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Anclas

Anclas

viernes 10 de octubre de 2008, 14:36h

 Se ha empezado a discutir, en estos días, si la Argentina debe adaptarse al violento cambio de la situación internacional devaluando “de a poquito”, como lo viene haciendo el Banco Central o “de a mucho” para alinearse rápidamente a las monedas regionales, como lo sugieren algunos economistas y dirigentes políticos y empresarios y, según trascendió, algunos dentro del propio equipo de gobierno. Antes de sacar alguna conclusión hacen falta ciertas  precisiones técnicas. 

Un shock externo positivo, por ejemplo la suba brusca del precio de los productos de exportación genera siempre en un país, todo lo demás igual, una apreciación de su tipo de cambio real. Resalto la palabra “real” que es la clave de esta historia. En otras palabras, un shock externo que gatilla, de pronto, un “efecto riqueza” presiona sobre la demanda agregada, aumentando –en un país pequeño y relativamente abierto al mundo- importaciones y la demanda de servicios. Sube el precio de los servicios y, si el tipo de cambio nominal queda fijo, aumenta la inflación y el tipo de cambio real cae. Si, por el contrario, la autoridad monetaria aspira a que la inflación no aumente demasiado, aprecia el tipo de cambio nominal –baja el precio del dólar- abarata los comerciables y compensa, de esta manera, en parte la inflación de los servicios – en castellano básico, el aumento de los salarios-.

Dicho de otra forma, el tipo de cambio real cae, porque el nominal queda fijo y la inflación aumenta, o porque la inflación queda baja, pero cae el tipo de cambio nominal. ¡No hay forma de salvarse, el tipo de cambio real, ante un shock externo positivo se cae!.  Mejor dicho, hay una forma de salvarse, anclar el gasto público, principal componente de los “no comercializados”, de manera de presionar menos sobre la demanda agregada, la economía crece menos, pero el tipo de cambio real cae muchísimo menos y se mantiene por más tiempo el estímulo a la producción de exportables y sustitutos de importaciones.

Haciendo taquigrafía, se podía instrumentar el “modelo argentino”, con tipo de cambio nominal relativamente fijo, explosión de gasto público y estrepitosa caída del tipo de cambio real – es decir fuerte aumento de los salarios en dólares-.  O se podía armar el esquema chileno. brasileño, caída del tipo de cambio nominal, moderación de gasto público, aumento del “ahorro fiscal”, y baja inflación. Caída menor del tipo de cambio real y estímulo a la inversión en exportables.  Ahora bien, ahora estamos ante un “shock externo negativo”, en el caso argentino, por fuerte caída de los precios de los productos de exportación –en el resto de la región se suma la salida de capitales por toma de ganancias y “vuelo a la calidad”-. Un shock externo negativo, implica, por simetría, que el tipo de cambio real tiene que subir para adaptarse a la nueva situación. Pero, otra vez, la palabra clave es “real”. Para ponerlo en castellano básico nuevamente, ¡tienen que caer los salarios en dólares!, por el “efecto pobreza”.  Por lo tanto, o el tipo de cambio real sube porque sube el tipo de cambio nominal y los precios se quedan quietos, o sube porque el tipo de cambio nominal sube mucho y los precios suben menos. Pero para que los precios suban menos, en un contexto de inflación inercial del 20-25% anual, se requiere una desaceleración fuerte de la actividad económica o encontrar un “ancla nominal” para el sistema que frene la inflación. 

Obviamente, el candidato clave, otra vez, es el gasto público. Pero, en un año electoral, e insisto, con las fuerzas de las expectativas de inflación desbocadas, no parece ser fácil. Se podría, como se va a intentar, bajar un componente del gasto público menos conflictivo, los subsidios al sector privado “rico”. (Además, con la caída de los precios del petróleo, la factura energética es menor).

Pero subir tarifas es subir el precio de los servicios ¡Que tienen que bajar en dólares!, por lo que se requiere una devaluación nominal mayor.

 En síntesis, lo que nadie quiere decir es que ante un shock externo negativo, los salarios en dólares tienen que caer. Subir el tipo de cambio nominal “de a poquito” puede ser una mejor estrategia para que “los sindicalistas no se aviven”. Subirlo “de a mucho”, sin ancla alternativa, es desbocar la inflación. Pero el punto no es el tipo de cambio nominal, sino el real. Hay que cambiar precios relativos a favor de los exportables y de los sustitutos de importaciones. Esa es la “solución” que propone la economía. Lo hace el mercado o lo hace Néstor.

 Por supuesto, Néstor va a intentar, tarde o temprano la solución “a la Moreno”, controlamos precios y movemos salarios con sumas fijas. Es decir tratar de mejorar el tipo de cambio real “por decreto”.

 Pero recuerden que el problema no fue Wall Street, el problema fue que, durante la bonanza, el gasto público explotó y destruyó el tipo de cambio real. Igual que en los últimos 50 años.

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