www.diariocritico.com

¿Pesará más la crisis económica o el factor racial?

jueves 09 de octubre de 2008, 01:33h

Estas elecciones, las que se avecinan el 4 de noviembre, pasarán a la Historia. Muchos dicen que ya lo han hecho: de un lado tenemos a Barack Obama, el primer afroamericano que logra la candidatura de uno de los grandes partidos a la Casa Blanca, y de otro -perdonen que no mencione al blanco ex prisionero en Vietnam- la mayor crisis económica que la gran parte de la población recuerda. En noviembre este país sí hará Historia, pero el porqué es lo importante. ¿Pesará más la crisis económica o el factor racial? Ahora mismo esa es la cuestión: ningún estadounidense consciente de la que está cayendo estaría dispuesto a que el mismo partido que ha llevado a este país al rincón oscuro en el que se encuentra se quede en el Despacho Oval cuatro años más, pero ¿va a consentir que un negro o un mulato -llámenlo como quieran- se convierta en Presidente? Ésa es la gran incógnita.

Estados Unidos sufre en su piel lo que podría convertirse pronto en recesión y, cosas de la vida, esa situación parece beneficiar a Obama frente a su contrincante republicano, el veterano senador John McCain. Los estadounidenses, según dicen las encuestas, consideran que el senador por Illinois llevaría mejor que McCain las riendas de la economía nacional y eso no sorprende, ya que, pese a que el de Arizona se presenta como ese político independiente -el 'maverick' de Washington-, su nombre está ligado a los republicanos y eso lo enlaza directamente a George W. Bush, el presidente con el índice de popularidad más bajo que se recuerda. Con todo ese viento a favor, los demócratas no deberían estar preocupados: la campaña electoral parece poco más que un camino de rosas, pero no es así. Quizás lo sería si Obama fuera blanco y su nombre no rimara con Osama, pero poca gente se plantea hablar de ello en público, aunque sea precisamente eso lo que pueda determinar estas elecciones.

El miedo o la vergüenza se han adueñado de esta campaña electoral desde un principio le duela a quien le duela y poco o nada se ha hablado del factor racial. Y es que las heridas aún duelen y ¿cómo se puede reconocer que a un blanco le cueste ver a un negro, por más blanco que parezca, presidiendo el país? Esa opinión no se refleja con soltura en ningún canal de televisión ni se recoge en ningún diario, pero, de vez en cuando, en ambientes distendidos, se oye. Y es que a lo mejor Estados Unidos es un país que, pese a que parece dejarse seducir por el famoso cambio que lleva planteando Obama desde hace más de un año, se resiste a cambiar.

Hay estados tradicionalmente republicanos, donde los 'red necks' son la mayoría y que seguirán votando republicano, porque lo de demócrata les suena a demasiado Nueva York, esa urbe liberal donde se edita ese 'Times' que tan poco aguantan. En Texas o Misisipi no se les pasa por la cabeza que un negro como Obama llegue a la Casa Blanca, porque en el sur del país el racismo está a la orden del día. Lo extraño sería que los prejuicios raciales se repitieran en otras partes del país donde la balanza está un poco más equilibrada ahora, en esos estados como Misuri u Ohio, donde el demócrata sorprende ganando terreno en los sondeos gracias a las pérdidas de empleo que están sufriendo como consecuencia de la crisis.

Pero ya se sabe que de las encuestas uno se debe fiar poco y Obama debe evitar sufrir el "efecto Bradley". Según algunos sociólogos, muchos blancos apoyan en público a un candidato afroamericano en las elecciones y, cuando llega el día de votar, no lo hacen. Eso es lo que le pasó a Tom Bradley, un demócrata negro que perdió las elecciones da gobernador de California en 1982 cuando las encuestas le otorgaban una cómoda ventaja. Algo parecido podría ocurrir en esos lugares que ahora se inclinan a su favor e incluso -¿por qué no?- en otros puntos de un país cuya población es más racista de lo que pueda llegar a reconocer.

"Este país es demasiado importante como para que lo dirija uno de ellos", decía hace unos días una señora a otra en la cola de un supermercado del Bronx, en el mismísimo Nueva York, mientras esperaba que una cajera negra dejara de bromear con su compañera y les atendiera. Que un comentario así se produzca a estas alturas en Estados Unidos es preocupante, y hay otros que aún duelen más. "Lo que les faltaba a los afroamericanos, que Obama gane las elecciones y se piensen que gobiernan este país", le soltó una inmigrante latina a su compañera de mesa en una cafetería de Nueva Jersey. La contertuliana respondió que, "además, ese hombre ha vivido con los talibanes en Afganistán, así que tenemos que votar por McCain". Oír opiniones así sorprende, porque además vienen de personas que seguro que ha sufrido la discriminación de sentirse minoría, pese a sus ojos verdes y su melena rubia, por ser tener extrañas costumbres y expresarse mejor en español que en inglés.

