jueves 15 de enero de 2015, 07:45h
El año que acabamos de estrenar se nos presenta como un
período convulso y excitante. Avanzados los futuribles que presuntamente nos
aguardan, más nos valdría apuntarnos al Año Nuevo de la Cabra, renacimiento anual que los chinos festejarán
el próximo mes de febrero. Los orientales relacionan ese arcano astrológico con
la calma, la serenidad, la honradez y la sinceridad. Los españoles, sin
embargo, no tenemos tan buena imagen de ese animalito enjuto y esquivo, arriscado
y arisco, de carnes prietas, que trisca por el monte y se come los arbustos
medio secos. Aquí se asocia la figura del rumiante con las personas que han
perdido el juicio, a sus cabritos con aquellos congéneres que nos juegan una
mala pasada, a la cabronada con los sucesos imprevistos que nos complica la vida y
tachamos de macho cabrío, cabrón por más señas, al rufián que nos irrita y al varón que consiente los
engaños amorosos de su compañera. Cuéntele a un chino que el chivo simboliza al
diablo en nuestras tradiciones culturales y lo dejará totalmente descolocado.
Bien está lo que bien acaba, pero los pronósticos de los
profetas cualificados no son muy optimistas. En el mejor de los casos se
promete una lenta recuperación económica basada en un crecimiento firme del
producto interior bruto, en el abaratamiento de los intereses de la deuda y de
las importaciones energéticas, en el relanzamiento del consumo, en la llegada
de inversiones foráneas y en la creación sostenida de puestos de trabajo. Todo
ello dependerá de factores externos tan imprevisibles como incontrolables.
Europa no termina de sobreponerse a los efectos de la crisis, Grecia podría
desestabilizar la zona euro administrada por el radicalismo de izquierdas y el
Reino Unido debilita las instituciones comunitarias con su timidez europeísta.
Son demasiadas las incógnitas que nos plantea la ecuación y diversas las combinaciones
que pueden resolverla.
Tampoco nos tranquilizan las noticias que llegan de medio
mundo. La guerra civil que enfrenta a los musulmanes, desencadenada en buena
parte por los yihadistas suníes más integristas y totalitarios, aquellos que
pretenden retrotraer el Islam a los tiempos del Siglo XII, se extiende ya por
Asia Central, Oriente Próximo y Oriente
Medio, el Magreb, la Franja del Shagel, el Cuerno de África y los territorios
occidentales del Continente africano. De vez en cuando trasladan su ofensiva
criminal al patio de nuestra propia casa, convirtiéndolo en un frente colateral
del conflicto. Agarrados a nuestros valores democráticos, en Occidente
contemplamos el genocidio sin que se nos altere el pulso, incapaces de unirnos
para neutralizar a los barbaros que aniquilan las civilizaciones que encuentran
a su paso.
Llegados hasta aquí, bueno será que descendamos del globo y
caminemos por el solar patrio. Apasionante el paisaje que nos aguarda en el
camino. Volveremos a encontrarnos con esa pareja de ilusionistas provincianos
que se disputan la futura gobernabilidad de lo que sería un estado fallido por
inviable, aunque en esa pelea de gallos vayan perdiendo las plumas de una
colectividad abandonada a su suerte. Mas y Junqueras siguen a lo suyo, ajenos
al colapso social que están provocando en su querida Cataluña. Sacarán las
urnas a la calle cuatro meses después de
unas elecciones locales y autonómicas que renovarán, en el más amplio y
contundente de los sentidos, alcaldías y gobiernos regionales. Dejo para el
final los presuntos comicios generales
de noviembre, y digo presuntos porque Rajoy podría aplazarlos un par de
meses y convocarlos en los primeros días del año que viene, que para los chinos
será Año del Mono.
En cualquier caso según opinan los adivinos, la noria
política girará y los que ahora están arriba quedarán en el medio o abajo.
Aunque yo confíe en el buen sentido de los electores, incluso de aquellos a los
que la crisis arruinó la existencia, es probable que se vote un parlamento
multipartidista y padezcamos después una larga temporada de inestabilidad
gubernamental. Dicho lo cual, voy a pedir a la
tendera china de mi barrio que me permita celebrar con su familia el Año
de la Cabra y espantar con todos ellos los malos augurios que flotan en el
aire.