Llevábamos días temiendo el momento en que la lava del volcán de La Palma llegase al mar por la liberación de gases tóxicos y la emanación de vapores, pero ha tenido un lado positivo.
Y es que según los expertos, el hecho de que la colada principal desemboque ya en el océano permite que deje de transitar por el terreno de la isla y que tenga una salida más rápida y directa al mar.
Así, se evitará la destrucción de más viviendas e inmuebles de los palmeros, además de carreteras y otras instalaciones básicas.
Además, se está juntando una serie de condiciones climáticas favorables, con un fuerte viento que impide que los gases tóxicos se concentren en la zona de la caída de la lava, donde hay municipios habitados, cuyas poblaciones estarán ahora confinadas.
Y es que estos vapores emanados contienen cloro, azufre y carbono, muy nocivos para la salud en caso de respirarse directamente. Es ya habitual ver a periodistas y otros profesionales que trabajan sobre el terreno con mascarillas especiales para limpiar el aire que inhalan.
Sí preocupa más el microenjambre sísmico que está teniendo lugar en Fuencaliente, al sur de La Palma. Un temblor ayer de 3,3 grados de magnitud hizo temer alguna nueva erupción o apertura de bocas que pongan en peligro a nuevas zonas de la isla.
10 hectáreas y daños
En cuanto a la lava caída al mar, ya ha provocado que se forme un nuevo territorio para la orografía de la isla, algo habitual en estos casos.
En concreto, se ha formado un cabo que ronda los 500 metros de anchura, y que sería de 10 hectáreas de terreno.
La superficie de la isla afectada asciende ya a 476 hectáreas y las infraestructuras dañadas son 981, 855 en su totalidad y 126 de forma parcial.
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