Mucho se ha hablado del factor que pueden jugar esas señoras y los votantes latinos a los que representan en las próximas elecciones. El voto hispano puede decantar la balanza en muchos estados hacia un lado u otro del espectro electoral y los candidatos lo saben. Tanto McCain como Obama han luchado ya desde las primarias por hacerse con la gracia de ese fragmento de población. Por el momento, pese a que la mayoría de los hispanos reconoce que le iría mejor con un inquilino demócrata en la Casa Blanca, no hay nada decidido. Según una última encuesta de la Asociación Nacional de Oficiales Elegidos y Nombrados (NALEO, en inglés), el número de indecisos entre los latinos es significativamente elevado, aunque sí que prevé que los hispanos participarán en los comicios de noviembre en un porcentaje muy superior a cualquier otra cita electoral.

Entre los encuestados, Obama cuenta con una ventaja considerable sobre McCain en estados como Colorado, Nuevo México y Nevada; mientras que el republicano se le adelanta por los pelos en Florida. En los días que quedan antes de las elecciones cualquier movimiento podría inclinar la balanza, así que, si Obama quiere mantener la distancia sobre McCain, debe convencer aún a esos votantes para ganar las elecciones con la holgura que le auguran las últimas encuestas o simplemente para lograr hacerse con las llaves de la Casa Blanca sin necesidad de recuentos exhaustivos. Y es que poco ha cambiado en Estados Unidos desde aquel noviembre de 2000 y estas elecciones se van a decidir de nuevo en los llamados estados "bisagra", esos que un día se tiñen del azul de los demócratas y a la mañana siguiente es el rojo republicano el que impera.

Ohio, Pensilvania, Virginia, Florida, Indiana y Colorado tienen la capacidad de decidir quién tomará posesión del cargo en enero de 2009, cuando Bush haga las maletas y abandone la Casa Blanca por la puerta de atrás. Consciente de ello, Obama eligió así como candidato a la vicepresidencia al senador de Delaware, Joseph Biden, ese hombre blanco, católico e hijo de la clase media blanca que puebla el país. Parece que la elección de Biden surte efecto en alguno de esos lugares, ya que, como muestran nuevas encuestas, la ventaja de Obama sobre McCain en un estado tan importante como Virginia es hoy de doce puntos, algo que deja el contador a 51-39 a favor del demócrata.

A estas horas la batalla electoral más importante se libra así en Virginia y el resto de estados clave, y entre la clase blanca trabajadora y quizás los latinos. Los demócratas tratan de convencer a la clase media que tan bien jaleaba Hillary Clinton de que son ellos, y especialmente Obama, quienes van a acabar con las penurias económicas, mientras que los republicanos, hundidos en lo que parece la desesperación que causan las encuestas desfavorables en el Medio Oeste, apuestan por el miedo. Su capitana es el torbellino Sarah Palin, la gobernadora de Alaska que McCain eligió como compañera de fórmula. Esta mujer se ha convertido en la encargada de enseñar los dientes y, por ejemplo, acusar a Obama de ser amigo de los terroristas, además de tratarlo como un elemento salido de la elite del país y que va a acarrear poco más que la apocalipsis a Estados Unidos al sentarse dialogar con enviados del diablo como los presidentes de Irán o Venezuela. El miedo -ya se sabe- es poderoso en las campañas electorales y Palin sabe jugarlo bien, aunque ése sea el remedio que le haya quedado a la candidata para sumar enteros en las encuestas sobre su popularidad que, tras el efecto novedad, cayó en acusado quizás por unas cuantas entrevistas en las que dejó ver su lado político más débil.

Serán, sin embargo, McCain y Obama, sin mucha ayuda de Biden ni Pallin, los que se jueguen la confianza de los electores el 4 de noviembre, una fecha que, a todas luces, parece estar destinada a ser leída como un referéndum en el que se cuestione si un hombre joven, y sobre todo negro, como Obama puede convertirse en presidente de Estados Unidos. El resultado, si no se repiten historias sureñas que más vale olvidar, se conocerá en la madrugada del 5 de noviembre, cuando se sepa si pesó más la crisis económica o el factor racial.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios