Del cristal con que se mira
domingo 03 de agosto de 2014, 10:05h
Como viene siendo habitual todos los años en agosto, abandono mi hogar
conyugal en la capital de Andalucía para trasladarme durante quince días
a mi pueblo natal, Arjona, en plena campiña jiennense, un lugar con
siglos de historia, asentamiento ibero y romano, cuna del fundador de la
disnatía nazarí Aben Alhamar, rodeado de miles y miles de olivos
en lo que algunos han dado en llamar la "Andalucía profunda". Vamos,
que paso de la modernidad sevillana de las Setas, la Torre Pelli y el
Metrocentro a las infinitas cuestas urgavonenses hasta Santa María, de los bares del Arenal a los Galleros y al Nono , y de la Macarena a San Bonoso y Maximiano.
No crean, el salto cualitativo es como una especie de viaje en el
tiempo porque, aunque en la práctica totalidad de los pueblos andaluces
por pequeños que sean, internet y las redes sociales han florecido como
setas en otoño, la vida diaria transcurre con un rítmo completamente
distinto y las normas y convenciones sociales, las relaciones humanas
tienen otras claves muy diferentes a las de uso común en las capitales,
ni mejores ni peores, simplemente distintas. Si en Sevilla suelo caer en
la rutina de frecuentar los mismos sitios, en Arjona esa rutina es un
imponderable que no se puede evitar. Les cuento, paseo por la mañana
hasta el monumento a los Iberos pasado el Tres de Oros para quemar
calorías cerveceras, aperitivo en la Plaza de los Coches, siesta y, tras
ponerse el sol, más cervezas nocturnas en el Paseo hasta pasada la
medianoche. Así, un día y otro y otro y otro, adobado con algún
cumplimiento por un entierro y por el Traslado de Reliquias que abre la
Novena y el programa festivo de Fiestasantos. Como comprenderán estas
dos semanas próximas es como si me recluyera en Santo Domingo de Silos
en una especie de cura del estres de la ciudad.
Pero no me quejo.
Al menos me desintoxico del exceso de política que nos rodea y que
aburre ya a las mismísimas ovejas. Y, eso sí, evito toparme con los
sempiternos carteles de "cerrado por vacaciones" que estos días adornan
el ochenta por ciento de los escaparates sevillanos. Pero a lo que iba.
Decía don Ramón de Campoamor, remedando a Shakespeare aquello
de "en este mundo traidor nada en verdad ni mentira, todo es según el
color del cristal con que se mira". Y es cierto. En Arjona, como en
todos estos pueblos de la Andalucía profunda en los que el PSOE tiene
ancladas sus raíces y su granero de votos desde hace más de tres décadas
se produce una visión distinta de la política que deberían de conocer
aquellos que optan a ganar cualquier elección. Ninguno de los tres
supuestos candidatos a la Presidencia de la Junta de Andalucía en los
próximos comicios autonómicos, ni Susana Díaz, ni Juanma Moreno ni Antonio Maíllo,
por más kilómetros que se hayan recorrido desde Ayamonte a Carboneras y
desde Santa Elena a Tarifa, han vivido surante más de unas, escasas
horas lo que sienten, piesan y viven estos andaluces olvidados que son
quienes, al final con sus votos, dan la victoria a unos o a otros. En
todas las campañas los candidatos pasan por cientos de pueblos com el
mío. Llegan, saludan a sus seguidores, dan el mitin y desaparecen de
vuelta a Sevilla hasta las próximas elecciones.
En la mayoría de
estos pueblos la pirámide de población es cada día más anciana. Los
jóvenes, sin expectativas de futuro, suelen emigrar a las capitales o al
extranjero y las personas mayores, muchas de las cuales aún tienen
grabado a sangre y fuego el recuerdo de la guerra civil, son bastante
remisas a los cambios. Si el PSOE ha gobernado en su Ayuntamiento, en la
Diputación y en la Junta de Andalucía de forma ininterrumpida durante
los últimos treinta años, mejor que sigan unos años más no sea que
vengan "los otros" y nos quiten la pensión o el PER. Es lo que hay y va a
ser difícil convencerlos de lo contrario. Me acuerdo que en las últimas
elecciones europeas le pregunté a una señora ya ochentona si iba a ir a
votar y me contestó que "naturalmente, porque si no voy el Ayuntamiento
me apunta en la lista". Eso, que en las capitales ni se le ocurre
planteárselo a nadie por más miedo que tenga, es una moneda común en
muchos pueblos del interior de Andalucía en los que el PSOE ha creado un
entramado de amenazas y clientelismos muy difíciles de erradicar.
Ya
les contaré con qué me encuentro este año en mi pueblo. Estén atentos
porque, seguro, seguro, que les van a divertir estos "catetoartículos
urgavonenses"