos de respaldo lo que les queda de legislatura. Pero el descalabro general es inevitable. Nada va a parar los recortes sociales ni es posible aventurar un efecto benéfico de esta reforma laboral. No pinta mejor para la reforma que se avecina sobre las pensiones. Pero ni los sindicatos ni nadie ofrecen por el momento una sola alternativa que redima a los cuatro millones y medio de parados de su calvario o que pueda cuadrar el círculo del presupuesto: sacar el dinero de donde no hay para mantener el estado de bienestar, sin que la deuda salte por los aires o los mercados ataquen la economía española como una manada de voraces tiburones.
El 29S mas uno el Gobierno proclamará que es urgente retomar el diálogo social y los sindicatos pedirán garantías de que va en serio para aceptar sentarse a la mesa. Aunque los dos saben que están obligados a verse las caras aunque sea, seguramente, para no lograr, ningún acuerdo. A Toxo y a Méndez les bastará para justificarse ante los huelguistas del 29S con impedir que se reduzcan mucho más las prestaciones sociales. El Gobierno, en cambio, lo tendrá más crudo: lo único que puede ganar es imagen de dialogante. Y para eso Zapatero lo primero que hará es buscar un sustituto/sustituta de Celestino Corbacho que no caiga mal en CCOO y UGT. Seguramente no será suficiente para ocultar su dramática soledad.
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