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¡Basta de meadas!

lunes 17 de noviembre de 2008, 12:07h
El Ayuntamiento de Málaga se dispone a aprobar, como antes en otras grandes ciudades, una normativa que intente acabar con la suciedad en las calles, fruto del incivismo. En Madrid seguimos confiando “en la bondad de los extraños” como dice Blache DuBois al final de “Un tranvía llamado deseo”. Pero ha llegado el momento de decir ¡basta ya!, a la guarrería galopante de nuestras calles y parques. ¡Basta ya!, de meadas y cagadas en cualquier esquina. La calle Doctor Cortezo –incluyendo el lateral del teatro Calderón- apesta a meados.

La plaza Tirso de Molina –ejemplo de “recuperación”- huele a mierda humana. En la calle Montera, a la vuelta de esa unidad de Policía Municipal que iba a llevar la felicidad eterna al distrito Centro, se mea por litros. En la misma calle Montera un indigente caga y mea a cualquier hora y en cualquier rincón, preferentemente en torno a las marquesinas de los autobuses. Todos los parques públicos tienen rincones donde los paseantes hacen sus necesidades fisiológicas sin límite. La calle Tetuán atenta contra la higiene con sus interminables regueros de orina. Y así podría seguir enumerando decenas de meaderos callejeros. Las mierdas de los perros son otro cantar, aunque cada vez se ven más y más hermosas en las aceras madrileñas.

Siendo desesperante esta incontinencia urinaria, lo es más dirigirse a un agente municipal cuando se observa a un meón o cagón callejero. Si el agente es educado (la mayoría), se encoje de hombros. Si el agente es prepotente (que los hay) dice que ellos no están para eso. Si el agente se cree miembro de un ejército superior (que también los hay) le piden al denunciante que no les moleste. Para algunos policías municipales, que un ciudadano de los que les paga el sueldo solicite su intervención es una molestia.

Sugiero humildemente a don Miguel Ángel Villanueva, que tan eficazmente diseña la promoción de Madrid en el exterior, que pida a los perfumistas un “Eau de Orin”, con genuina denominación de origen madrileño. Sería un perfume que, inmediatamente, devolvería a los extranjeros los aromas que “gozaron” paseando por nuestras calles.

La oposición, como siempre, pedirá planes de concienciación, como si a los guarros se les pudiera catequizar. Y, mientras tanto, Madrid seguirá oliendo a meados, con un tufo cada vez más nauseabundo, ya que las restricciones en el baldeado y la escasez de lluvia no permiten una cierta limpieza regular. Otro día hablaré del vandalismo grafitero, del vandalismo “jardincida”, de los escupitajos, lapos y gargajos, del “escombricida”, etc. A lo mejor es que toda esta insidia forma parte de esa famosa vanguardia en la que está inmersa nuestra capital y la suciedad, la mugre y los residuos son una gran exposición antológica de “arte povera”, el movimiento plástico que surgió en Italia a finales de los sesenta. Todo puede ser, en cuyo caso, confieso mi analfabetismo artístico y pido disculpas por mi supina ignorancia. Pero a mí me seguirá oliendo a mierda.
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