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Bolero de fin de año

Bolero de fin de año

lunes 29 de diciembre de 2008, 16:50h

Ardidas las velas, agotada la noche y el trago, las lágrimas de la resaca, bordeando el alba, llegan con el bolero. Esa cursilería de quejas sin remedio, de amores (im)posibles, de cortejo trasnochado y dramático final que defiendo a muerte y dedico a ustedes como sorbo del estribo para este año que ya se fue. No sé si a ustedes les sucede, pero hay días, hay años que uno quisiera borrar del calendario. Dos traguitos después, se oye a Chavela cantar que no te vendan amor sin espinas… y la cosa se relaja.

De enero a diciembre tata Evo sigue a pie juntillas al maestro García Linera que recita los libros-receta de Sun Tsu (El arte de la guerra es el último regalo de Álvaro al Presidente). El gobernante debe hacerse amar y temer. Al pueblo pan, circo y garrote. Evo bueno, el del Juancito Pinto, el del Bono Dignidad, el libertador del analfabetismo. Evo malo/macho, el carcelero de rufianes, el del circo (romano) que escarmienta periodistas, distrayendo al pueblo de la corruptela contrabandista. Evo macho que echa del país los gestos imperiales. Las wawas encantadas votarán por el Sí igual que los que todavía creen en aparecidos o persisten en el enamoramiento de un Evo cada vez más difícil de amar. Que siga el melodrama.

Abortada la Constituyente, rescatada en algún basurero con cara de fenómeno causante de las mil plagas, todas vergonzosas; llegado el referéndum millonario para reacomodar el tablero de la pulseta política; ido Pepelucho, echado Manfred, encarcelado Fernández, ¿qué ha cambiado? Digamos que por encima, nada. Por debajo, mucho, claro. La Paz tranqui, con un súper alcalde rumbo al bicentenario, sin la voz de un prefecto molestoso. Cochabamba en retroceso, más desaliñada que nunca, con aire de post-batalla lo mismo que de pre-batalla campal (ese territorio-trofeo de una disputa malhabida), y Pando en pleno rodaje de una película tipo cártel fronterizo, con vínculos de alto vuelo.

Por encima, el gesto de los hombres/machos del Gobierno es el de los chicos malos con look y presencia castrense incluida (las mujeres del MAS optaron por reiterar el gesto

—ético y estético— de una política como verbo masculino, y ése es otro bolero). Por debajo, ¿cómo entender la fortaleza del MAS a pesar de esos aires autoritarios, paternalistas e incluso arbitrarios? Tres años después, la respuesta no ha variado. La crisis que culminó en octubre de 2003 no puede reducirse a anécdota. Esa demanda radical se mantiene y Evo es el estandarte. En él se reitera el símbolo del cambio por siglos esperado: este país no es ni será nunca más el mismo. Qué maravilla.

Y entonces llega la decepción. Porque Evo estaba obligado a hacer el milagro. A lograr el cambio sin revancha. Y no pudo. Es más, revolución nunca hubo y el cambio es engañoso porque en el fondo no hay tal (Evo mismo juega al indio que no es). Y es que hacer milagros —me dicen— es cosa de mujeres. Y eso en el Gobierno no hay. Y no hablo de sexo sino de sensibilidad, de inteligencia amorosa, de entrega sin condición. Tal vez sea demasiado pedir. De ahí el bolero, terco, deseando imposibles.

* Comunicadora

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Tomado de la edición de La Prensa 29/12/2008

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