La visión de ampliar el Canal de Panamá, hecha realidad después del referendo de octubre de 2006, sigue rindiendo promisorios frutos al desarrollo nacional. Cada día más empresas están llegando a Panamá a instalar sus operaciones regionales e internacionales. La razón es una sola: dentro de 7 años el Canal permitirá el paso de los buques postpanamax, además de haber cambiado la antigua versión de Corredor de Transporte por la moderna concepción de Corredor de Comercio.
Hasta hace unos años el Canal era un paso entre dos “murallas”, que permitía el ir y venir de riquezas sin que revirtieran en el desarrollo del país. Hoy, tras la reversión de las instalaciones canaleras y la transformación de las áreas aledañas a la ruta en un cluster, el Canal cumple el objetivo primordial: aportar al desarrollo económico de Panamá.
La visión de los panameños va más allá. La ruta debe seguir evolucionando, para que la vocación de servicio del estrecho istmo al comercio mundial continúe siendo una ventaja competitiva frente a otras rutas todo agua, que brindan servicio en otras regiones del globo terráqueo.
Igual que Caterpillar, que hoy instala su fábrica latinoamericana en las orillas del Canal, otras empresas miran con ojos de futuro cómo crece en importancia para la cadena internacional de suministros la ruta interoceánica, que de un camino de lodo y piedras que unió los dos océanos más grandes en el siglo XV, se ha transformado en una sofisticada instalación que permite el paso de millones de toneladas de carga anualmente.
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