Recorriendo España a un ritmo
casi frenético, como ha de hacerlo quien suscribe, uno lleva ya en su almario muchas
conversaciones a fondo con políticos del 'segundo escalón'. Cierto que muchos
de ellos se aferran al despacho, a la silla, como a un clavo ardiendo: saben
que fuera de la Administración, que sigue demasiado hinchada, no hay, por unas
u otras razones que usted y yo podemos imaginar, salvación para ellos. Y el
mundillo público sigue siendo pródigo en cargos y enchufes que se derivan de la
política: cuántos jefes y subjefes de Gabinete sobrarían en España si no
formasen parte de una 'casta' a la que hay que pagar favores, comprar
aquiescencias, recompensar reverencias. Pero en mi deambular también me he
encontrado a bastantes personas que ejercen cargos políticos de mediana, o
incluso elevada, responsabilidad que se manifiestan hartos. Han dejado, ellos
también, de creer no en 'la' política, pero sí en 'esta' política. Y bastantes
de ellos están volviendo sus ojos a la empresa privada, aunque ya no sea tan
rentable, aunque este paso comporte algunos riesgos; incluso no desdeñan,
varios con los que he hablado, arriesgarse a emprender por su cuenta.
Si hay señales que indican
que en algún momento podremos salir, aunque nunca vuelva a ser como antaño, de
la crisis, esos indicios esperanzadores se muestran también en el hecho de que
algunas personas con recorridos limpios y eficaces empiezan a ser 'tocados' por el dedo privado. Hay
animación y no solamente en las carreteras durante los 'puentes' festivos. Y nada
me extrañaría que, no mucho después de las elecciones del próximo 25 de mayo,
comencemos a conocer nombres de diputados autonómicos, presidentes de
diputaciones, delegados gubernamentales, jefes de Gabinetes, que deciden
abandonar la política, desmoralizados por la escasa participación que facilitan
los 'aparatos' burocráticos de los partidos y de las administraciones...y,
naturalmente, por el desprestigio ciudadano que ha acumulado una cierta 'casta'
de personajes y personajillos aprovechados que han abusado, desviado y
malversado el dinero recaudado a los contribuyentes. O sea, que no van a ser
solamente los
Antonio Basagoiti o los
Josu Jon Imaz, magníficos ejemplos de honradez
y de competencia política y profesional, quienes emprendan nuevos rumbos lejos,
muy lejos, de la política.
Me parece, si este
movimiento, aunque aún minoritario e incipiente, se confirma, una buena
noticia. Será una tímida señal de que esa 'revolución emprendedora' en la que
muchos creemos se está, efectivamente, poniendo en marcha. Y nos confirmará en
la creencia de que el peso de lo público se reduce de la mejor manera en que
podría hacerlo: por la mera voluntad de gentes que se pasan al bando de lo
privado, que es donde tenemos que arreglárnoslas día tras día la mayoría de los
ciudadanos. Aguardemos a ver si este nuevo 'brote verde' se consolida. Será
otra muestra de que España, esa España de hijosdalgo, funcionarios, poetas y
pícaros -ordene usted las categorías a su antojo--, es capaz de cambiar, está empezando, de
verdad, a cambiar.
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>