Dos miembros de los GRAPO y un preso común llevaron su protesta de huelga de hambre hasta el final, es decir, hasta fallecer, y lo hicieron en tres hospitales mientras el Estado les alimentaba a la fuerza. Como a De Juana Chaos, salvo que a éste le han dado lo que ha pedido para ‘proteger su vida’.
Como de Juana, todos pasaron de la prisión al hospital por el deterioro de sus cuerpos al negarse a ingerir alimentos y bebidas. Pero, aunque estaban rodeados de médicos, como de Juana, siguieron la huelga hasta el final y técnicamente murieron cumpliendo condena.
El primer antecedente fue el de Juan José Crespo Galende, que murió el 19 de junio de 1981 en el Hospital La Paz, de Madrid, tras 96 días sin comer ni beber y algunas semanas recibiendo alimentación enteral en el centro sanitario cuando una bronconeumonía le provocó una insuficiencia respiratoria y una coagulación intravascular diseminada. Crespo era militante de los GRAPO e hizo la huelga de hambre en protesta por las condiciones de la cárcel de Herrera de la Mancha (Ciudad Real).
El segundo caso fue el 25 de mayo de 1990, fecha en la que murió José Manuel Sevillano en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid: llevaba 175 días en huelga de hambre como respuesta al trato recibido por una compañera de los Grapo en una prisión de Sevilla y a la dispersión de los presos de la banda. Esa protesta fue seguida por otros 67 integrantes de la organización terrorista, que sobrevivieron, aunque llegaron a situaciones de gravedad extrema y algunos sufrieron secuelas para el resto de su vida.
El tercer caso finalizó el 7 de junio de 2002 en el Hospital Penitenciario de Terrassa, cuando murió Albert Panadés Soler, un preso común que dejó de comer y beber después de que la prisión le negara tres veces el tercer grado penitenciario.
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