lunes 24 de noviembre de 2014, 12:29h
Es
paradójico que un grupo de personas jóvenes hayan emprendido la tarea de
proponer a los españoles un viejo porvenir. Aquel porvenir frustrado del
vetusto izquierdismo de "OTAN no, bases fuera" que resuena como las canciones
de la chica ye-ye. Cuando el mundo afronta amenazas que recuerdan aquellos
tiempos de la "guerra fría", con regiones de Ucrania ocupadas, iraníes a la
búsqueda de su arma nuclear y un presunto "Estado Islámico" de corta-cabezas,
se les ocurre a estos innovadores propiciar una situación de indigencia
defensiva que se supone exigiría un incremento de tropa ¿obligatorio? y la
financiación con cargo a la economía nacional en solitario de vuelos de
observación, sistemas de satélites de información, mantenimiento de antimisiles
balísticos en el Mediterráneo y el incremento de la construcción de buques de
guerra propios.
Se
proponen una España a la manera de lo que, en otros tiempos, se llamaba "el
tercer mundo", donde se agrupaban países de tercera clase a la sombra de
personajes entonces lozanos, con Fidel Castro o Tito y líderes de puño cerrado
y descuidadas cabelleras, entre los que bien podría acomodarse como un retoño
tardío el inefable Pablo Iglesias y su corte de "frikis". Era entrañable, en
aquellos tiempos, pagar con nuestras pesetas, de cuando en cuando devaluadas, y
comprar dólares en las casas de cambio si había necesidad de viajar "al
extranjero", que era todo lo que nos rodeaba. Eran los tiempos en que se
discutía aquella polémica de "reforma o ruptura" y los de la ruptura hacían
vulgares pareados como aquel de "el pueblo unido jamás será vencido", mientras
caía el muro de Berlín y las estrellas rojas se convertían en souvenirs en los
top manta de los barrios turísticos de Europa. Cantaban los cantautores
quejumbrosos como las cigarras a la hora de la siesta y en las universidades
conservábamos aromas de rebeldía sin necesidad de impregnarlos de olor a porro.
Pero los fracasados rupturistas de antaño se justificaban porque se sentían incómodos
en un presente que consideraban autocrático, pero estos rupturistas actuales se
consideran enfrentados contra una democracia mil veces superior a sus queridos
populismos.
Hoy
el Pacto de Varsovia ha sido sustituido por las megalomanías de Putin, la Momia
se conserva en la Plaza Roja como una atracción de feria, sin turnos de escolta
que marquen el paso de la oca. Solo algunos primitivos de la política, como
Nicolás Maduro, adoran al embalsamado Hugo Chávez y sus pajaritos mensajeros y
a un Fidel Castro en chándal y sin embalsamar, que ofrecen unos auxilios
sospechosos, en una lengua más comprensible que la de los ayatolas de túnica y
turbante, a los jóvenes que han elegido nutrirse con productos caducados.
Hospitalidad para invitados de países con pobreza y sin libertad. Hospitalidad
de quienes nunca han creído en los acuerdos democráticos.
Cuando
vivían Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo el izquierdismo estaba más al día.
Entendieron aquello de la Transición y la concordia, la monarquía y la bandera
rojigualda e integraron en el sistema democrático a quienes parecían
irreductibles. Pero ahora, cuando los comunistas que pasaron a llamarse
Izquierda Unida se van diluyendo como píldoras efervescentes en el agua de la
libertad, han surgido unas personas biológicamente jóvenes pero mentalmente
anticuadas, dedicadas a construir un decorado "retro" como quien edifica un
parque temático con trampantojos de cartón piedra. Se comprende que algunos
veteranos de "la lucha final" se sientan felices como aquella señora resucitada
del coma, en una famosa película, a la que sus hijos habían rodeado de una
escenografía al estilo de la República Democrática Alemana para que no se
desorientara con el impacto del cambio imperante. Era difícil para los hijos encontrar embalajes
pobretones, antiguos discos, viejos posters, para mantener la ficción de un
paraíso perdido que solo era paraíso para una auténtica casta. Ahora los falsos
becarios de una politología sin experiencia práctica son los artistas del
trampantojo retrospectivo. Son como unos fantasmas que vienen a proponernos las
colas de la revolución y los coches de gasógeno y se delatan con conductas
turbias desde el principio, cuando aún no pueden degenerar como fruto de los
abusos del poder que corrompe a los camastrones de las políticas espesas.
Mientras unos buscan la impunidad de sus conductas en la quiebra del Estado,
estos sueñan con la arbitrariedad de los populismos excluyentes con su tropa
intocable y monocolor. Son como una pesadilla en la mala noche de una política
carente de ideales y liderazgos atractivos. Cuando hay malas digestiones no es
raro que se sueñen pesadillas. La más agobiante es imaginar un viejo porvenir
para una España joven gobernado por una secta monocolor de politólogos
interinos a tiempo parcial.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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