Tras una semana como la pasada con un final como el del viernes, ya se habrá preguntado cuanto de lejos estamos de ver que España tenga que acogerse a algún tipo de
asistencia
internacional. Medimos la cercanía a
través de la reacción de los mercados financieros, pero a diferencia de otros
casos, en este, que es más grave, hay más tiempo. Y además, se cuenta con
recursos para evitar una decisión de emergencia.
Una parte del temor a la asistencia radica en lo que decía el
Ministro de Economía en Barcelona: "
si
vienen otros a hacer las cuentas, entonces verá usted lo que es un ajuste". La otra, en la conciencia creciente de que la asistencia no sirve para cambiar el
rumbo de la actividad económica, y
aunque nadie sabe exactamente como será el final, es muy evidente a estas
alturas que en aplicar la misma receta ya aplicada a otros no está la salida. Decía el
editorial
de NYT del
viernes que esto es consecuencia del error de los políticos alemanes, lo que
sugiere también dos cosas, la primera, que la política aplicada no está dando
resultados, la segunda, que al ser compartida por todos los países de la EZ, la
retirada de la confianza de los inversores sobre España, lo es, no sobre un país,
sino sobre la frontera sur del euro.
Lo señalaba en otras palabras el ex presidente
González con su peculiar estilo:
"
no habrá rescate a España, porque eso
será el fin del euro,... y ya está".
Así pues,
no habrá
rescate como los ya vistos. Habrá que experimentar una fórmula nueva que
permita atender al problema de España,... de Italia, Bélgica, Francia...del euro en
suma. Si Alemania quiere conservarlo, algo va a tener que cambiar sobre la
única fórmula aplicada hasta ahora. No bastarán compras de deuda ya sea el BCE
y o los fondos europeos creados a raíz
de la crisis. Habrá que arriesgarse a un programa urgente de recapitalización del sistema financiero a través de esos mismos
fondos. Y está previsto.
El martes visita el Ministro de Economía al Presidente del
BCE. Una posibilidad para España sería
crear
un banco malo financiado por fondos europeos. Tomar capital supone
multiplicar el efecto a través del apalancamiento. Lo hicieron los
norteamericanos, y junto a sus QE han sido capaces de evitar un desastre y
devolver la economía al crecimiento. La
sola compra de deuda pública no sirve. Los inversores abandonan y saben que si
el BCE compra deuda, es este y no ellos quien tiene preferencia de cobro, y eso
alienta todavía más su abandono. La crisis en la frontera sur del euro nos
sitúa ante algo nuevo por venir. La
fase de medidas paliativas y de restricción fiscal a secas se está agotando, y
ahora si se quieren evitar soluciones individuales no deseadas, habrá que
aplicar lo previsto. La infección del
euro ha llegado al hueso a través de España, y mientras aquí se trabaja en las
reformas, el tiempo y la fórmula para
superar esta nueva fase de amenaza sobre el euro los tiene que activar
Alemania. En cuanto el BCE compre deuda, la tensión se aliviará. Pero como se
ha visto, ese tipo de solución solo acaba por acentuar el problema.
Se han
ideado mecanismos que ahora habrá que probar. Y parece que
habrá de ser en
la frontera sur.