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Cristina Alberdi en Elciego

Cristina Alberdi en Elciego

viernes 16 de febrero de 2007, 19:36h
Llegamos a mediodía con una luz extraordinaria. El impacto fue total, al fondo Elciego con la silueta de la Iglesia de San Andrés y su recoleta figura de pueblo riojano pequeño y hermoso. A la derecha las bodegas del Marqués de Riscal, centenarias, pioneras en su especialidad, reconocidas y conocidas mundialmente.
Llegamos a mediodía con una luz extraordinaria. El impacto fue total, al fondo Elciego con la silueta de la Iglesia de San Andrés y su recoleta figura de pueblo riojano pequeño y hermoso. A la derecha las bodegas del Marqués de Riscal, centenarias, pioneras en su especialidad, reconocidas y conocidas mundialmente. De frente, según subíamos la rampa de entrada al Chateau del siglo XXI creado por Frank Gehry, emergía el edificio proyectando los colores de sus placas de titanio sobre el entorno. La primera mirada es de asombro ante tamaña osadía. Las siguientes de admiración y ensueño. Parece como si un ser animado sobrevolara por encima de nuestras cabezas. Tal es su fuerza y su belleza viva, palpitante. Los colores se multiplican según el ángulo de la mirada y por el efecto de los cambios de luz.
El Ciego y su excepcional arquitectura
En el atardecer, volviendo de Elciego, con las montañas nevadas de la Sierra de la Demanda al fondo, los colores, rosa, fucsia, azul, gris perla en mil tonalidades, rivalizan con los de la puesta de sol y se confunden con ellos. A cada movimiento y en cuestión de segundos vas pasando de un color a otro, varían las intensidades y como si un arco iris nuevo y refulgente estuviera sobre nosotros, te sobrecoges ante la obra de éste gran artista que es Frank Gehry. ¿Cómo ha podido conseguir ese milagro?. Seguro que visitó Elciego y se enamoró del lugar. Vislumbró las posibilidades de dar vida a su obra y nos ha dejado un regalo difícil de valorar. Es una joya estética que te permite disfrutarla en sus distintos movimientos, como si fuera un ave grandiosa a punto de remontar el vuelo.

Nos esperada aún otro placer añadido. Nos acomodaron en la habitación 17 tal vez la más adecuada para saborear la fachada del hotel, no en vano es la que ha venido ocupando Frank Gehry en sus visitas a Elciego. En efecto, un enorme ventanal, enmarcado en unas cortinas de terciopelo rojo vino, te recibe nada más abrir la puerta. La mejor vista del edificio te acompaña en tu retiro. Quedamos suspendidos, emocionados, sin duda era el mejor observatorio para contemplar la obra de gran creador en toda su plenitud. Nos quedamos un largo rato prendidos en su contemplación.

Este prodigio le ha dado a las bodegas Marqués de Riscal una dimensión nueva y distinta. “Sensaciones vivas” lo denominan. En efecto eso son, sensaciones vivas y cambiantes al ritmo de la luz, el sol, el aire y el sonido. Como las viñas que rodean los campos de Elciego. Vivas y desnudas en ésta época del año, con sus troncos retorcidos y los muñones esperando el resurgir de la primavera.

Visitar las bodegas como lo hicimos nosotros, gracias a la hospitalidad de los anfitriones, degustando el espléndido Barón de Chirel, es otro placer consustancial a la estancia. Conocer de la mano de una avezada guía, la historia, el presente y el futuro de la marca Marqués de Riscal. Esa idea de tradición e innovación que repiten, señala exactamente lo que allí podemos contemplar. La antigüedad  de una bodega, su veteranía y su modernidad en el anclaje del presente, con las más avanzadas creaciones arquitectónicas del mundo. El efecto es ciertamente extraordinario. Te llevas contigo el recuerdo de ese placer estético continuado que te obligará a volver a Elciego, a Gehry, a los campos plenos de vides, tal vez en primavera o en otoño. Nuevos colores y placeres nos aguardan en un entorno vivo tan bello e impactante.
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