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De Francisco Franco a Teodoro Obiang

De Francisco Franco a Teodoro Obiang

sábado 18 de noviembre de 2006, 17:27h

Menuda la ha armado la visita a Madrid del dictador guineano, Teodoro Obiang! Entre otros agasajos políticos, estaba prevista su firma en el libro de honor del Congreso de Diputados. Manuel Marín, su presidente, hubo de anularla ante la rebelión de todos los grupos parlamentarios, menos el del Gobierno.

Y es que, claro, el déspota de Malabo no es el líder de una gran potencia, como el chino Hu Jintao, que pasó por España hace un año sin aspavientos de nadie y guardándose los defensores de los derechos humanos sus protestas para mejor ocasión: es decir, la de ahora.

Visto así, el hecho no demuestra más que nuestra hipocresía política. Al régimen chino se le permite, a mayor escala, la represión que se le reprocha a un pequeño sátrapa como el de Guinea Ecuatorial. ¿Qué país ha protestado por la celebración de los próximos Juegos Olímpicos en Pekín? Obviamente, ninguno.

No es ésta la única impostura que desvela la visita del plutócrata guineano. Mientras se anula para la historia la concesión del doctorado honoris causa a Francisco Franco por la Universidad de Santiago de Compostela y están pendientes de hacerlo las de Salamanca y Coimbra, a Rodríguez Zapatero, en cambio, le parece de perlas que Teodoro Obiang perpetúe su honorable nombre en el libro de nuestro Congreso democrático.

Una cosa es el pragmatismo de las relaciones internacionales y otra muy distinta la deliberada confusión de valores. Por eso, me parece de perlas que se le retiren a Franco unos doctorados universitarios que obtuvo por la ominosa sumisión impuesta por su dictadura. Claro que también hay otros más recientes que seguramente se lograron por el halago o por el dinero. ¿Qué otras razones académicas, si no, avalaron su concesión a los banqueros Mario Conde o Alfonso Escámez, por ejemplo?

Dinero, y mucho, también, es lo que hay como trasfondo en la reciente visita a nuestro país de Teodoro Obiang. Antes solamente era el dictadorzuelo de medio pelo de una nación paupérrima. La aparición de ríos de petróleo en su país no ha servido para mejorar la dramática situación de sus habitantes. Pero sí le ha permitido al jerarca africano amasar una ingente fortuna, ha propiciado orgiásticos fines de semana de su primogénito en las principales capitales del mundo al precio de millones de dólares y ha conseguido la humillante obsequiosidad de políticos y empresarios extranjeros.

Lamentablemente , ahora como antes, hay que esperar a que los dictadores pierdan el poder para que nuestras conciencias acomodaticias y cobardes digan de ellos lo que en su momento probablemente pensaban, pero qu eentonces no se atrevían a expresar ni de coña.


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