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El mal ejemplo del Prestige (I)

El mal ejemplo del Prestige (I)

martes 20 de febrero de 2007, 20:03h

Hay dicho casi axiomático en la Administración pública: “los ministros pasan y el funcionario permanece”, que viene a cuento, añadiendo a la permanencia funcionarial el poso de rutinas, de malas rutinas, que, en temas de seguridad marítima arrastra el Ministerio de Fomento. Como en el caso que nos ocupa, el del granelero holandés (pero abanderado en Antigua) “Ostedijk”.  Esas 6.000 toneladas de fertilizante, en combustión anóxica –al menos 200º C en la bodega número 2--, desprenden vapores irritantes (seamos serios, tóxicos) y han sembrado la alarma, del Miño al Eo, en toda la costa gallega.

La memoria, el ejemplo, el mal ejemplo del “Prestige”, sigue presente  en la memoria colectiva de un pueblo que, por condiciones geográficas, ve desfilar por delante de su ribera marina , en la franja que va entre las 40 y las 160 millas marinas (entre unos 74 y 296 km) 50.000 buques anuales de todo pelaje, tráfico, estado y condición marinera. Esos 137 buques diarios son sino la amenaza fantasma, un posible –y cierto— riesgo para el ecosistema, las haciendas e, incluso, las vidas de los gallegos. Todo es cuestión de cálculo de posibilidades, de nefastas posibilidades cuando Neptuno nos suelta la chinita negra. Nada menos que doscientas mil toneladas de crudos se han esparcido entre 1970 y 2002 en la plataforma continental gallega. Polycommander (Ría de Vigo, 1970), Urquiola (Coruña, 1976), Andros Patria (Costa da Morte, 1979), Cason (Burela, 1987, bidones químicos), Mar Egeo (otra vez Coruña 1992) y Prestige (2002). A un promedio de un siniestro gravísimo cada siete años. Añadamos, además, los sentinazos, las limpiezas de tanques que muchos de los buques transeúntes realizan frente a las costas gallegas y ya tenemos el vertedero servido.

Galicia y con ella toda la costa atlántica y cantábrica siguen sin tener un puerto de abrigo que permita, minimizando los daños,  hacer frente a emergencias como las anteriores y la del Ostedijk. Ni el actual Gobierno ni los anteriores, con independencia de su color político, están por la labor. Y así nos luce el pelo.

El granelero holandés siniestrado tenia que haber sido conducido a puerto nada más haber comunicado a la Capitanía Marítima de A Coruña el siniestro que tenía a bordo. Y ahí es donde empezó el sarao político. Xunta de Galicia, Ayuntamiento coruñés, la propia dirección general de la Marina Mercante, haciendo caso omiso de las cualificadas indicaciones de los técnicos y, en especial, de lo que aconseja el sentido común, alejaron el barco de la costa. Lo alejaron sus buenos 30 kilómetros del litoral aunque, esta vez, al menos Fomento fue diligente al enviar en su auxilio al buque insignia de los buques de salvamento, el Don Inda. Política de parcheo, claro. Seguidismo del Prestige, obviamente. Y eso sí, mucho gabinete de crisis, que siempre queda bien en los telediarios. Lamentablemente, tenía muy próxima la Ría de Ares, suficientemente abierta como para minimizar las emanaciones irritantes (hay que ser serios, tóxicas) y muy cercana a los astilleros de Ferrol, por si se necesitaba luego una reparación.

El Ostedijk que parece que controla la situación y reempr3ende viaje a valencia. Hasta que vé que no. Que sigue consumiéndose el fertilizante y sigue los vapores irritantes (sigamos siendo serios, tóxicos). Virada en redondo con una mar revuelta y olas de casi seis metros, unos dos pisos de altura. Rumbo Nordeste, escoltado por los buques de salvamento, el Ostedijk, busca el resguardo de la Estaca de Bares, a cuyo redoso –y a unos 25 km. de la costa—permanece, mientras rocían las escotillas con agua a presión para rebajar la temperatura y procurar crear las condiciones necesarias como para transbordar la carga. Mientras, los alcaldes de la Mariña Lucense (Burela, Viveiro, Foz, Ribadeo), sin distinción de colores políticos, tocando a rebato y maldiciendo a la Xunta de Galicia, al Ministerio de Fomento, a San Pedro y al Súrsumcorda.

Y la valoración de esta política de escaparate, queda para mañana...

[Estrambote marinero y perverso: el nombre de Don Inda del más moderno de los remolcadores polivalentes de salvamento españoles, es en honor del político socialista Indalecio Prieto. Así le conocían propios y extraños cuando, en los agitados años de la Segunda República, ocupó fugazmente, pero con efectividad y competencia, la cartera de Fomento. Un espejo en el que debería mirarse la actual titular de la cartera, correligionaria suya, Magdalena Álvarez].

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